Introducción
Seguimos en la tarde del miércoles 21 de abril de 1993 (05:30 pm), con Jessica teniendo que enfrentarse a una visita para ella inesperada e incómoda. La seguridad y tranquilidad que disfrutaba en su dormitorio se ha visto alterada por el hecho de que Ana le ha pedido que se asomara al pasillo, que se dejase ver, lo cual ha hecho a regañadientes.

Ana: Deberíamos dejarla tranquila. Ya la hemos molestado suficiente y le prometí que sólo sería un momento.
No hace falta que le pregunten a Jessica si está de humor o tiene interés en que se la involucre más en esta visita. Ya la han puesto bastante en evidencia y en ridículo con esta exposición pública cuando Ana es consciente de que no le agradan este tipo de situaciones, ni siquiera cuando le avisan con antelación, menos aún cuando es por sorpresa.
Esta gente puede ser la más generosa del mundo y estar dispuesta a invertir toda su fortuna en una casa de acogida de barrio, sin grandes pretensiones. Sin embargo, ello no implica que Jessica se vaya a mostrar o quiera actuar como la niña más sociable y simpática del mundo. No es su «Daddy». Si alguno de ellos lo fuera, tendría mucho que demostrar antes de consentir que se presentara ante ella.


Ella no venderá su personalidad por un puñado de dólares ni por todo el oro del mundo. No es una chica que se deje comprar ni manipular con tanta facilidad. Es cabezota como ella sola y Ana ya se ha concienciado de ella. Da igual lo que le digan o con lo que le amenacen; ella no tiene intención de acudir a clase de Spanish mientras no tenga la certeza de que hay alguna pista segura sobre su «Daddy», que vendrá a buscarla.

Ana siempre me recalca que es mejor que no le dé muchas confianzas a los extraños y, en este caso, a esas dos parejas las puedo considerar como tales. Aunque tengo la sensación de que Ana los trata con mucha familiaridad, que, hasta cierto punto, se siente algo juzgada y cohibida por su presencia, como si hubieran venido a valorar su trabajo, a pesar de que no sean los administradores…
¿Quién es Ana?
La visita de esta gente, la actitud afable y familiar que Ana mantiene con ellos, resulta un tanto sospechosa y enigmática. Sabemos que Ana tiene sus secretos, su vida privada más allá del «St. Clare’s Home for Girls», pero desde su llegada a comienzos de septiembre de 1988 no se había mostrado tan relajada con ninguna visita.
Monica, que es la directora de la institución, para Jessica es como si hubiera estado aquí desde siempre. Ya estaba aquí cuando a Jessica la trajeron a finales de abril de 1981 y asegura que las niñas con las que ha hablado y que estaban entonces le aseguran que no tiene constancia de que Monica no estuviera ya aquí cuando ellas llegaron.

Sin embargo, como sabemos y hemos dicho, Ana es una mujer joven llegada en septiembre de 1988, recién graduada en la universidad. A lo largo de estos años ha traído a la casa nuevos aires de modernidad, que nadie entiende muy bien de dónde han salido y aún menos cómo se maneja. No es solo porque las niñas sean demasiado jóvenes, ingenuas e inocentes.
Quienes contrataron a Ana fueron los administradores, que son quienes tienen la última palabra en cualquier decisión. Sin necesidad de que se llegue al extremo de tener que consultarle al Papa por las gestiones del día a día. Quizá ni siquiera le pregunten al arzobispo de la diócesis de Boston, aunque sí se le consulte al párroco de la parroquia del barrio.

No es una completa desconocida.
Ana no es una completa desconocida. No es una chica que, tras terminar sus estudios y relación con la universidad, tuviera conocimiento de la reestructuración del St. Clare’s y se ofreciera como candidata, ni respondiera a una oferta de trabajo. Había sido una estudiante en prácticas, una voluntaria que no se había hecho notar demasiado en la vida de Jessica.
No sabemos de las aspiraciones profesionales de Ana ni de lo lejos que podría llegar como profesional en la educación y psicología infantil en otros ámbitos. Sin embargo, lo que tenemos claro es que se trata de una mujer que no demostró muchas dudas a la hora de asumir esta labor. Esto de limpiar mocos y cuidar casos como el de Jessica, antes que tener un trabajo de despacho o en un centro médico o educativo de más prestigio.

Da la impresión de que Ana ha renunciado a un futuro y a una carrera profesional que le permitiría alcanzar metas profesionales mucho más altas, que le permitirían estar al nivel de esta gente que esta tarde ha visitado el St. Clare’s. Lo suyo parece más una elección personal, vocacional, por el hecho de poner su trabajo por encima de objetivos más prestigiosos.
No es la madre de Jessica.
En cualquier caso, aclarar que no cabe ni existe ningún parentesco ni relación familiar entre Ana y Jessica. Que en la vida y en el pasado de Ana no hay ninguna historia turbia relacionada con niñas abandonadas ni con historias traumáticas que la condicionen en su toma de decisiones ni en su presente.
Por los rasgos de Jessica, se entiende y deduce que su madre tiene que ser de ascendencia indoamericana. Mientras que a Ana se la puede considerar de ascendencia europea, caucásica. Se asume con bastante convicción que los rasgos europeos/latinos, o caucásicos, son herencia genética de su «Daddy», como español, de Toledo.
No hay como tal ningún rasgo destacable ni atribuible a esa hipotética maternidad entre Ana y Jessica.
Origen
- Esperando a mi Daddy. Wednesday, April 21, 1993
- Reflexiones personales

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