Introducción
Viernes, 24 de Octubre, 2003. (20:10)

Tenía interés por saber cómo se vestiría para la boda, dado que, en caso de que lo necesitara, dispondríamos de la mañana siguiente para solventar cualquier deficiencia en su vestuario.
Manuel no habla de su torpezas
Este incidente se relata en la versión de Manuel, pero sí a la mañana siguiente, aunque, como tal, forma parte de los primeros borradores de la novela, dado que me pareció interesante que se generase un momento de tensión, de confrontación dentro de la pareja, dado que ello encaja con la personalidad del personaje.
Manuel ya está en casa de Ana y es comprensible que ésta no quiera reprimir su curiosidad, entienda que éste se pueda sentir un poco incómodo por el hecho de tener que alojarse allí, de manera que Ana tan solo intenta ayudar a que se relaje, a que se sienta como en casa, que es bienvenido por parte de todos.

Ante lo cual como Ana se siente en casa y para quitarle preocupaciones a la madre, considera que ha de ser ella quien esté pendiente de él, quien le ayude a instalarse, que quede claro que a diferencia de lo sucedido en su estancia de julio. no es que vaya a haber mayor permisividad ante ciertos aspectos, pero Ana se ha ganado el beneplácito de ese primer voto de confianza.

¿Qué piensas ponerte mañana?
Se entiende que es un tema que ya han hablado por teléfono, al que tampoco se le dio la suficiente importancia en la visita de Ana a Toledo para pedirle que fuera su acompañante para la boda, ahora no puede reprimir su inquietud. Se trata de Manuel y hay inquietud por saber cómo irá vestido.
Ana parece tener claro y entender que se ha dejado el chándal y la ropa demasiado informal para una mejor ocasión. Que ésta no será la primera boda a la que acuda y es consciente de que hay que guardar unas ciertas normas sociales y de protocolo, más cuando en esta ocasión se entiende que es una celebración a la que acude por su cuenta y con la etiqueta de «acompañante de Ana»

Con o sin mucho acierto, al amparo de esa confianza y complicidad que les une, buscando esa compenetración entre ellos, Ana intenta evitar las sorpresas y los desastres de última hora, toparse con la problemática de que se ponen en evidencia las diferencias entre ellos y que sin que haya una mala intención en ello evitar que Manuel vuelva a hacer gala de esa primera no muy afortunada primera impresión ante los demás.

Se entiende que Ana se guarda para sí sus posibles reparos y objeciones, dado que como tal no encuentra nada inapropiado en lo que Manuel le muestra, porque éste tampoco entiende que vaya a haber ningún problema, que tampoco es que vaya a vestir de traje, pero irá presentable, que no se ha traído lo primero que ha encontrado en el armario una vez descartado el chándal.
¡Vas a tener frío!

La torpeza de Manuel, lo que de verdad me molestó, fue el inoportuno comentario que me hizo cuando tuve la ocurrencia de mostrarle mi vestido para la boda. El error fue mío por no haberme esperado hasta que me lo viera puesto y que hubiera sido una sorpresa. Confiaba que agradable.
Estamos a finales del mes de octubre de 2003, en pleno otoño, sin que las previsiones meteorológicas para estas fechas sean muy veraniegas, en el sentido de que el tiempo es cambiante, más propenso a que haga frío y llueva que al hecho de que brille el sol.
Entendemos que Ana es una mujer de su tiempo, hasta cierto punto acostumbrada a asistir a eventos sociales. una chica con criterio, sentido del pudor, de la decencia y del saber estar, sin que el hecho de que sus creencias entren en conflicto con su manera de vestir. Es una chica con una coherencia de vida que no necesita que nadie le venga tocar las narices en ese sentido.

Ana se siente feliz, entiende que su inquietud con respecto a cómo vestirá Manuel para la boda no tiene demasiado fundamento, por lo que en ese sentido no tiene reparo en corresponder a la curiosidad que ella le ha demostrado y se decide a enseñarle su vestido, a no dejar la sorpresa para el último momento, con la expectativa de que quizá a lo largo de la mañana del sábado aun haya tiempo de que puedan ir un poco más conjuntados.
También se puede entender que Manuel se encuentra completamente fuera de ambiente, algo nervioso y que por mucho que Ana y él hayan tenido ocasión de hablar por teléfono; se suponga que se ha creado un clima de complicidad y entendimiento entre ellos, hay situaciones que aún le superan.
Ana espera un halago, casi un anticipo de la impresión que a Manuel le causará cuando la vea con el vestido puesto, cómo se sentirá cuando se presente en la parroquia llevándola del brazo y presumiendo de que son pareja. Ana espera un poco de vanidad, de complicidad por parte del único chico que espera que la vea con buenos ojos.
Sin embargo, Manuel le sale con una observación que no se espera y que la deja del todo descolocada, porque aquel que debería estar dispuesto a prestarle la chaqueta, en un detalle de caballerosidad y de cariño, en caso de que refresque, le hace una crítica poco constructiva y convierte ese vestido par la boda en la mayor de los escándalos.
¡Aún no se lo ha visto puesto! No puede hacerse una idea de cómo le va a quedar ni cómo Ana va a ser capaz de lucirlo y de defenderlo ante los demás, que el encanto de todo el vestido, de todo lo que Ana piensa ponerse par la boda, tiene que ser su alegría, el verla disfrutar del momento como el más feliz de su vida porque estará con el chico que ella quiere.
Sin embargo, este «tonto» sin ninguna sensibilidad, le sale con un comentario, una apreciación que se sale de toda consideración y respeto, que aquello que ni sus padres le han llegado a insinuar, éste se lo suelta así, sin más, como si Ana hubiera pretendido que le dijese cuatro verdades, cuando estaba dispuesta a escuchar una observación subjetiva que le hiciera sentirse alguien especial a su lado.

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