Hola, Manuel ¡Cómo suena mi nombre en tus labios! ¿Cómo llega la voz hasta el corazón? Mi nombre aprendiste a pronunciarlo, tu vida con la mía un día se cruzó. Un saludo dulce de alguien que ha llegado, una palabra alegre que rompe el silencio, a tu voz siento que el oído está atento, quien se había hecho ausencia en el día, iluminó la noche con el sonido de su voz.
Poema de 2011
En esta primera parte de la novela «Silencio en tus labios» no sé si alguien se ha percatado del detalle, pero no hay como tal un dialogo «- Hola, Manuel. – Me dijo ella con una sonrisa.» En cierto modo es intencionado y por otro lado se debe a que en aquellos años a mí eso de escribir diálogos me resultaba un poco complicado, de manera que los personajes no tienen una voz propia. Se les conoce por sus pensamientos, por sus reflexiones; tanto por lo que cuentan como por lo que callan. Por lo cual, lo del título de la novela parece premeditado, encaja a la perfección. Aunque quienes vayan leyendo primeros capítulos se darán cuenta de que de un modo u otro los personajes hablan, se comunican, ya sea por carta, no siempre en un tono muy cordial, o porque escriben sobre lo que sienten, como si toda la novela fuera un diario, que, en cierto modo, lo es, pero no de cara a los lectores, sino para sí mismos, porque conociendo el desarrollo de esta historia es como si lo hubieran escrito tiempo después para convencerse de que todo lo vivido, todos esos sentimientos, han sido algo más que una vana ilusión. Es más, como entiendo que ya he comentado en entradas anteriores, hay partes de ese diario que comparten y que forma parte de las dos versiones de la novela, como son las reflexiones de Ana sobre estos cuatro días de convivencia, para que Manuel se termine de convencer de que ella le ha hablado en serio. Ya lo publicaré cuando sea el momento, porque Manuel no va a salir de su asombro.
El caso es que cuando podáis leer el próximo capitulo, ese reencuentro, en que Ana se muestra un tanto inquieta por la llegada de Manuel y éste un tanto sorprendido por coincidir con ella allí. Supongo que querréis que se produzca ese saludo entre los dos. Su última despedida ha sido más dulce de lo que ambos se esperaban y les ha dejado una inquietud en el corazón ¿Será verdad lo que han sentido? Porque podemos pensar que aquel día y aquella tarde/noche en particular, Ana es la que se muestra más contrariada, pero a la vez, en apariencia, más firme en su postura. No quiere saber nada de todo esa historia, Sin embargo, tampoco le resulta tan fácil cerrar esa página de su vida ¿Tal vez ha sido ella la primera en darse cuenta de lo que las demás no ven? Cuando le vuelva a ver, cuando estén frente a frente el uno al otro, ella le mirará a los ojos más con el corazón que con la cabeza y, si siente ese palpito, si siente mariposas en el estómago, como se suele decir, no habrá mucho más que pensar, tan solo confiar en que éste le corresponda de igual manera, pero sin hacer el tonto. Porque, si se pone a hacer el tonto, ¡le va a aguantar otra y mejor que no la conozca! Porque ya sabe qué aconsejarle para que no se deje engañar por esos pretendidos encantos que nadie es capaz de ver, pero de los que Manuel parece presumir como si cualquier chica se fuera caer rendida a sus pies. La verdad, alguna le va a tener que dar un buen susto para que sea un poco más realista.
Sí, tranquilos, ya os adelanto que se va a producir ese saludo entre ambos, que se van a cruzar más de cuatro palabras en esos primeros momentos, aunque no haya como tal un diálogo escrito como parte de la novela. Por eso, ahora que me permito reflexionar sobre la novela, contaros detalles. Me atrevo a imaginarme con vosotros la situación, ayudar a que os situéis con todo lo que sabéis hasta ahora ¿Cómo os gustaría que fuera ese primer saludo? ¿ese «Hola, Manuel»?
¿Quién queréis que llegue antes y sea quién espere y sorprenda al otro?
Ana está haciendo planes con las amigas. Tiene una cierta responsabilidad en la logística de la convivencia y ya ha comentado que la mayoría de los que acuden son de su ciudad. Estaría bien que dispusiera de cinco o seis minutos para prepararse, hasta cierto punto para acicalarse y que Manuel se quede embobado al verla. Pero claro, ella no puede perder esa imagen de seriedad, de formalidad. A la Pascua no se va a a ligar y tampoco es muy prudente que le dé pie a que se lo plantee, dado que le manda de regreso a casa, aunque sea haciendo autostop, si nadie se ofrece a llevarle. ¡Si viene a hacer el tonto, mejor que no venga! La Pascua es un buen momento para hacer una reflexión personal, para hacer limpieza en el corazón y como ella es Ana, pretendientes no le van a faltar y la pena es que de Manuel no se pueda decir lo mismo. Ana, de momento, prefiere pensar que ella es una chica con suerte, porque éste tan solo tiene ojos para ella, hasta que colme su paciencia. Más bien, ya os adelanto que llegará un día en que tomen una decisión equivocada por no querer hacer sufrir al otro, pero seguirán juntos desde la distancia.
Manuel, por lo que sabemos hasta ahora y como nos podemos suponer, no sabe muy bien con quién se va a encontrar. Le han convencido para que esta vez sí se suba a ese coche y no ha sabido rehusar. ¿Dejamos que llegue el primero? Suponemos que el trayecto desde Toledo es un poco más largo, que como ese miércoles es día laborable y tampoco pueden quedar muy pronto. Imaginémonos que a media tarde, que igual es una hora y media o dos de trayecto. Él no conduce y el amor del conductor se encuentra sentada en el asiento de copiloto, de manera que la única prisa por llegar es que les están esperando y no conviene que se les haga tarde. Lo importante es llegar y regresar el domingo por la tarde. Y si, como Ana vive mucho más cerca, apura hasta el último momento y le concediera a Manuel esos cinco o diez minutos para que le informen de que ella estará allí. Tal vez a éste se le pueda ocurrir sorprenderla o le invada tal nerviosismo, que cuando ésta entre por la puerta, le golpee con ésta en las narices por impaciente, por no saber comportarse con la misma naturalidad y normalidad que los demás ¡Ya tendríamos la primera tontería!
Sea como fuere, ese primer saludo entre ellos resulta inevitable. De lo contrario, no habría novela, no habría historia que contar ni sobre la que escribir. Yo como escritor que era por aquel entonces, no hubiera sentido el impulso ni la necesidad de incluir diálogos en mis novelas ¿Para qué, si los protagonistas no se dirigen la palabra? Es más, si no hubiera ese saludo, Ana no conseguiría que esos cuatro días de convivencia, a parte de días de oración, sean días para que Manuel le saque una sonrisa, para torturarle, porque a la Pascua no se va a hacer el tonto. Por eso Ana no va a dejar de ser Ana y Manuel, por suerte o por impaciencia, tampoco va a dejar de ser quién es. Esta vez Ana cuenta con la complicidad de sus amigas de siempre, de manera que se cree con una evidente ventaja, porque entre Manuel y ella, aparte de un extraño distanciamiento, se ha levantara un muro infranqueable de chicas, porque a la pascua no se va a hacer el tonto.
Ya falta menos para que os echéis unas risas y decidáis si queréis ser parte de ese muro de chicas o aliarse con Manuel para encontrar ese momento en que éstas bajen la guardia y sea él quien salude a Ana con un «Hola, Ana. – Me dijo un tanto sorprendido por acaparar mi atención». Bueno, en realidad, como es Manuel, se quedará embobado y no le saldrán las palabras.