Lunes, 14 de abril de 2003
Durante estas nueve últimas semanas no me he movido de la ciudad ni cambiado mi rutina de todos los días, ni aunque mis amigas me propusieran que fuera al retiro de marzo. Rehusé porque tenía mis motivos para ello y aparte necesitaba tiempo para mí, para aclararme. Han sido varias semanas de reflexión y búsqueda de consejo sobre todo lo que me ronda por la cabeza. En cierto modo, me siento algo inquieta por esta tranquilidad, dado que ni Manuel me ha escrito ni yo he sentido el impulso de enviarle otra carta. Mi estancia en la ciudad es como mi refugio ante la posibilidad de que un nuevo encuentro o tropiezo suponga una ruptura o el comienzo de algo de lo que no estoy muy segura, dado que, a pesar de las pocas confianzas que ello me inspira, tampoco encuentro razones firmes que rechazasen a Manuel, aunque tampoco que lo coloquen en un puesto de preferencia en mi vida ni en esa situación en la que él querría que le coloque sobre el resto, si es que hubiera alguno más. Me pesa más lo mucho que me callo que todo lo bueno que él me dijera o compartiera conmigo. Siento lo mismo que con Carlos, que en realidad no estoy a la altura de sus expectativas y se convertiría en otra frustración personal.
Me ha llegado la lista con toda la gente que se ha apuntado a la Pascua. Este año me ha tocado ser la responsable de una de las pascuas y los del Consejo esperan que me haga cargo de la distribución de los grupos, aparte daré una de las charlas y ayudaré en todo lo demás. Como de aquí vamos la mayoría, en realidad, es lógico que, si soy la dirigente del grupo, se me haya asignado esa tarea. Lo cual, de momento, no sé cómo haré, pero el miércoles ya ha de estar más o menos perfilado. ¡Vaya una responsabilidad!
De Toledo vendrán cinco, tres chicos y dos chicas. Manuel será uno de ellos. Será la primera vez que coincidamos en algo así y no sé qué pensar al respecto. Mi D. E. me ha aconsejado que no le haga mucho caso, pero es que, después de nuestra charla del otro día, no sé qué pensar. Es un chico que en el fondo tiene su encanto, pero ¡muy en el fondo!, según algunas. De momento, no le pondré en mi grupo, no sea que se piense algo raro al respecto, aunque tal vez debiera darle una oportunidad e insinuarle algo. No lo tengo claro. No quiero complicaciones con una nueva relación que lo más probable es que no acabe en nada o peor de lo que ya está. Somos muy distintos y vivimos muy distantes. Aunque ya sé eso de que para el amor no hay barreras y que tal vez debamos darnos una oportunidad, pero ya sé cómo es él, lo que hemos pasado hasta ahora y no creo que las expectativas sean muy alentadoras. Él está obsesionado conmigo, porque no creo que sus sentimientos tengan otra definición. Hasta ahora ha sido un poco tonto, pero no es mal chico.
Si coincidiéramos en un campamento la situación sería distinta a la Pascua, habría más días y más tranquilidad, no me sentiría tan agobiada ante la expectativa de que coincidamos, pero se trata de la Pascua y estaremos casi en familia, en un grupo pequeño. Por mucho que no quiera, que no me agrade la idea como tal, estaremos juntos la mayor parte del tiempo. Confío que él entienda el sentido de “estar juntos” y no se lo tome muy literal. Tan “juntos” no estamos. Yo voy a la Pascua con mis amigas y espero que él haya escogido esta pascua por sus amistades y no porque venga con aspiraciones románticas, ya que se irá con un palmo de narices y con la sensación de que ha perdido el tiempo. La Pascua no es para eso.
Supongo que, de algún modo, me siento halagada por el hecho de que haya alguien que se interese por mí, aunque asumo que con Manuel he tenido algún que otro desencuentro estos últimos meses y, como le he confesado a alguna de mis amigas: “¡le daría de tortas y me quedaría encantada!”. Sin embargo, después de haber tenido la oportunidad de hablar con él, haberle cantado las cuarenta e intentado que este asunto quedase olvidado, he de admitir que no soy tan fuerte como creía. Como digo, al final creo que le he encontrado su encanto, aunque, tal y como se comportó el otro día, me temo que él no tomará la iniciativa. Supongo que le acobardé, aunque, en realidad, no fuera esa mi intención. Tan solo pretendía que dejase de obsesionarse conmigo o, en caso de hacerlo, que no se escondiera como un cobarde y me lo dijera a la cara, por si se había planteado algo serio al respecto. Lo único que conseguí fue asustarle.
Mis amigas se pasaron un poco de la raya con sus comentarios sobre que había ido al retiro a ver a mi nuevo novio. Después de lo sucedido en el retiro anterior, no era como para que se bromeara con ello. Fui al retiro de febrero porque me apetecía estar con la gente, en realidad, alejada de la rutina. El caso es que el rumor le llegó a Manuel y es posible que eso le cohibiera un poco y durante todo aquel día estuvo bastante prudente. Al final nos quedamos solos y fui yo quien no desaprovechó la ocasión para cantarle las cuarenta. Por suerte, no me dejó plantada en el último momento. No es que a mí me apeteciera demasiado que nos vieran juntos después de todo lo que se había dicho sobre nosotros. Tampoco es que estuviéramos en el grupo como una pareja más, pero no fue tan horrible. Sólo fue la novedad- creo que no me importaría repetirlo-. En cualquier caso, me temo que es mejor no hacerme ilusiones y, sobre todo, que él no se las haya creado ni sea ese el motivo por el que se ha apuntado a esta Pascua.