De Compañeras a cómplices

Etiqueta: Esperando a mi Daddy

Friday, September 6, 1995. (08:58 PM)

De Compañeras de Pupitre a Cómplices Inesperadas

Por Jessica

Pensaba que una vez finalizada la clase de Español, Yuly se encaminaría a su siguiente asignatura y yo haría lo mismo. Sin embargo, sin necesidad de decirnos nada, nos dimos cuenta de que ambas llevábamos la misma dirección. Resulta que también compartimos la clase de Educación Física. Mi tutora, Ana, pensó que esta asignatura me vendría bien para «despegar la cabeza» después de Español. Lo que ella no sabe es la presión que siento; esa clase es una condición para poder quedarme en St. Clare’s. No esperaba que la presencia de Yuly, mi nueva compañera de pupitre, añadiera una dimensión completamente nueva e imprevista a esa idea.

Yuly

1. Las Primeras Reglas y un Regaño Compartido

Al llegar al gimnasio, nos encontramos con el profesor, Mr. Ford. Desde el primer momento quedó claro que no era un hombre que tolerara murmullos ni distracciones; con él, más vale no ejercitar el músculo equivocado. Mientras Yuly y yo comentábamos en voz baja lo que nos esperaba, su voz nos interrumpió de golpe.

—A ver, las cotorras —nos llamó la atención—. Callaos o, si tenéis algo que decir, compartidlo con el resto de la clase.

—Ya nos callamos —respondió Yuly, cortante pero sumisa.

Nos quedamos en silencio, pero en ese instante, bajo el regaño compartido, sentí que algo cambiaba. Fue el primer momento en que no éramos solo dos chicas sentadas una al lado de la otra, sino dos personas unidas frente a una situación, aunque fuera una tan trivial como esta.

2. El Comentario que Encendió la Chispa

La tensión en la clase no tardó en escalar. Mientras Mr. Ford explicaba la parte del temario sobre relaciones saludables y acoso, uno de los chicos, George, no pudo contenerse.

—¡Lástima, ya le había echado el ojo a alguna! —dijo en voz alta, buscando la atención de todos.

La reacción de Mr. Ford fue inmediata y severa. —¡Ese tipo de comentarios, ni en esta asignatura ni en ninguna parte! —le recriminó con autoridad—. Tanto las chicas como los chicos os merecéis el mismo respeto y no hace falta que seáis parte de las estadísticas en lo malo. Mejor intente respetar a sus compañeras de clase y dé ejemplo de cómo quiere que se le trate.

Pero a George la reprimenda no le afectó en lo más mínimo. Sin inmutarse, giró ligeramente la cabeza en mi dirección. Y entonces lo hizo. Comenzó a canturrear en voz baja, pero lo suficientemente alto para que yo lo oyera, la dichosa cancioncita que ya me habían dedicado en la clase del señor Bacon una hora antes: ♫You can give it to me when I need to come along♫.

Sentí cómo la humillación me subía por el cuerpo. Otra vez. Otra vez ser el blanco de esa burla, convertida en una víctima involuntaria. George no había hecho más que recoger la estúpida broma de los otros chicos y usarla como un arma directa contra mí.

3. La Reacción Inesperada de Yuly

Justo cuando me encogía en mi sitio, deseando volver a ser el fantasma que recorre los pasillos, ocurrió algo que no vi venir. Yuly, que lo había visto y oído todo, no pudo reprimirse más. Visiblemente enfadada, explotó.

¡Este tío es imbécil! —exclamó en voz alta, en un perfecto y sonoro español.

El silencio se apoderó del aula. Mr. Ford, sorprendido por su salida de tono, se dirigió directamente a ella. —¿Señorita, decía algo?

No, nada —respondió Yuly, avergonzada de repente por su arrebato.

El profesor no se lo creyó. —Pues mantenga la boca cerrada lo que resta de la clase o tendrá ocasión de contemplar las vistas del patio desde el aula de castigo —le advirtió.

4. Una Conclusión Silenciosa: Nace la Complicidad

El resto de la clase transcurrió en un silencio tenso. Yo no dejaba de pensar en lo que acababa de pasar. George, con su chulería y su afán de protagonismo, había conseguido lo que quería. Pero Yuly… Yuly había sacado todo el carácter. No se había quedado callada.

Recordé nuestra conversación de apenas una hora antes, en la clase de Español del señor Bacon, cuando ambas concluimos casi al unísono que «¡Los chicos son medio tontos!». Su reacción de hoy no era más que la confirmación de ese entendimiento mutuo que ya se estaba formando entre nosotras.

Y así, en medio de un incidente negativo, surgió algo inesperadamente positivo. Un sentimiento de complicidad con Yuly que iba mucho más allá de ser compañeras de pupitre. Su defensa fue impulsiva y le costó una amenaza de castigo, pero para mí fue algo más. Por primera vez, alguien se arriesgaba por mí, una completa desconocida. En ese momento, dejé de ser un fantasma. Alguien me había visto.

Origen