«La persona afectada por el Síndrome de Asperger muestra dificultades en la interacción social y en la comunicación de gravedad variable, así como actividades e intereses en áreas que suelen ser muy restringidas y en muchos casos estereotípicas.«
Recuerdo que ya desde mi infancia me gustaba escribir, inventaba historias sobre lo primero que se me ocurría. Evidencia de ello son los montones y montones de hojas utilizadas y que se han acumulado durante años. En ese sentido mi interés se ha restringido a esa faceta, a inventarme una realidad distinta a la mía, un mundo donde era todo perfecto, en el que de manera inconsciente, y analizado con posterioridad, en base al conocimiento de mi Asperger, entiendo que, sin pretenderlo, plasmaba en esos escritos, sin poder escapar de mi realidad. Quienes llegaron a leer aquellos primeros textos me decían que le echaba demasiada imaginación y que no eran más que cuentos sin sentido, horas y horas perdidas, montones de cuadernos que al final no han servido para nada más que como un entretenimiento.
El cambio se produjo con un reto o una sugerencia que me hicieron, que ya que me gustaba tanto escribir, lo hiciera sobre mi realidad, sobre lo que conocía y que al menos ello me sirviera de algo. Fueron los años en que empecé a acudir a los psicólogos, porque hasta entonces la peculiaridades de mi carácter se atribuían más a cosas típicas de niños, timidez, a ser un poco retraído, poco sociable. Éstos, en un intento por ayudarme, me preguntaban cómo me veía, qué concepto tenía de mí mismo. La verdad era que no tenía una respuesta clara, hasta entonces no me lo había planteado en serio. Al menos no tanto cómo se esperaba. Tan solo podía decir de mí que no me sentía aceptado por los demás.
Escribir en primera persona, que suele ser mi técnica habitual, al final resulta muy egocéntrico porque es hablar de mí, aunque las situaciones sean inventadas, más o menos autobiográficas. Ante lo cual empecé a crear la figura de un segundo narrador, de otro personaje en mi novelas que hiciera una valoración un poco más objetiva de mis vivencias. Al principio era alguien sin nombre, la versión femenina de mis propias novelas, como sucede en «Silencio en tus labios», donde ese segundo narrador pasó de ser alguien anónimo a través del chat, para convertirse en lo que es en la actualidad, Ana, un narrador con su propia historia independiente de la mía. Alguien que, además de verse afectada por mis ocurrencias, tiene su propia identidad y realidad dentro de la novela.


En la actualidad ese segundo narrador es Jessica en «Esperando a mi Daddy» que parte del hecho de que es el personaje principal, con una historia y una vida independiente de la mía. Las alusiones a mí se hacen desde la distancia y el desconocimiento, como alguien que puede ser tan perfecto como la imaginación le permita o por el contrario tan frustrante como el hecho de ser alguien a quien se desconoce por completo.
¿Doble personalidad? ¿Problemas con mi identidad? Más bien, esa idea que he tenido del síndrome de Asperger o de mi propia realidad cuando he tomado consciencia de ésta. Como afectado por el Asperger mi mundo fluye entre dos realidades que pretenden ser una sola. Crear un segundo narrador masculino provocaría que los dos narradores parecieran el mismo, por lo cual más que pretender comprender la mentalidad de las mujeres, me aprovecho de la creencia de que hombres y mujeres nos planteamos la vida con una mentalidad diferente para hacer un juicio de valor de mi propia realidad, para romper con ese aparente egocentrismo y ser un poco más analítico.
«Jessica» está ahí para no molestar, para no personalizar ese narrador en nadie real, lo cual en mis primeros años sí hacía, pero con ello me creaba una visión distorsionada de la realidad, porque es difícil conocer la psicología de las personas. De tal manera que, de algún modo, «Jessica» es un personaje utópico, pero a la vez real en cuanto narrador y personaje en mis novelas.
16 de noviembre 2012