Un chico en el baloncesto

Introducción

Seguimos en el miércoles 21 de abril de 1993 con Jessica castigada, en donde nos cuenta que el día anterior se escapó del St. Clare’s para acercarse al parque y jugar con los chicos. Que el partido de baloncesto fue una mezcla entre lo de siempre y el hecho de tomar consciencia de que ella es una chica y, como tal, se la ha de tratar y considerar.

La cuestión es que Jessica cada día es un poco más consciente de que tampoco tiene tanto en común con los chicos ni motivos para mantenerse en la errónea creencia de que pretender ser como éstos sea algo tan bueno. Los chicos hacen cosas de chicos y, además, se aprovechan de su desconocimiento del español para hablar a sus espaldas y de temas de los que no quieren que ésta se entere.

Un chico nuevo

El caso es que, en medio de esta opinión no muy favorable hacia los chicos, a quienes recurre cuando necesita evadirse de su realidad, en esta ocasión permite resaltar y destacar a uno de ellos, por su presencia, por su actitud, por lo novedoso de su presencia. Un chico que, según cuenta, le sorprende para bien.

Ayer hubo un chico nuevo en el parque. Me dio la sensación de que no es del barrio porque no recuerdo haberle visto antes; aun así, tardó, más bien, poco en convencer a los demás para que le permitieran ser capitán de uno de los equipos. Años atrás, este tipo de chicos hubiera dado motivos para que los demás se revelasen, consideraran que invadía nuestro espacio.

Hasta ahora nos ha contado que los chicos que no son habituales en el parque, lo habitual es que busquen problemas; son de esos de los que hay que distanciarse, porque no parecen conocer la idiosincrasia social del parque y pretenden imponerse, hacerse los gallitos. También lo dice con respecto a aquellos que se quieren adueñar de la cancha de juego por las malas.

El misterioso chico del parque

No nos dice cómo se llama ni da detalles sobre su procedencia ni sobre los motivos de su presencia en el parque. Tan solo da detalles de su personalidad, de su modo de actuar. que es el típico chico que atrae la atención de todo el mundo tanto por su aspecto como por su actitud, todo para bien.

De hecho, no tuvo ningún reparo en que estuviera en su equipo, que éste fuese mixto, cuando lo habitual es que siempre me dejen para el final, para el desempate, que haya el mismo número de jugadores en los dos equipos. Detalle que se acentuaba con el paso del tiempo y que al final me desmotivaba para jugar con ellos.

Según la idiosincrasia del lugar, eso de jugar con una chica en el equipo no parece ser un motivo para enorgullecerse, sino para dar el partido por perdido antes de empezar. En esta manera de formar equipo, se prefiere a chicos que sepan jugar, aunque sean mediocres, antes que a una chica por muy habilidosa que se crea con el balón. En un uno contra uno, las chicas pierden la mayor parte de las ocasiones.

El equipo de los descartados

Este chico, que por lo que parece no conoce a nadie y se ha incorporado al juego casi como Jessica, como si hubiera una norma por la cual hay que formar equipos con un número determinado de jugadores y que ambos equipos estén equilibrados. De tal manera que, si se invita a este chico a jugar, se ha de incorporar alguien más.

Tanto este chico como Jessica parece que llegan, si no cuando se están formando los equipos, al menos provocan que con su incorporación al juego éstos se hayan de rehacer, lo que da a entender que no es un juego tan amistoso. Más bien, típico de chicos que se han retado, que han puesto su orgullo por encima de lo que debería ser el juego limpio y amistoso.

El caso es que a este chico le ponen como capitán del segundo equipo. De tal manera que el capitán del primer equipo es quien se considera con prioridad para escoger y no se reprime a la hora de dejar claro que pretende reunir a los mejores de entre los presentes. Se asegura la victoria antes de que bote el balón por primera vez.

En contraste, este chico actúa con una mentalidad más abierta, diferente. Más con la mentalidad con la que Jessica acude al parque, con idea de divertirse, de pasar una buena tarde y no de rivalizar ni de competir contra nadie, de tal manera que busca darles una oportunidad a aquellos que en principio no se consideran merecerla.

Este chico me quiso en su equipo. No como la primera elección, pero tampoco me dejó para el final. Lo cierto es que escogió a aquellos que el capitán del otro equipo descartaba, por lo que se formó el equipo de los buenos contra el de los malos. ¡La derrota estaba asegurada casi desde el primer momento!

Por lo que se da a entender y se intuye, a Jessica le parece que este chico tiene cualidades para ser miembro del primer equipo; que casi da la sensación de que lo único que impedirá que sean ellos quienes tengan alguna posibilidad de ganar el partido es el hecho de que este chico no juegue solo. La intención no cuenta ni aporta ninguna ventaja.

Los chicos del primer equipo, el de «los buenos», son más altos, más fuertes, más hábiles, más ágiles, están más y mejor compenetrados… Parece que en su corta vida se han entrenado y preparado para jugar este partido, de tal manera que balón que llega a sus manos, balón que atraviesa el aro de la canasta.

Los chicos del equipo de Jessica, «los malos», más que jugar al baloncesto, es como si jugaran a perder el balón, porque se lo quitan de las manos al menor descuido y pierden toda la ventaja. El único capaz de llegar a la canasta contraria con relativa facilidad es el capitán.

El único capaz de pararles el juego era el capitán de mi equipo, el chico nuevo, que no encontró en los demás toda la colaboración que hubiera necesitado.

Este chico, aparte de que parece empeñado, en balde, en jugar en equipo, se encuentra con que de poco le sirve buscar la colaboración del resto; se encuentra con un muro infranqueable. Sin embargo, no quiere dar la sensación de jugar solo, a pesar de que esa desventaja de cinco contra uno no parezca acobardarlo.

Aun así, tuve ocasión de hacer dos canastas que celebré como si fuesen la mayor de mis victorias. Los del otro equipo llegaban hasta nuestra canasta sin demasiada dificultad y apenas fallaron dos o tres lanzamientos.

Jessica reconoce que se sintió motivada e impulsada a jugar; que encontró en este chico alguien que la animaba a que no se rindiera ante las dificultades; que demostrase eso de que las chicas son tan buenas jugadoras como los chicos y confiara un poco más en ella misma. que no diera el partido por perdido antes de tiempo.

Una hora de partido

La cuestión es que, ante lo inevitable de la derrota y en parte por el remordimiento provocado por el hecho de haberse marchado del St. Clare’s sin permiso, Jessica entiende que no puede ni debe alargar durante demasiado tiempo su estancia en el parque. Que, como Cenicienta, depende demasiado de la hora que marca el reloj.

Nadie se puede pensar que Ana se va a creer que Jessica se ha vuelto tan formal y estudiosa como para no hacerse notar, o que ésta no sabe lo que le espera cuando Ana descubra que, otra vez, ha vuelto a hacer de las suyas.

Al parque Jessica va en busca de libertad, de un cambio de aires, no para hacer amistades, menos aún con los chicos. Ni siquiera con aquellos que no saben quién es ella ni su historia personal. Por lo que no hay tiempo para compartir confidencias ni ocasión para conocer mejor a nadie. Ella va, juega a lo que le propongan y se vuelve.

De hecho, queda un poco más eso de que, sin dar muchas explicaciones, ella argumente que se tiene que marchar, mientras que los chicos parecen vivir ajenos a la hora en que viven y a pesar de que con su marcha los equipos vuelven a estar desequilibrados. Ellos tienen la suerte y la ventaja de ser chicos.

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