Verano de 1993

Introducción

Otro verano en que Jessica se resiste a que la manden ocho semanas al campamento de verano o le busquen una familia de acogida, aunque sea del barrio y bajo la promesa de que no se moverán de su casa en estos dos meses, porque Jessica no se quiere alejar del St. Clare’s por si se presentase su «Daddy» o llegasen noticias de él desde Toledo (España).

Pero, como ya suponemos, todo parece indicar que no hay una comunicación directa, ni siquiera indirecta o por descuido, entre lo que sucede en Toledo y el St. Clare’s, que da la sensación de que pertenecen a dos realidades distintas, distantes y paralelas. Hasta ahora no ha sucedido en Toledo nada que merezca ser noticia que haya de llegar a conocimiento de Jessica. ¡Ya es mala suerte!

Toledo, como localidad, como lugar dentro de la extensa geografía de ese país de Europa, localizado en su mayor parte sobre la península ibérica. Son cuatro casas mal contadas, perdidas en mitad de la sierra más inhóspita y desconocida de España. Es un sitio del que al parecer nadie tiene constancia de su existencia. De lo contrario, Jessica ya lo habría localizado en alguno de esos mapas históricos o geopolíticos que se resiste a estudiar con excesivo interés, no vaya a ser que aparezca mencionado.

Jessica, 12 años

Ana no se pierde.

Quien no desaparece este verano ni se pierde por esos mundos de Dios que parece que incluso Ésta desconoce, pero que, aun así, tampoco va dejando miguitas de pan para que la sigan, es Ana. 1993 es un año impar y, por lo tanto, es el turno de Ana para quedarse a cuidar y vigilar a Jessica. Que para encontrarla no hace falta recurrir a ningún mapa ni a las tecnologías más modernas. Está localizada en el St. Clare’s.

Ana con su teléfono

Es decir, que, aunque en la novela no se hable de ello, se entiende que Ana no está perdida y, por lo tanto, tampoco le va a parecer bien eso de que Jessica sea quien se pierda de su vista al menor descuido.

Jessica ya es una niña de doce años, aunque quizás haya dado algún que otro motivo para pensar que ha dejado de ser tan ingenua e inocente como antaño y convenga más tenerla un poco más atada en corto. Los chicos a esta edad tampoco empiezan a ser tan angelicales. Sin llegar a pensar que se junte el hambre con las ganas de comer.

La cuestión es que Jessica se ha de empezar a olvidar de esas escapadas al parque y buscarse referentes más acordes con sus necesidades, con su educación y desarrollo personal. Mejor buscarle otros entretenimientos, si cabe más provechosos, pero sin fomentar con ello su aislamiento social ni su evasión de la realidad. Los chicos no se van a ir tan lejos, pero mejor que se mantengan a distancia.

Chicos jugando al baloncesto

Distracciones

El verano es lo bastante largo como para pensar que no se pueda aprovechar de manera provechosa para una niña de doce años y una tutora que ha de compaginar esa labor de vigilancia con otras tareas y responsabilidades, sin necesidad de hacer malabarismos para estar en todo.

  • La playa

Como ya he comentado en entradas anteriores del blog, la única excepción, pero con matices, que hace Jessica a eso de no moverse del St. Clare’s, aunque hubiera amenaza de derrumbe o de cese de actividad, es acercarse a la playa. Tampoco es que se suba al coche sin pensárselo dos veces, pero es fácil que se deje convencer. Una visita corta.

Hasta la playa hay un trayecto de una media hora en coche de ida y otro tanto de vuelta, si no surgen complicaciones para atravesar Boston. En transporte público se tarda un poco más. La cuestión es que la excursión resulta factible para estar de regreso antes de que sea demasiado tarde, por si su «Daddy» se presentase en la puerta del St. Clare’s mientras tanto. Si no se impacienta mucho, lo encuentran antes de que desista en esperar.

  • Lectura no comprensiva

Si hay tiempo para ir a la playa, también hay tiempo para sembrar un poco de español en esa cabecita. La lectura no comprensiva en voz alta. Es decir, nada de intentar entender ni de esperar que Ana pregunte de qué trata el texto escogido. No es necesario que salga humo por el esfuerzo en ese sentido ni que sea un rato traumático.

Lectura// Copilot designer

Se trata de acostumbrar al oído y compensar de algún modo eso de no asistir a clase ni esforzarse por mantener una conversación en español. Se trata de que Jessica se enfrente a la lectura, con el único matiz de que Ana la ha de escuchar, que no puede leer para el cuello de la camiseta y, sobre todo, cuidar la pronunciación. Aunque haya de repetir la misma frase ochenta veces.

Entendemos que, al tratarse de una lectura no comprensiva, no es necesario que memorice los textos. De hecho, podría ser más beneficioso no hacerlo. No queremos que Ana sospeche que Jessica está haciendo trampa; que en su mente curiosa comience a abrirse espacio para vocabulario en español que tenga un sentido básico. Simplemente se trata de concentrarse en aprender la pronunciación y la fonética de las sílabas.

  • Trabajos domésticos

Es bueno que vaya siendo cada vez más responsable e independiente, que no se coarte su curiosidad ni se aburra en esos largos ratos que pasa junto a Ana. Aparte de disfrutar de la conversación o de mirar, es bueno que ayude, aprenda y se implique, mejor que quedarse de pie, cruzada de brazos y con la sensación de que se lo pasaría mejor en cualquier otro sitio.

Si tiene de qué ocuparse, si le resulta motivador, es menos probable que tenga el impulso de escaparse en busca de ese falso anhelo de libertad, de evasión. Por lo que Ana se siente menos condicionada a preguntarle dónde se ha metido o echarla en falta. Ya tiene doce años y puede empezar a actuar como una persona un poco más adulta.

Así, si alguna vez su «Daddy» viniera a recogerla, aparte de ser «un saco de problemas», no hará que éste se arrepienta de tenerla con él, dado que el padre más maravilloso del mundo se merece una hija que esté a la altura de las expectativas.

Origen