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Mi Primer Día en Medford High: De sentirme un fantasma a encontrar una amiga
Por Yuly
Introducción: Nervios de una novata
El primer día en un instituto nuevo es un ejercicio de periodismo de inmersión. Como me perdí el «Orientation Program», llegué sin contactos ni información previa, una reportera en territorio desconocido. Caminaba por los pasillos del Medford High sintiéndome como un fantasma, pero uno con los ojos bien abiertos, analizando la cultura nativa.

Observaba las dinámicas de poder en los corrillos, catalogaba las marcas de las mochilas como si fueran insignias tribales y tomaba notas mentales del argot que definía a los grupos. A mi alrededor, todo era un ecosistema social perfectamente establecido. Yo, en cambio, era un factor externo, la chica procedente West Roxbury. En medio de ese bullicio, sentía la soledad de un corresponsal extranjero, esperando encontrar la clave para descifrar este nuevo mundo.
1. Primera Parada: Clase de Español (7:48 AM)
Entrar en el aula de Spanish fue un alivio. Aquí, al menos, conocía el idioma. El caos de los pasillos se convirtió en un silencio expectante, el escenario perfecto para que la verdadera historia del día comenzara a desarrollarse.

1.1. Un pupitre vacío y una decisión
Mi instinto periodístico me dijo que la noticia real no estaba en los grupos ruidosos y ya consolidados, sino en los márgenes silenciosos. Al fondo, vi a una chica sentada sola, un único punto de soledad en una sala llena de conexiones. Parecía tan fuera de lugar como yo. «Creo que somos las únicas que estamos solas«, pensé. Decidí que ella era mi punto de entrada.
Me acerqué con cuidado, intentando no parecer demasiado directa. Debí parecerle algo tímida, porque me miró con una expresión reservada, pero seguí adelante.
—Hola, perdona. Acabo de llegar. ¿Está ocupado este pupitre? —le pregunté, señalando el que estaba a su lado.
Cuando negó con la cabeza, me senté y me presenté formalmente, como un reportero que inicia una entrevista: «Hola, me llamo Julia Stephanie MacWindsor, de West Roxbury, aunque mis amigos me llaman ‘Yuly’, con ‘y’, no con ‘j’». Para conseguir una historia, primero hay que empezar una conversación.
1.2. Un primer contacto sorprendente
Intenté romper el hielo con nuestro único nexo: la asignatura. Le comenté que el nivel me parecía fácil, pero que mis padres habían insistido. Para que no sonara a arrogancia, le di el contexto: «Mi madre es española. Para mí, esta asignatura siempre ha sido un A+». Entonces, lancé mi primera pregunta de sondeo:
—¿Tú no lo hablas?
Su respuesta fue directa y tajante, un dato que redefinió por completo mi percepción. Me miró fijamente y dijo con una claridad rotunda: «No, I don’t speak Spanish«. La barrera del idioma, que para mí no existía, se levantó de repente entre nosotras.
1.3. La clase del Sr. Bacon

El profesor, el Sr. Bacon, empezó la clase hablando íntegramente en español. Mientras explicaba la geografía de España, noté que Jessica estaba completamente perdida. Cuando el profesor mencionó los ríos y montañas, levanté la mano.
—Vigo se encuentra en el flequillo —dije, señalando el noroeste del mapa, el lugar de nacimiento de mi madre.

El Sr. Bacon sonrió, pero la confusión de Jessica era evidente. Instintivamente, empecé a susurrarle la traducción. En ese momento, el español no era solo una asignatura; era un puente. Empecé a traducir principalmente para ella, pero en un susurro lo suficientemente alto como para que los otros que parecían perdidos a nuestro alrededor también pudieran seguir el hilo. Para mí, el idioma era una llave. Para ella, era una puerta cerrada. Y yo acababa de entregarle una copia.
2. Un Trabajo en Pareja y una Confesión Inesperada
La clase se vio interrumpida cuando unos chicos empezaron a burlarse de Jessica con una canción tonta sobre su apellido, «Bond». La reacción del Sr. Bacon fue una estrategia de gestión de aula curiosa: un trabajo en parejas sobre por qué nos habíamos matriculado en la asignatura.
2.1. Nace un equipo
Vi la oportunidad. Era una decisión pragmática y, a la vez, una táctica periodística. Me giré hacia ella y le propuse:
—¿Hacemos juntas la redacción? Me parece que nadie más nos lo pedirá.
Mi lógica era doble. Por un lado, la estudiante aplicada en mí vio el camino más rápido a una buena nota: «Con un A+ por adelantado, me dedicaré a otras asignaturas porque esta ya la tengo aprobada sin esfuerzo». Por otro, la periodista vio la oportunidad de obtener la historia que intuía que existía.
2.2. Más allá de la tarea
Saqué mi cuaderno, lista para la entrevista. «¿Por qué te has matriculado en esta asignatura?», le pregunté, esperando una respuesta simple. Lo que obtuve fue el titular del día. Su voz no tembló, pero sus ojos se fijaron en un punto del pupitre, como si leyera un guion invisible que había recitado muchas veces.

