cabecera de "Silencio en tus labios" Ana

Buenas noches, Manuel

Introducción

La despedida del viernes por la noche puede parecer poco significativa en principio, pero, en cierto modo, es un avance de lo que sucederá al día siguiente, de maner que ahora mismo esta entrada no desentona con la reflexión sobre los seis sombreros de amor ni el hecho de que aquella entrada resulte un tanto descolocada con respecto al Vía Crucis.

El caso es que esta despedida del viernes por la noche, escrita dentro del sábado, no es una despedida más, aunque en la novela da la sensación de que paso un poco por encima.

Protectores en la noche

Esta despedida en la versión de Manuel, si está dentro del viernes, pero porque como ya he comentado en más de una ocasión, escribí la versión de Ana con posterioridad e intente corregir o mejorar la redacción dentro de lo posible.

La cuestión es que el rezo de ese vía crucis nocturno termina en la iglesia, con un rato de oración y adoración ante la cruz, sin que nadie se escape a hurtadillas como sucediera el jueves por la noche. Esta vez se irán todos a dormir y no habrá turnos de oración ni nadie se habrá de quedar en vela.

El hecho de que todos se vayan a dormir a la vez propicia que, como ya sucediera el miércoles por la noche, en un detalle de caballerosidad o por acentuar esa unidad de grupo, por querer dar un poco de normalidad a la convivencia, los chicos acompañan a las chicas a su alojamiento. Es decir, los chicos que tienen novia hacen de galantes compañeros y los demás se unen por no quedarse atrás.

Son altas horas de la noche y dado que esta vez ninguna actividad se lo impide, los chicos no se reprimen a la hora de ejercer de galantes compañeros que se aseguren que las chicas lleguen sanas y salvas a su alojamiento. O lo que es lo mismos, se buscan cualquier excusa y ocasión para pasar cinco o diez minutos más disfrutando de su compañía antes de ver cómo éstas les cierran la puerta y les dejan en la calle.

Calle del pueblo // Copilot Designer

Ahora me ves

Hemos de tener en cuenta que entre Ana y Manuel aún no hay nada formalizado y que la actitud de ésta durante estos días, hasta ese momento ha sido la de mostrarse esquiva, no mostrar demasiado claro sus verdaderos sentimientos, en parte por no darle alas a la impulsividad de Manuel ni desvirtuar en ambiente de oración y recogimiento de la Pascua.

Sin embargo, en esta ocasión, Ana se quiere sentir un poco más identificada con aquellas de sus amigas que están allí con sus novios, de las que se sienten halagadas, por el hecho de que estos, que tienen el alojamiento al lado de la iglesia, se tomen la molestia, tengan el detalle, de darse ese paseo nocturno por el pueblo para que ellas no vayan solas.

En su foro interno quiere dar la debida relevancia al hecho de que entre los chicos que las acompañan esa noche, esta vez si se encuentra Manuel, aunque éste vaya en el grupo sin intento por mostrarse más cercano ni afable con ella. Más bien, se deja arrastrar por el grupo y el empuje de la curiosidad, porque al menos su presencia sirva para que Ana se lleve una despedida de «buenas noches»

Eso de que van solas o se pueden sentir desamparadas es relativo, una subjetividad interesada, dado que se trata de un grupo de once chicas, que por mucho que pudieran argumentar que les asusta la oscuridad del pueblo por la noche, el hecho de ir en juntas, de cuidarse entre ellas, desvanece cualquier temor en ese sentido.

Su superioridad numérica es lo bastante considerable como para hacer cambiar de idea a cualquier posible agresor o dejar en nada cualquier hipotético peligro. Un grupo de once chicas causa el suficiente respeto como para que cualquiera de ellas se sienta a salvo. Sin embargo, no les vamos a quitar la ilusión a los siete chicos de ejercer de protectores valientes de once chicas desamparadas.

Ahora no me ves

Si el miércoles por la noche, Manuel fue el primero que se escondió en el alojamiento de los chicos, se desentendió de mí, cuando se hubiera amparado en el grupo sin mayor problema, aquella noche yo hice lo propio. Fue mi pequeña venganza y, en cierto modo, fue una sutileza para que se fijara en mí, que se diera cuenta de que yo estaba allí, que se le acababan las oportunidades de conquistarme, si es que se lo había planteado en serio en algún momento.

Ana. Silencio en tus labios. Sábado, 19 de abril, 2003
Ana con gesto alegre (Imagen oficiosa para la web) // Copilot designer

Frente a las expectativas optimistas de Manuel y, aunque se entiende que a las chicas les cuesta entrar en casa y retienen a los chicos delante de la puerta, como si la hora que es, el sueño o el agotador día que les espera no fuera suficiente motivo para irse a dormir, Ana se va directo al interior de la casa, sin esperar a nadie.

Ana, se esconde de Manuel con evidente premeditación, alevosía y haciendo caso omiso a los reclamos de su corazón. Le deja allí abandonado en la calle, aunque no con intención de que éste la olvide, desista de ese intento de conquista. más bien todo lo contrario, pretende provocarle, hacerle reaccionar, dejarle con ese sabor de boca y deseo de más.

Podemos entender y deducir que la entrada de Ana en la casa es sin ninguna discreción, más bien dejando claro que pretende atraer sobre si las miradas y la atención de Manuel, que éste la vea cruzar el umbral de la puerta y desaparecer de su vista hasta la mañana siguiente, que, si no le provoca para que vaya tras ella, porque sería ponerse en evidencia y cometer la peor de las torpezas, al menos tome conciencia de que Ana es consciente de que él se encuentra allí.

Con este modo de actuar, Ana pretende confirmar lo que ya tiene por seguro, que Manuel tan solo tiene corazón y ojos para ella, si acaso aún le quedase alguna duda al respecto después de todo lo que ha sucedido. Busca su complicidad, que si no puede ser como la de esas parejas que ya están formadas y tienen una relación estable, al menos entre ellos la despedida de esa noche no sea menos especial.

Origen