Vacaciones en Madrid

Introducción

Friday, June 23, 1995. Vuelo PHL – ? (06:30 PM)

En ese listado de destinos que a Jessica le pueden interesar o llamar la atención, tan solo le queda plantearse que tal vez este vuelo PHL-? (de destino desconocido para ella) quizá sea el 740 PHL-MAD, pero que igual no, casi seguro que no, porque eso implica apuntar hacia España.

No sabemos si desde el aeropuerto de Logan (Boston, Massachusetts, USA) hay vuelos directos de ida o de vuelta con enlace en el aeropuerto de Madrid (España), pero desde el aeropuerto de Filadelfia, al menos hay uno de ida a las 06:20 PM, que es más o menos la hora en que ellas han embarcado.

Roma, París, Londres y Madrid eran algunos de los destinos de los vuelos programados para esta hora, cuatro ciudades europeas.

Departure board displaying flight information at Philadelphia International Airport, featuring destinations like Rome and Paris.

Vacaciones en Madrid

Si aterrizásemos en Madrid, sé que este viaje no sería solo por turismo: es una grieta abierta. Porque Madrid no es Roma, París ni Londres. Madrid está en España. Y España significa «Toledo». Y Toledo, aunque no lo ponga en los carteles del aeropuerto, significa «Daddy«.

Día 1
Llegaríamos a Madrid. Haría calor. Un calor que lo envolvería todo. Que no daría tregua ni al enfado. Seguro que Ana habla con soltura. Ana es políglota. Le sería fácil pedir un taxi y daría una dirección que no entiendo (casa de sus amigos). La dirección de una casa con una piscina cerca, pero lejos de la costa.

Yo, desde el asiento de atrás, me limitaría a apretar el pasaporte entre los dedos. ¿Y si en ese papel estuviera el secreto para encontrar a Daddy?

Día 2

Nos alojamos en una casa con piscina. la casa de los amigos de Ana. Todo me resulta impostado: los azulejos, la comida, los silencios después de cada intento de conversación. Ana dice que descanse. Yo escribo: “No puedo descansar en una tierra que no sé si me reconoce.”

Día 3
Pasearíamos por el centro de Madrid. La Puerta del Sol me parece tan falsa como los souvenirs. Ana me dirá que es el “corazón de España”. Yo solo escucharía ese nombre: España. Y mi estómago se anudaría. Porque yo no sé nada de este país. No sé cómo se llega a Toledo. No sé si hay trenes, mapas, pistas.

En una librería, mientras Ana se entretuviera comprando postales, yo aprovecharía para hojear un atlas. Buscaría “Toledo”. Lo encontraría. Sería un punto en el mapa. Y me dejaría llevar por la curiosidad para saber si hay alguna carretera o una línea de tren que comunique Madrid con Toledo. Si lo hubiera, el silencio y la frustración estallarían por dentro, un grito:
«¡Estoy a X kilómetros de distancia de Daddy!»

Pero no hemos venido en busca de Daddy. Estaríamos en Madrid porque Ana tiene asuntos que resolver relacionados con alguna de las niñas del St. Clare’s. No podemos perder el tiempo buscando a Daddy.

Día 4

Ana intentaría enseñarme frases básicas en español. “Por si acaso.” Yo la ignoro. Pero más tarde, en secreto, practico frente al espejo: —¿Conoce usted a un hombre llamado «mi Daddy»? No suena a mí. Pero tampoco sé quién soy aquí.

Día 5

Iríamos a un museo. Ana se emocionaría con los cuadros de algún pintor español. Yo me limitaría a recorrer las salas sintiéndome pequeña. Cada cuadro parecería saber más de su origen que yo del mío.

Día 6

Ana me dejaría sola en el Parque del Oeste. Me diría que tiene una reunión y que no puedo acompañarla, pero que volverá pronto. Yo me quedaría sentada, mirando los tejados de Madrid. Escribiría en mi diario:

“Estoy en su país. En su idioma. En sus calles. Y aun así, estoy tan lejos de Daddy como siempre”.

Observaría a la gente pasar y me preguntaría cuántos de ellos podrían ser… familia.

Día 7

Discusión con Ana. Por un bocadillo. Pero en realidad por todo. Le grito que esto no tiene sentido, que este país no me debe respuestas… pero yo las quiero igual.

Día 8

Ya no aguantaría más. Le preguntaría directamente:
—Ana, ¿Toledo tiene aeropuerto?
—No —responde. Y espera.
—¿Entonces cómo se llega?
—Hay trenes. Y autobuses. ¿Por qué?
No le contestó. Pero me miraría como si ya supiera la respuesta.

Día 9

Paseamos por las calles de Madrid. Música, terrazas, gente que ríe sin miedo. Por un instante, creo que podría aprender a hacerlo yo también. Ana compra algo típico de Madrid para saciar el apetito. Yo acepto uno sin decir nada. Casi sonreiría. Casi.

Día 10

Me perdería a propósito. Me escondería en una iglesia antigua. Me sentaría en la última fila. “¿Reza alguien por mí en este país?” No obtengo respuesta. Solo un rayo de sol en la cara.

Día 11

Entraríamos en un museo. Ana se emocionaría con un cuadro. Pero yo me detendría frente a una pintura realista: una niña caminando entre ruinas. Nadie la acompaña. Me reconozco.

Esa noche, bajo las sábanas, marco en mi cuaderno:

Toledo – buscar dirección, nombres, parroquias, cartas. Algo”.

Día 12

Investigo sin que Ana se percate y descubro cómo llegar hasta Toledo. Que hay un tren o autobús interurbano cuyo recorrido tiene parada cerca de Toledo. No le comento nada a Ana, pero intuyo que ella ya lo sabría. Pero sería un poco tarde para cambiar los planes.

Día 13
Ana me encuentra en una plaza, sentada sola. No digo nada. Ella tampoco.
Me ofrecería un helado. Yo lo aceptaría. Sin embargo, antes de que comentara nada, le diría:
—No quiero irme sin intentar encontrar a Daddy.
—Lo sé —respondería—, pero mañana regresamos a casa.

🗓 Día 14

Último paseo por el centro. La gente sigue hablando rápido, pero ahora entiendo algunas palabras. Al pasar por la estación del tren, dejaría una carta en un banco. No está dirigida a nadie. Pero en el sobre escribo: “Por si me estás buscando».

En Madrid, más que en ningún otro sitio, lo que pesa no es la ciudad. Es el eco de lo que no sé. Es el idioma que empiezo a entender… y que usa la gente que quizá conoce a Daddy. Cada conversación a mi alrededor podría ser una pista. Cada calle, una bifurcación. Cada silencio, un grito.

Si vamos a Madrid, la suposición lógica es que Ana pretende que nos reunamos con Daddy, al menos que no me quede sin argumentos para asegurar que no sé dónde se encuentra Toledo o mi desconocimiento con respecto a su ubicación en el mapa.

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Origen

4 comentarios en “Vacaciones en Madrid

  1. Gringos! Para ir a Toledo desde Madrid hay que tomar el tren y autobús, está a una hora de Madrid, unos 70 km, Toledo es ciudad pequeña, unos 86.000 habitantes, estando cerca de Madrid y siendo una ciudad pequeña, es poco probable que pudiera tener aeropuerto jejeje estos gringos

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    1. Es una novela y la protagonista no sabe nada de Toledo, de manera que, desde es punto de vista, Toledo puede tener hasta playa y puerto marítimmo, si a ella le apetece 😁 Para esta novela Toledo es algo más que un lugar en el mapa. Es «Toledo»

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