Vestido veraniego

Introducción

Sabíamos del gusto o preferencia de Jessica por vestir con prendas de chicos, no porque se identifique con estos, sino, más bien, como una manera de evadirse de su realidad, de sus circunstancias, de ese ser identificada como una de las niñas del St. Clare’s, sin padres, sin pasado… sin sentirse ni considerarse como una chica normal, como cualquiera de su edad.

Ya tuvo sus reparos de ponerse el vestido de Primera Comunión, por lo que suponía el evento social en sí mismo, más allá del hecho de vestir o parecer una muñeca de cuento o una princesa en uno de sus días más relevantes. Los vestidos suponen, en cierto modo, una rendición, un dejar de lado su rebeldía y ese anhelo por encontrarse con su padre, con su «Daddy».

Sin embargo, ya han pasado cuatro años de aquel acontecimiento y sin duda su evolución, tanto física como mental, es algo que no se puede esconder ni negar, que sus gustos y preferencias en cuestiones de vestuario no han cambiado de manera demasiado drástica, pero ello no es impedimento para que admita que se amplíe un poco su vestuario, no así la capacidad de su armario.

En realidad, como desde su cumpleaños tiene una mayor autonomía económica, con idea de que abandone esa práctica del trapicheo con la ropa de los chicos, se supone que se le ha dado una mayor permisividad en ese aspecto. No para que derroche sin medida, pero sí para que sea un poco más abierta y sincera a la hora de confesar sus necesidades y gustos al respecto, para forjar su propia personalidad a través de su modo de vestir, cuando no lleve el uniforme del colegio.

Cómo visten las chicas.

Como hace un poco de calor, Ana me ha dado permiso para que me vista como quiera, confiada en que me tomase ese voto de libertad con la debida moderación. Entiende que éste es uno de esos días en que he de reconciliarme con mi cuerpo y conmigo misma.

La cuestión es que, aparte de que ya está casi a final de curso, por no decir que ya han empezado las vacaciones de verano y disfruta de la privacidad que le ofrece el hecho de tener su propio dormitorio, saberse aislada en el trastero, esta tarde tiene el aliciente de que hoy ha sido uno de esos días que marcarán el resto de su vida y se puede sentir un poco más afectada y sensible.

Dormitorio en el trastero//Diseño 3D propio

De hecho, este vestido de tirantes es mucho más destapado que el que me puse para la Comunión, que me tapaba hasta el cuello. Este vestido me deja los brazos y media espalda al descubierto, aparte de que por delante tiene un escote de pico, por lo que, en realidad, deberían ser Ana o Monica quienes me aconsejasen que no me lo pusiera.

Jessica con un vestido de tirantes

La chica que hasta no hace mucho parecía mostrarse poco pudorosa por el hecho de buscar la aceptación de los chicos para que le permitieran participar en sus juegos, ahora se muestra un tanto cohibida y avergonzada por el hecho de llevar puesto un vestido veraniego, por esa frescura. Se lo ha puesto para estar cómoda, pero con cierta sensación de culpa, remordimiento.

Tampoco es que en esa evolución de su mentalidad y madurez femenina sea de las que piense que ha de taparse hasta las orejas y rehuir este exceso de frescura más propio de la actitud desinhibida de los chicos, porque éstos no tienen reparo en despojarse de las camisetas en cuanto hace calor y hay que buscar alguna manera de diferenciar a un equipo de otro. Las chicas no hacen esas cosas.

Ella acostumbra a vestir de una manera más tapada, para sentirse a gusto tanto consigo misma como en presencia de los demás, lo que le hace parecer una chica mucho más triste y tímida, que evita destacar, de manera que esto de los vestidos. Tampoco es algo que le desagrade, pero sí tiene la sensación de que no es algo que encaje con su mentalidad.

Llevar un vestido, de algún modo, evidencia el hecho de que ella es una chica, esa normalidad en su vida, ese comportarse como los demás esperan de ella. Es una imagen ante el espejo que no cuadra con su tristeza y sus penas interiores. Es un cambio demasiado significativo como para no darle la suficiente importancia.

Las chicas con vestido

Diremos que las chicas que acostumbran a llevar vestidos, con base en la mentalidad que le suponemos a Jessica, son chicas femeninas, felices y algo coquetas. Son chicas con las que en ocasiones se cruza por la calle y quizá la miren con cierta contrariedad por su peculiar combinación de prendas.

Las chicas con vestido parecen que llevan una vida perfecta, que irradian felicidad y no se avergüenzan ni tienen nada que esconder; les gusta sentirse el centro de atención o al menos no demuestran excesivo reparo en que se las considere, aunque se comporten como si tanta atención no fuera con ellas.

Seguro que las chicas que llevan vestido acuden a clases de Spanish con normalidad y son capaces de mantener una conversación fluida en español. Cuando han recibido sus calificaciones de final de curso 1993-94, han conseguido muchas y muy buenas calificaciones en todas las asignaturas. Si no acuden a los campamentos de verano es porque sus padres las llevarán de viaje a lugares maravillosos.

Es más, seguro que las chicas que se ponen vestidos tienen alguna idea y ningún reparo en admitir que saben dónde se encuentra Toledo si lo buscan en el mapa de España. No tienen reparo en presumir de ello y que los demás les aplaudan por ello.

Sin embargo, cuando Jessica se pone un vestido, lo hace casi a escondidas, sin que nadie se entere. Es su secreto. Aunque, a diferencia de las prendas conseguidas por medio del trapicheo con los chicos, no importa tanto que Monica y Ana sepan que tiene alguno en el armario y menos después del cambio de dormitorio.

Se puede decir que son Monica y Ana las primeras que le animan a que incluya algún vestido entre su ropa y se lo ponga de vez en cuando, cuando la ocasión lo requiera o como en ocasiones como esta, cuando le apetezca, aunque esta vez tenga la sensación de ser un tanto desinhibida con tanta frescura. De todos modos. Se encuentra sola en su dormitorio, no hay chicos a la vista ni posibilidad de que la vean.

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