El chico bromista

Etiqueta: Esperando a mi Daddy

Friday, September 6, 1995. (08:58 PM)

Resulta que ahora hacer una broma es un crimen de estado

Por George (personaje)

Otra clase «interesante»

Ahí estábamos, en Educación Física, que se supone que es para sudar un poco, pero no. Hoy, el primer día, tocaba sermón. El profesor, Mr. Ford, se puso a soltar el rollo sobre temas de salud. Para empezar bien la mañana, el tío ya le había llamado la atención a Yuly y a la rarita de Jessica, que estaban de cháchara. Les suelta: «A ver, las cotorras», y las manda callar. Se queda tan pancho, pero luego el problema soy yo. Se ve que aquí hay doble rasero.

En fin, que el profe sigue con su charla y, al llegar a la parte de «relaciones» y «sexualidad», se apresura a aclarar que no íbamos a tener que hacer «nada raro», que todo iba a ser pura teoría. ¡Vaya, qué alivio! Otra clase para morirse del aburrimiento.

Cuando intentas animar un poco el ambiente

Viendo el percal, con todo el mundo medio frito, decidí que alguien tenía que hacer algo para salvar a la clase del coma colectivo. Así que, cuando Mr. Ford terminó su aclaración sobre que no habría prácticas, no me pude aguantar y solté lo primero que se me pasó por la cabeza para romper el hielo:

«¡Lástima, ya le había echado el ojo a alguna!»

Era una broma, ¿vale? Para que la gente espabilara un poco. Pero claro, en este sitio no se puede tener iniciativa.

La reacción exagerada de Mr. Ford

Pues parece que al profesor no le hizo ni pizca de gracia. El tío salta como si le hubiera mentado a la madre y me echa una bronca de campeonato. Con voz de sargento, me suelta un: «¡Ese tipo de comentarios, ni en esta asignatura ni en ninguna parte!». Y a partir de ahí, mi broma se convirtió en una charla moralista sobre el respeto, las estadísticas y el acoso. El numerito que montó por una tontería.

Claro, intenté defenderme. Le dije: «No, no he dicho nada sobre el acoso». Porque es la verdad. Pero nada, él a su bola, convirtiendo una chorrada en un juicio. Me ordenó que me guardara los comentarios y que diera ejemplo. Ejemplo, dice. Menudo flipado.

La música amansa a las fieras (o no)

Como vi que ya había perdido suficiente tiempo con el sermón, decidí pasar del tema. Me puse a canturrear una canción por lo bajo, a mi aire, para ignorar la chapa que estaba soltando.

«♫You can give it to me when I need to come along♫»

Estaba en mi mundo, sin meterme con nadie. Pero, por lo visto, hoy todo sentaba mal.

Y entonces, saltó la «cotorra»

De repente, una de las «cotorras» a las que Mr. Ford había mandado callar antes, la Yuly esta, va y salta como un resorte gritando algo en español. A saber qué mosca le picó, pero se le entendió perfectamente:

«¡Este tío es imbécil!»

Mr. Ford, que no se le escapa una, se giró y le preguntó qué había dicho. La tía se puso hecha un flan, balbuceando que nada, que no había dicho nada. Vaya escena. Al final, el profe le metió un corte de los buenos, amenazándola con mandarla a la sala de castigo. Se ve que hoy no era el único que estaba en su punto de mira.

Conclusión: La gente se ofende por nada

En fin, que por intentar que la clase no fuera un coñazo, casi acabo en La Haya. Está claro que en este insti el sentido del humor brilla por su ausencia. Allá ellos con sus dramas.

A otra cosa, mariposa.

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