Día de recogida

Introducción

Friday, June 23, 1995 (08:00 AM)

Tal vez lo peor de días como éste no es tanto el jaleo que se monta como la presencia de gente, las familias de acogida, quienes vienen a recoger a las niñas, sino que se saltan un poco la norma de que no deben subir a los dormitorios. Hoy todo el que venga lo hará con intención de ayudar, de centrar toda su atención en su niña de acogida.

Lo normal es que la vida en el St. Clare’s sea tranquila. Son las niñas quienes se alborotan y las tutoras, o las voluntarias que les ayudan, quienes se hacen cargo de que la situación no se desmadre más de lo debido.

Pero, ¿qué es un hogar para niñas sin gritos, portazos, carreras por los pasillos, llantos repentinos, peleas por todo y por nada…? Sin contar a esa niña que de pronto desaparece porque no le gusta que la controlen o necesita llamar la atención de alguna manera para que le hagan caso.

Niñas del St. Clare’s

Sólo con escucharlo, es que dan ganas de solicitar un puesto como cuidadora, porque tienes asegurado que los días y muchas noches van a ser de lo más amenos y entretenidos. Que, si la paciencia con la que hay que armarse no está pagada, aquí, con quince niñas de entre 3 y 14 años, no tiene precio.

Sorprende que Monica, la tutora que ya es una institución en sí misma, porque tan solo ella sabe cuándo llegó, y eso que Jessica lleva aquí toda la vida. Para Ana ha sido su sexto curso y aún parece dispuesta a quedarse un poco más, que no ha tenido suficiente. Parece que se irá Jessica antes que ella y que ésta, si se lo permitieran, no se iría nunca. Al menos hasta que no haya noticias de su padre, de su «Daddy».

Jessica con 14 años

Un mundo casi perfecto

En este ambiente casi perfecto, donde todo el mundo sueña con la paz y la armonía, con poder disfrutar de más de dos segundos seguidos de tranquilidad, porque las niñas tienen facilidades para conseguir que eso sea una auténtica utopía, no mejora en absoluto cuando llega el día en que comienzan las vacaciones.

Nadie sabe del jaleo que se puede llegar a tener en una estación de metro en una gran ciudad, en hora punta, con cientos de miles o varios millones de personas queriendo acudir al trabajo todos a la vez, hasta que no ha pasado por la experiencia y la vivencia de un día de recogida de niñas en el St. Clare’s Home for Girls.

Lo habitual, la norma, es que nadie suba a las habitaciones, que quienes vienen a visitar a alguna de las niñas se quedan esperando en el vestíbulo de la entrada hasta que la niña en cuestión tiene a bien dejarse ver, si es que no ha salido huyendo por la puerta de atrás o se ha escondido, cerciorándose de que no la encuentre ni la casualidad. La espera se puede eternizar hasta el aburrimiento, hasta perder todo el interés.

Sin embargo, el día de recogida, en este primer día de vacaciones, casi como si de manera premeditada, las familias de acogida y los responsables del campamento de verano parece que se han puesto de acuerdo para presentarse todos a la vez. Así, a mogollón, como si Monica y Ana no se vieran ya lo bastante superadas y deseosas de que este momento pase en un visto y no visto.

La gente no se queda en el vestíbulo, ni aún menos en la calle, donde con tanto coche resulta imposible aparcar a menos de una eternidad a la redonda, sin que nadie gestione el aparcamiento y sin que este atasco monumental evite el habitual tránsito de vehículos, a excepción del autobús escolar, porque las clases ya se han terminado.

School bus pasando por delante del St. Clare’s// imagen 3D

Además, como las niñas se marchan cargadas de maletas, como si no fueran a regresar, aunque la mayoría lo hará a mediados o finales de agosto, siempre hay más de un padre dispuesto a echar una mano y, con el jaleo que hay por toda la casa, no les puede impedir que suban hasta los dormitorios. Las maletas pesan como si les hubieran metido un elefante y las niñas son niñas.

Photo by Dids . on Pexels.com

El trastero

Mientras tanto, el trastero es un remanso de paz. Nadie se va a acercar por allí, en caso de que haya algún padre o madre de acogida que conozca el camino. Está en el anexo de la casa, sobre el garaje, y la primera puerta que hay que cruzar es la del despacho. Después, esa puerta que lleva a ese frío y casi tétrico pasillo, casi oscuro, de no ser por la bombilla que cuelga del techo.

El trastero es como un mundo aparte, desconectado de la realidad del resto de la casa. Que, si te quieres esconder para que no te encuentren, es casi la única opción, porque es como si el resto del mundo se olvidase de tu existencia.

Lo que aquellos que son ajenos a la casa ignoran es que, al final de ese pasillo, lo que hay es un dormitorio, el dormitorio de una adolescente, algo que casi nadie se imaginaría. Sí, en su momento fue el trastero, el cuarto de aislamiento o de castigo según lo necesitara la afectada. Pero ahora es el dormitorio de Jessica, su escondite, donde no la molestan ni ella hace por molestar.

Una mañana como ésta, y casi desde que Ana tuvo la ocurrencia de convertir este rincón de la casa en un dormitorio, salvo que haya que ir al colegio o a misa los días de precepto, lo más fácil es que Jessica se encuentre ahí, sin la tentación de escaparse al parque a jugar con los chicos y evadirse de su realidad.

Una de las buhardillas del trastero // imagen 3D

Esta mañana la atención la acaparan las demás niñas, porque es día laborable y el trámite de llevárselas de vacaciones, cuanto antes mejor, porque así Monica y Ana tienen tiempo de organizarse el resto del día. Hay que limpiar, hay que cerrar el expediente del curso… Hay que subir a comprobar que Jessica ya se ha despertado.

Jessica en pijama, en su dormitorio// Copilot designer

Origen