Introducción
Tras haber reflexionado sobre cómo pasó Ana ese Viernes Santo, dado que esta novela tiene dos versiones, lo lógico es que nos detengamos a reflexionar sobre cómo fue este día para Manuel, sobre si fue un día sin pena ni gloria o por el contrario implica un antes y un después, sino en su vida, al menos en cómo lleva la vivencia de la Pascua y en lo que más nos interesa a nosotros, sus intenciones con respecto a Ana.
En resumen, podemos decir que Ana parece que al final se ha convencido del todo de que su historia con Manuel ha de ir un paso más allá, que lo que hasta ahora le ha frenado en ese sentido ha sido tanto la actitud de éste como lo afectada que se siente por su situación personal como consecuencia de su enfermedad. Ha entendido que ha de dar un paso al frente.
Carga con su cruz
Sabemos que Manuel se ha despertado con el peso de la culpa por pensar demasiado en su propia comodidad, escogió el primer turno de vela para poder dormir durante toda noche sin interrupciones y se ha despertado con la sensación de que todo el mundo ha seguido su ejemplo, que nadie parece haber tenido la suficiente fuerza de voluntad, ni siquiera por dar un buen ejemplo a los demás.
Además, se encuentra con que parece que esa mañana no hay nada relevante que hacer, que el día de inicia dejando que cada cual busque y encuentre sus momentos para rezar. No hay rezo de laudes, y el desayuno es opcional por eso de que es día de ayuno y abstinencia, que nadie controla a nadie y casi le es indiferente lo que hagan los demás.
Parece un día hecho a medida de Manuel, o al menos es lo que éste quiere pensar, lo que le genera un cierto remordimiento, dado que tanta libertad lleva al caos, a que nadie parezca estar donde se supone le corresponde. No hay ataduras, ni compromisos, aunque se supone que si están en el pueblo es porque tienen esa compromiso, esa implicación con su fe, con su sentido de fraternidad.
Es más, se llega a sentir tan perdido que Ana parece haberse desvanecido, que en un primer momento nadie sabe nada de ella, él tampoco pregunta, por no exponer demasiado clara ni evidente su interés por ella. Asume que los demás ya son conscientes de ello, pero entienden que Ana es una chica que toma sus propias decisiones y no necesita que nadie ande detrás de ella todo el día. Si ella no quiere hablar con él, los demás tampoco van a decir nada.
Con esa tortura personal, interior, acude a la iglesia en busca de un momento de consuelo, de oración. Necesita aliviar su conciencia y acude allí donde siente que será escuchado sin que nadie le juzgue. Va en busca de ese convencimiento de que a pesar de todo, no ha dejado a un lado el hecho de estar viviendo la Pascua.

Ya sabemos que se encuentra con una iglesia abarrotada, si no de gente, al menos de ruido, con los preparativos de la procesión del Vía crucis, lo que dificulta que encuentre esa paz exterior e interior que anda buscando, con la particularidad de que el único sitio adecuado para ello ya está reservado. Allí está Ana quien se siente un tanto contrariada al verle.
Cuando entré en la iglesia, en un primer momento, me dio la impresión que no había nadie más que quienes preparaban el Vía Crucis, que nadie rezaba ante el Monumento y ello acentuó doblemente mi sentimiento de culpa. (…)
Sin embargo, mi llegada rompió el supuesto silencio reinante y ello provocó que reaccionara quién en aquellos momentos me había pasado inadvertida porque estaba sentada en el suelo y con la espalda apoyada en una de las columnas, quien, para que la gente del pueblo no la molestase, se había escondido y por su aspecto me dio la impresión de que llevaba varias horas.
Manuel. Silencio en tus labios, 18 de abril, 2003
Manuel habla de «silencio reinante» aún a pesar de mencionar que hay gente con los preparativos del Vía crucis. Por su parte Ana dirá que Manuel se hizo notar por el escándalo que este montaba.
Vía crucis
Manuel comenta que a él le corresponde preparar la estación «Jesús carga con la cruz», que se supone va a ser en un Vía Crucis para ello, pero se siente un poco cohibido al enterarse de que tendrá que rezarlo con toda la gente del pueblo, aunque en el último momento hay un cambio de planes y lo de este primer vía crucis es tan solo de acompañamiento, que no tendrá esa implicación tan directa.
La cruz con la que Manuel parece cargar es que se compara con Ana, quien parece que ha cargado con el compromiso de rezar en los turnos de los que los demás se han desentendido, dejando en evidencia esa supuesta debilidad o falta de fortaleza que Manuel ha tenido la osadía de atribuirle. Pero fue la primera que se fue a dormir, que se ausentó mientras los demás se quedaban rezado en la iglesia. Al final ha sido quien más hora ha estado ante el Monumento.
Es más, mientras lo demás se marchan con la procesión del Vía crucis, ella vuelve a asumir ese compromiso, vuelve a ser ella quien ocupa ese puesto para que nadie más se sienta obligado.
Todo por grupos

La comida es por grupos. Frente al aparente caos de la mañana, por la tarde se cambia la tendencia, que tan solo tiene un pequeño momento de impass en durante hora de descanso, durante la que reconoce no descansar, dando a entender que intuye que Ana lo hará por los dos, de lo cual se alegra porque no puede reprimir su preocupación por ésta.
Ana no asiste a los Oficios porque se queda dormida, pero Manuel sí es consciente de que no es la única, que salvo los del grupo que participan en la liturgia los demás andan un poco desperdigados, dispersos. En este caso, Manuel reconoce que es más una impresión suya, que hace mal en juzgar a los demás.
La cena vuele a ser por grupos, dado que esta tarde no han tenido tiempo de reunirse y tienen que aprovechar la ocasión para preparar el rezo del Vía Crucis.
La única observación que Manuel se permite hacer, y no muy favorable, es en referente a la actitud de Ana, a su preferencia por la silla del rincón, lo que en cierto modo se atreve a equiparar a su irrefrenable interés por ésta, lo cual tampoco resulta muy fraternal.
Rezo del Vía crucis
Rezan un vía crucis nocturno, tal vez un poco fuera del tiempo que le corresponde, pero que, sin embargo, Manuel parece disfrutar en toda su intensidad, lo que le ayuda a ser un poco más abierto de corazón, a darse cuenta de que la negatividad hacia la actitud de los demás que arrastra durante todo el día no es tal.
Un Vía crucis que describe como algo lento, pausado, del que disfruta cada momento y del que todos son partícipes por igual, donde no importa la hora, tan solo la oración, el compartir con los demás.

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