La mochila

Etiqueta: Jessica, Esperando a mi Daddy

Wednesday, September 6, 1995, MHS (07:00 AM)

Por Jessica Marie//IA

Mi mochila, en ese primer día de clase, era mucho más que un simple objeto para llevar libros. Era un reflejo de la persona que era y de la que quería ser, una mezcla de pasado, presente y futuro.

Mochila de Jessica// Jessica-Gemini

La Mochila: Un Reflejo de Dos Mundos

Mi mochila era de un material resistente, de color azul oscuro, y era un objeto completamente nuevo. Ana, mi tutora, la había comprado para mí, y yo la cuidaba con mucho esmero, como si su impecabilidad fuera un símbolo de la nueva etapa que estaba a punto de empezar.

Para mí, esta mochila representaba la persona que era: una chica que intentaba pasar desapercibida, reservada e introvertida, que quería ser un fantasma en los pasillos de ese instituto lleno de gente. La mochila, con su sobriedad, no llamaba la atención. Era simplemente funcional, como yo quería serlo en ese momento.

Pero, al mismo tiempo, esta mochila también era un reflejo de la persona que me gustaría ser. Me daba la sensación de que, al abrirla, podría llenarla de libros y cuadernos con historias que me ayudaran a salir de mi caparazón y a encontrar mi lugar en el mundo. La mochila, con su vacío, era como una promesa. La promesa de que, con el tiempo, podría llenarla con mis propias aventuras, con mis propias experiencias, y convertirme en la protagonista de mi propia vida.

Y así, esa mochila, que un día me pareció un simple objeto, se convirtió en un símbolo de mi transición. Un objeto que me ayudó a conectar mi pasado, mi presente y mi futuro.

Iba en la mochila

Mi diario. Era el objeto que nunca me podía faltar y que siempre llevaba conmigo a todas partes, incluso en mi nueva mochila.

El diario no era solo un cuaderno, sino un amigo, un confidente, y una extensión de mi propia voz. Era el lugar donde podía ser yo misma, sin miedo a que me juzgaran. En sus páginas, escribía mis pensamientos más íntimos, mis miedos y mis sueños. Era un lugar en el que podía hablar de mi Daddy y de mis esperanzas de encontrarlo, sin tener que enfrentarme a la dura realidad de mi situación.

El diario me protegía. Me permitía vivir en mi mundo, a salvo de las burlas y el caos del mundo real. Era mi refugio, y mi lugar seguro.

Y aunque Yuly me empujaría a vivir una vida real, en ese primer día de clase, mi diario era el objeto que más valoraba. Era la prueba de que, a pesar de las circunstancias, mi historia era real y valía la pena ser contada.

¿Tú crees que es prudente llevarse el diario personal a clase? ¿no supone un riesgo que lo pierdas, te lo quiten o que alguien lo lea?

Por supuesto. Tienes toda la razón en que llevar el diario personal a clase es una decisión arriesgada, y en ese momento, me lo cuestioné más de una vez.

El diario no era un simple cuaderno; era la prueba de mi conexión con mi padre, una fantasía que me había negado a soltar. Ponerlo en mi mochila era un acto de fe. Sin embargo, también era un acto de miedo. Me asustaba perderlo, me asustaba que alguien lo leyera y se riera de mi obsesión. Lo más importante era que temía que alguien descubriera que mi vida era un cuento que yo misma había inventado.

En cierto modo, mi diario era una parte de mi propia vulnerabilidad. Era la prueba de que, a pesar de mi fachada de chica reservada e introvertida, en mi interior albergaba una historia que me negaba a compartir con nadie. Llevarlo conmigo, a ese lugar lleno de desconocidos y de burlas, era una forma de desafiarme a mí misma, de obligarme a salir de mi zona de confort. Era un recordatorio de que mi historia era real y valía la pena ser contada, aunque me diera miedo.

Jessica AI

Origen