Introducción
Friday, June 23, 1995. Vuelo BOS-PHL 1779 (04:00 PM)

Jessica: ¿No me dirás dónde vamos? —le pregunto por si esta vez me contesta.

Ana: Dormiremos en el avión. – Me responde. – Pero no hace falta que te pongas el pijama. – Me indica. – Supongo que, tal como, vas a estar bastante cómoda.
Ana sigue sin responder a la gran pregunta. Este primer vuelo terminará en el aeropuerto de Filadelfia, pero no será el final del viaje ni tampoco una parada larga; no habrá tiempo para visitar la ciudad. Se puede decir que ni siquiera para darse una vuelta por el aeropuerto, para entretenerse. Tan solo para bajar del avión, ir a la terminal de salidas, hacer los correspondientes trámites y subir al siguiente avión con rumbo desconocido.
Resulta que los aviones vuelan durante la noche. Habremos de confiar en que el piloto no se desoriente en pleno vuelo y acabe aterrizando en una isla perdida en medio del océano y sin posibilidad de comunicación o teniendo un aterrizaje forzoso en medio de una zona desértica extensa y despoblada. Durante el día se guían por la luz del sol, pero durante la noche serán la luna y las estrellas, como los barcos.

Jessica: ¿Hay camas en el avión? —pregunto extrañada e intrigada.

Ana: —¡Cómo se nota que no te has movido mucho del St. Clare’s! —me responde con complicidad. – Aunque no te lo creas, los aviones también vuelan por la noche, pero no, no llevan camas para los pasajeros, tan solo asientos reclinables. —Me explica. —Cuando seas rica y tengas un avión privado, lo tendrás a tu gusto.
Las noches son para dormir.
En el St. Clare’s, cuando anochece, la norma es cenar y acostarse. Nada de irse por ahí de paseo y menos aún montarse en un avión que no saben a dónde va. La hora de acostarse es la hora de ponerse el pijama y meterse en la cama hasta la mañana siguiente. Tan solo se tiene que escuchar a aquellas que de verdad necesiten algo, que tampoco es cuestión de aguantarse el dolor.

Ahora que han dejado atrás el St. Clare’s durante dos semanas, las normas cambian. Esta noche, por lo menos esta noche, lo de irse a la cama, parece que no será necesario, que tampoco habrá que preocuparse por sacar el pijama de la maleta. Sobre todo porque el pijama va dentro de la maleta y la maleta en la bodega de equipajes. Si es que con esto del transbordo, no han de ser Ana y Jessica quienes hagan el traslado.
Además, en los aviones se ha de dormir sin pijama. Se puede estar con prendas frescas, aunque a Jessica le resulte algo incómoda esta frescura. Ella se vistió así con idea de quedarse en su dormitorio, de no moverse de la casa, no para andar recorriendo medio mundo en avión y menos aún con idea de tener que dormir así vestida.
De hecho, cuando las demás chicas del St. Clare’s se van a pasar el fin de semana con sus familias de acogida, se llevan el pijama; al menos es casi seguro que disponen de alguno, pero la primera vez que Jessica tiene que pasar una noche fuera, se encuentra con que ha de pasar toda la noche con lo puesto y rodeada de desconocidos.
Ya sabemos que ella tiene sus trucos o manías para dormir, pero como estamos en verano, tampoco es algo que ahora mismo le haya de inquietar. Tan solo le queda la opción de resignarse y confiar en que Ana sabe lo que hace, a dónde van y cómo se ha de actuar en estas circunstancias.
Lo de volar por la noche no implica que se vaya a organizar una fiesta de pijamas en el avión, dado que no conocen a nadie y Jessica tampoco se siente con ánimos para mostrarse demasiado simpática. Si hubiera sabido que esa noche estaría en un avión, habría sido algo más selectiva con su vestuario.
Quede claro que Jessica no tiene ningún interés en que se organice una fiesta de pijamas. Tan solo que se le hace raro eso de que los aviones vuelen durante la noche. Bendita ingenuidad. Es un reflejo de su contrariedad ante los acontecimientos.
Las noches son para dormir, para pensar en el día de mañana y descansar, para creer que los sueños se pueden hacer realidad y el suyo es llegar a encontrarse con su padre, que alguien encuentre alguna pista o evidencia de que se trata de alguien real, no de simples divagaciones sobre unos datos a los que no se les concede la suficiente credibilidad ni consistencia.
En su caso, esta noche ese dormir habrá de ser en ese vuelo cuyo destino desconoce. que si fuera a casa de su padre, de su Daddy, el nerviosismo, la impaciencia, no la dejaría dormir, la mantendría desvelada hasta el último momento y sería como si no necesitara que nadie le organizase una fiesta para sentirse dentro de una.
Si se dirigieran a un lugar que nada tiene que ver con su historia personal, aunque en el avión se llegara a montar una fiesta de pijamas de verdad, a Jessica le daría lo mismo, porque no querría participar de esta y optaría por dormir, por acurrucarse en su asiento, para evadirse.
Los pijamas que se le han proporcionado en el St. Clare’s a lo largo de estos años no han sido pensados para que ella se los ponga si tiene que volar. De hecho, como su costumbre y mentalidad es la de no ir a ninguna parte, el concepto de «pijamas para Jessica» dentro del presupuesto tampoco es muy elevado. La única tranquilidad al respecto es que tampoco tiene ocasión ni sentido que trapichee con estos en el colegio.

Origen
- Esperando a mi Daddy. Friday, June 23, 1995
- Reflexiones personales

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