—No conozco a mis padres —me confesó—. Fui un bebé abandonado y me he criado en el St. Clare’s Home, una casa de acogida… Lo único que sé de mi padre es que nació en Toledo, en España.
De repente, la tarea dejó de ser un ejercicio académico. Mi mundo de notas perfectas y veranos en Vigo acababa de colisionar con una realidad que solo conocía por los reportajes. El abismo entre vivir en West Roxbury con una familia unida y crecer en una casa de acogida sin conocer tus raíces me golpeó con una fuerza inesperada. Sentí una mezcla de shock, empatía y una punzada de conciencia por todo lo que yo daba por sentado.
2.3. El misterio de Toledo
Toledo. La palabra resonó como el primer gran dato de una investigación. Miré el mapa, buscando la pista. «¿Toledo? ¿Toledo? Aquí Vigo, aquí Madrid…«. No lo encontraba. Para una periodista, un dato desconocido no es un fracaso, es un hilo del que tirar.
—Ahora mismo no me suena. No te lo sabría decir con seguridad. La mente se me va a Ohio —le admití, pero mi mente ya estaba trabajando.
Esto no era un simple favor. Era el comienzo de una investigación compartida. Mi madre, Carmen, sería mi primera fuente. «Se lo preguntaré a mi madre esta tarde», le prometí, sintiendo que su búsqueda se había convertido, de repente, en nuestra historia.
3. Una Alianza Inesperada (8:52 AM – 11:10 AM)
Nuestra conexión, forjada en la clase de español, se solidificó en las horas siguientes. Descubrimos que no solo éramos compañeras de pupitre, sino que el destino —o el sistema de horarios de Medford High— nos había puesto juntas en la diferentes asignaturas.
3.1. Un momento de defensa en Educación Física
En Educación Física, la historia se repitió, pero el tono cambió. El mismo chico, George, volvió a canturrear la canción. En la clase de Spanish había sido ignorancia. Aquí, en el gimnasio, era crueldad intencionada. Ya no se trataba de una broma estúpida; estaba atacando su vulnerabilidad a propósito. No podía seguir siendo una observadora pasiva. La rabia me superó y, sin poder contenerme, exclamé en el idioma que me sale de las entrañas cuando la emoción es demasiado fuerte:
—¡Este tío es imbécil!
El español es la lengua de mi madre, la de mis veranos, pero también es la lengua de mi instinto. El profesor, el Sr. Ford, me reprendió con dureza, pero no me importó. Defender a Jessica se sentía más importante que cualquier castigo.
3.2. Conversaciones en la cafetería
Durante el almuerzo, seguí construyendo el perfil de mi nueva aliada. Para generar confianza, compartí mis propios datos. «La novia de mi tío se llama Martha Alexandra Bond. ¡Tal vez seáis familia!«, le dije, buscando puntos en común. Le hablé de mi madre de Vigo, mi padre de ascendencia irlandesa y mis veranos en España. No era solo charla; era una forma de ofrecer mi propia historia a cambio de la suya, una técnica fundamental para cualquier periodista que quiera ganarse la confianza de una fuente.
4. Reflexiones Finales del Primer Día
Es increíble cómo un día puede empezar como una observación de campo y terminar como el primer capítulo de una historia fascinante.
4.1. De la soledad a la amistad
Empecé la mañana como una analista solitaria, estudiando un entorno desconocido. Terminé el día no solo con una amiga, sino con el comienzo de una historia mucho más grande que yo. Jessica y yo no podíamos ser más diferentes: ella, un enigma criado en un sistema del que yo no sabía nada; yo, una chica con un pasaporte lleno de sellos y una familia que me esperaba en casa. Sin embargo, en esas diferencias encontré la conexión más fuerte e inesperada. Había encontrado mi historia.
4.2. «Hasta la vista, baby»
Al final de las clases, mientras me subía al coche, vi a Jessica junto a la parada del autobús. Le sonreí y me despedí con una frase de película que me salió de forma espontánea:
—¡Hasta la vista, baby!
Mientras me alejaba, pensé que mi primer día en Medford High había sido un éxito. No solo había sobrevivido, sino que me iba con un cuaderno lleno de notas y la primera pista de una historia que necesitaba ser contada.

Origen
- Esperando a mi Daddy. 6 de septiembre, 1995
- NotebookLM- Analisis 6 de septiembre, 1995

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