¡Vaya un cagaprisas!

Introducción

Sábado, 25 de octubre, 2003. (18:50)

Manuel, por su parte, primero se acercó a felicitar a los recién casados y después fue a reunirse conmigo, actitud que no me agradó demasiado porque entendía y tenía la expectativa de que aquellas felicitaciones las hubiéramos hecho como pareja,

Ana

Compórtate como un novio.

No se dice nada de esto en la versión de Manuel, por lo que en un primer momento es fácil pensar y deducir que éste se queda bloqueado, a la espera de que Ana se reúna con él, para así actuar juntos y como pareja, porque la invitación a la boda ha sido para los dos y, en último caso, él está allí como acompañante, no para mostrarse impulsivo ni tomar iniciativas por su cuenta.

Manuel vestido para la boda // Copilot designer

Pero no vayamos a ser malpensados ni a juzgar a Manuel por esos juicios de Ana, aunque sea cierto eso de que Manuel no se haya esperado a que ella se reuniera con él para acercarse a felicitar a los recién casados, o al menos que no haya sido con intención de actuar a espaldas de ésta, llevado por la impaciencia o tardanza de Ana.

Por lo que sabemos, aunque el sacerdote se haya retirado a la sacristía, el coro ha seguido con la última canción, con esa última oración de acción de gracias, aparte que los padres se han acercado a ella para avisarle de que ya se marchaban y confirmarle que llueve, por si hubiera necesitado alguna cosa, por evitarle tener que pasar al piso antes de ir al restaurante.

Tampoco es que Ana se haya quedado allí sentada a contar las baldosas del suelo o se haya desentendido de Manuel como si no quisiera nada con él. Como deja claro, le tiene en su punto de mira, está pendiente de todo lo que hace, y se fija en que se acerca a felicitar a los novios sin esperarla.

Lo único que sí se le puede achacar a Manuel, en esta ocasión, es que él sí parece haberse desentendido de ella; no ha puesto la suficiente atención, tal vez porque se siente un poco abrumado por la situación. Todo lo que sucede a su alrededor, ese nerviosismo por parte de los demás, se le contagia. Todo el mundo quiere ser el primero en felicitar a los novios, por lo que los empujones son inevitables, tanto como el dejarse arrastrar por ese río de gente.

«Don agobios»

De hecho, me dio la sensación de que estaba un poco nervioso y tenía prisa porque nos marcháramos, que se sentía fuera de ambiente, sin haberse parado a pensar que aquella era mi gente.

Ana

Ana parece ser consciente de los agobios de Manuel, que ya tiene ganas de marcharse, que está más pendiente de su reloj que de ella, de manera que por su manera de actuar casi pretende dar a entender que ella espera que ella se dé prisa y no le retenga allí ni un segundo más de lo necesario. Terminada la ceremonia, se felicita a los recién casados y a lo siguiente.

Como está lloviendo fuera, Manuel parece deducir que en esta boda no se seguirá la tradición de esperar a los novios a la salida para echarles arroz o pétalos de rosas, porque con la lluvia ya habrá suficiente chaparrón para todo el mundo. Parece temerse que como consecuencia de la lluvia, lo que se formará es un atasco de coches para irse.

Ana vestida para la boda // Copilot Designer

Sin embargo, a parte de que Ana no tiene demasiada prisa por marcharse, porque no hay motivo para huir de nadie y, hasta cierto punto, casi prefiere esperar a que pare la lluvia, para no mojarse, ella está en su ambiente, con sus amigos y ahora que la ceremonia ha terminado, se puede relajar porque hay tiempo para llegar al restaurante.

Ella necesita dedicar cinco o diez minutos a compartir confidencias e impresiones con las amigas sobre los detalles que a cada una les han llamado la atención y con ello dar tiempo a que los recién casados reciban las felicitaciones de los más allegados. Ellos tan solo son la gente del grupo parroquial y tienen la tranquilidad de saber que les tendrán en cuenta cuando sea su turno.

De algún modo, se puede entender que Ana intenta mostrarse tan tranquila y relajada como sus amigas, quienes entendemos no han salido corriendo en cuanto ha sonado el último acorde de las guitarras, aunque también haya alguien que las espere.

Tranquilo, majete

Tampoco es que Ana pretenda iniciar una rivalidad tácita de fuerzas o de ver quién de los dos tiene más influencia sobre el otro ante este tipo de situaciones, pero sí tiene claro que ella no se piensa agobiar. Ella esa tarde se ha vestido para asistir a una boda y no para participar en una carrera de cien metros con obstáculos.

En cierto modo, esta situación se asemeja bastante a ese final de los encuentros en Toledo, en los que ha visto a Manuel marcharse en dirección a su casa sin contar con nadie, porque eso de que se quedase hasta saber lo que harían los demás podía ser de su interés y apuntarse en el último momento, aunque en alguna ocasión le sorprendiera, aunque no siempre fuera del agrado de Ana que se tomase esas libertades.

Ana vestida para la boda // CoPilot Designer

Esta vez, Ana prefiera plantearselo como ya hiciera en febrero, aunque los lectores de la novela, o al menos quien escribió ese pasaje y reflexiona sobre ello, se puedan contradecir al presuponer que, en tal caso, la subjetividad del escritor se dejó influir por las sutilezas del personaje.

Ahora Manuel tampoco se va a ir a ninguna parte y esta vez no hay necesidad de que nadie le dé conversación para retenerlo. Esta vez no le queda otro remedio que esperar a que Ana se reúna con él, porque se irán juntos de todos modos.

Es más, ya sabemos qué tipo de chicos no son del agrado de Ana y no va a hacer que éste le haga cambiar de parecer a capricho. ¡Qué sí! Ana ya se ha percatado de que está nervioso e impaciente, pero ha de ser capaz de tener un mínimo de paciencia y disfrutar del momento.

Y sí, ella también es consciente de que lo ha dejado un tanto abandonado durante la ceremonia. Sin embargo, están en su parroquia, con su gente y es una faceta de su vida que quiere compartir con él. Es otra ocasión más para que la conozca un poco mejor.

Origen