¿Familia de Ana?

Introducción

Seguimos en el miércoles 21 de abril de 1993, con Jessica contándonos todo lo acontecido el día anterior. Sin que ella sea consciente de ello, éste será un día que marcará un antes y un después en su vida, que encauzará su vida en la dirección que ella pretende, aunque nadie le vaya a quitar valor ni mérito a su esfuerzo personal.

La cuestión es que el martes 20 de abril, después de comer, Jessica se marchó del St. Clare’s sin permiso, para bajar a jugar al parque. Confiada en que, estando en las vacaciones de la semana de primavera y con un buen día en cuanto a la climatología, habría una alta probabilidad de encontrarse allí con chicos que estuvieran jugando a algo y le permitieran unirse a ellos.

Pero el caso es que ya está de regreso, con la pena de que el resultado del partido de baloncesto, en el que ella era la única chica, su participación lo ha condicionado un poco todo y su equipo ha sufrido una derrota aplastante y humillante. Aquello era un 1 contra 5. De su equipo, el único con habilidades era el que ejercía de capitán, un chico que no es del barrio. Aparte de buen juego, les faltó coordinación.

Llegada al St. Clare’s

St. Clare’s// Diseño 3D

La cuestión es que, si esperaba que después de más de una hora sin haberse hecho notar, Ana aún se podía creer eso de que se encontraba leyendo y/o estudiando en su dormitorio, lo que descubre, según se acerca a la casa, es que hay gente en la puerta, que su pequeña escapada va a ser de todo menos discreta. Lo justo para que Jessica se sienta pillada «in fraganti«, «con las manos en la masa», como se suele decir.

Como ya sabemos que Jessica es una chica poco sociable con los desconocidos y ya se ha estropeado bastante esa deseable primera buena impresión, se limita a pasar de largo. Consciente de que ella misma se ha puesto en una complicada tesitura y se siente avergonzada, sin ganas de tener que justificar lo injustificable y menos aún pasar por la tesitura de que Ana le eche una mirada recriminatoria.

Su mérito y demostración de madurez reside en que, en lugar de huir, que suele ser su reacción habitual ante la posibilidad de que le busquen una familia de acogida, opta por resguardarse en el interior de la casa, aunque esto signifique que la tengan localizada. Sin embargo, no volverá a salir ni a dejarse ver por esas personas.

Se trataba de un matrimonio mayor y de un chico un poco más joven que Ana, pero dudo bastante que se tratase de Dadd. Aunque, si lo que sé de este es cierto, supongo que debe tener ese aspecto. Lo que me quedó claro es que no habían venido a verme a mí. Estaban más interesados en hablar con Ana. Debido a que ya llevaban aquí un tiempo, tampoco me enteré demasiado de sus motivos ni quise escuchar conversaciones ajenas por si acaso se aludía a mí.

Los Catcher

Parte de la familia Catcher

Jessica tardará aún algunos años en saber quién es esta gente; quiénes más componen esta familia en sentido amplio y el motivo de la visita, por eso de no ser una chica muy sociable ni querer escuchar conversaciones ajenas. Pero, aunque no se trate de su «Daddy» ni de una posible familia de acogida, su futuro estará de un modo más o menos indirecto ligado al de ello.

Son «los Catcher», los tíos y uno de los primos de Ana (Ann Josephine Catcher), que siguen en su vida la misma mentalidad que ésta, la máxima discreción. A nadie le importa su vida privada ni sus lazos familiares y ponen todos los medios legales a su alcance para preservar su privacidad, aunque sean lo bastante influyentes como para estar en el centro de la noticia.

Estableciendo una comparativa no muy acertada con los gremlins: No deben entrar en contacto con el agua; no hay que darles de comer después de medianoche y, sobre todo, no tienen que recibir la luz directa.

En realidad, como Ana, con gente normal. No tienen nada de raro, salvo sus circunstancias y situación personal, aunque no acostumbren a presumir ni a vanagloriarse de ello. De ahí ese empeño por preservar su privacidad y, en las distancias cortas, sociabilizar sin resultar pedantes ni presuntuosos. No salen en la lista de los más ricos, porque evitan dar publicidad a su vida privada en la prensa.

Se llegará a comentar que la paga (pocket money) de los domingos para cada uno de los dos hijos llegó a ser de «tropecientos millones de dólares«. Pero también que los padres se tuvieron que poner serios para moderar ese despilfarro y que aprendieran de la moderación y la buena administración. La cuantía de la paga, como es lógico, es exagerada. Sin embargo, ese merecido escarmiento no lo fue tanto.

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Ana, que tan solo es una sobrina, pasa un poco más inadvertida en ese sentido; puede disfrutar de ese mayor anonimato. Sin embargo, se entiende que prefiera que se refieran a ella tan solo por su nombre de pila, que se omita el apellido y las alusiones a estos lazos familiares.

De manera indirecta, Ana también recibió ese merecido escarmiento de sus primos, por lo que así se entiende un poco mejor su dedicación a las niñas del St. Clare’s. Sin embargo, este detalle es un secreto que se desvelará con el tiempo.

«Los Catcher«, aunque intenten disimularlo, con su sola presencia, con esas primeras impresiones, proclaman a los cuatro vientos lo que son: gente que no pasa desapercibida. Son altos, guapos, elegantes, carismáticos, sociables, generosos, con espíritu de liderazgo, de éxito, con don de gentes…

Su vida no es perfecta y han pasado por algún que otro problema, que han sabido resolver y superar con éxito. Lo importante, en último caso, es que su esfuerzo está en lograr que la madre no pierda la sonrisa, aunque no siempre sea la intención lo que cuente.

El teléfono de Ana

La cuestión es que el gran «superpoder» de Ana es que tiene un teléfono móvil y estamos en 1993; ya lo portaba cuando llegó al St. Clare en septiembre de 1988, recién graduada en la universidad, y se puede decir que ha hecho esa llamada para resolver un problema complicado.

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