Toledo…. eres tú

¿Qué es poesía?
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.

Rima XXI de Gustavo Adolfo Bécquer

Lista de lo visitado hasta ahora: (ver lista en página aparte)

Introducción

No podemos irnos de la plaza de San Román, ni siquiera de Toledo, sin hacer mención de uno de sus más ilustres visitantes del siglo XIX, aquel que con su prosa y sus versos supo descubrir la magia de esta ciudad, plasmar con su prosas esas leyendas que describen la vida y la historia de Toledo, de sus rincones. Porque, además, fue un escritor que ha dejado su huella en la ciudad, tan solo basta con acercarse al convento de San Clemente, al friso de su portada y descubrir su firma.

Lo que no he conseguido averiguar es el motivo por el que dejó ahí su firma para la posteridad, pero parece confirmarse su autenticidad.

Bécquer y Toledo

Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla 1836- Madrid, 1870)

Uno de los literatos más importantes del siglo XIX en España es Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, más conocido como Gustavo Adolfo BÉCQUER. Aunque sevillano de nacimiento, le podemos considerar toledano de adopción por las largas temporadas que pasó en esta tierra y el amor que le tuvo a ella.

Aunque hayan pasado más de ciento cincuenta años desde que Gustavo Adolfo Bécquer se paseaba por las calles de Toledo, todavía nos resulta fácil seguir sus huellas y encontrarlo, escondido en el azar de una esquina, en el misterio de una calle retorcida; ante la puerta de un convento de clausura; en medio de una plaza recoleta; en la orilla del Tajo, tal vez. Si lo buscamos, seguro que lo hallaremos, porque Bécquer sintió y vivió Toledo como una parte esencial de su propia existencia, atraído por ese aspecto de poblachón ruinoso, de ciudad muerta que se alimenta de las glorias y esplendores de antaño.

El ensueño, la fascinación, el narcótico de lo que fue esplendoroso y aún mantiene en cada piedra el recuerdo de ese viejo esplendor; el viento que se arremolina en un callejón zigzagueante y lleva en su música los sonidos y los perfumes de otros tiempos; el silencio retumbante de los conventos de monjas, envueltos en su mutismo antiguo, evocando en las figuras de sus altares la vida monástica y el recogimiento de quienes los habitan; la sombra fugaz de una mujer intuida, que pasa como si se deslizara, con gracia, y desaparece antes de que pueda ser definida, pero se queda ya en el pensamiento, como un fantasma intangible, y se idealiza, y se desvanece poco a poco… Todo esto se movía en la cabeza de Bécquer cada vez que decidía desplazarse a Toledo y recrear sus sentidos en medio del decorado imponente y eterno de esta ciudad donde el tiempo se funde con el tiempo, desde épocas inmemoriales.

 El Toledo de Bécquer es una ciudad de misterios, de figuras evanescentes que parecen estar y no están, de historias imaginadas al amparo de los muros seculares de sus edificios; historias, figuras y misterios que nos hablan de una ciudad fantasmagórica, soñada, idealizada a través del filtro del romanticismo del autor, de su espíritu inquieto que vaga entre los recovecos del laberinto, impulsado por ese aire que se arremolina en los callejones, vuelto sombra al fusionarse plenamente con el espacio y convertirse en parte de su paisaje.     

“Estaba en Toledo; en Toledo, la ciudad sombría y melancólica por excelencia. Allí cada lugar recuerda una historia, cada piedra un siglo, cada monumento una civilización”. (IV Cartas literarias a una mujer, El Contemporáneo, martes 23 de abril de 1861).

Toledo fue la ciudad más amada de Gustavo y la ciudad que resultó fundamental en su carrera literaria, no sólo porque le inspirara algunas de sus obras, sino porque fue precisamente en Toledo donde escribió el “Libro de los gorriones”, único manuscrito que se conserva del conjunto de las Rimas.

Lo que Gustavo sentía por Toledo era auténtica devoción y esto lo resume perfectamente su amigo Rodríguez Correa, cuando dice: “Para él, Toledo era sitio adorado de su inspiración”. Y de esta inspiración nacieron cuatro leyendas ambientadas en la ciudad, un relato, alguna de sus Rimas y artículos de costumbres, sin olvidarnos de la Historia de los Templos de Toledo. Por lo que se refiere a Valeriano también dedicó parte de su obra a la ciudad imperial. De hecho, los dos hermanos trabajaban juntos: Valeriano dibujaba y Gustavo escribía un pequeño artículo explicativo y ambos aparecían publicados juntos.

Todo apunta a que la primera vez que Gustavo estuvo en Toledo fue en marzo de 1855, recién llegado a Madrid. Esta visita debió impactarle porque inmediatamente comienza los preparativos de «la Historia de los templos de España«, una ambiciosa aventura editorial, para la que cuenta con Juan de la Puerta Vizcaíno. Proyecto que no verá realizado. Sólo publicará el tomo correspondiente a Toledo y ese es el único libro que Gustavo publicó en vida: La Historia de los Templos de Toledo. 

En 1868 estalla en Madrid la revolución llamada “la Gloriosa” y los Bécquer se exilian a Toledo. Allí permanecerán más de un año. Durante las revueltas de la revolución el manuscrito de las Rimas, que estaba en casa del ministro Luis González Bravo porque tenía intención de prologarlas y publicarlas, se perdió en el incendio de la casa. A Toledo los hermanos Bécquer se marchan con sus respectivos hijos. Viven en una casa de la calle de San Ildefonso y será en esta casa donde Gustavo reescriba de memoria las Rimas en el llamado “Libro de los gorriones”, un cuaderno que le había regalado un contertulio del café Suizo en Madrid. (De esta cuestión hablaremos detalladamente en otro artículo).

Plaza de Santo Domingo El Real. (Captura de «Tristana» de Buñuel)

La casa donde los hermanos Bécquer residieron con sus hijos en 1868-1869 se encuentra en la calle de San Ildefonso, una vieja callejuela que desemboca en la Plaza de Santo Domingo el Antiguo. La casa existe todavía y su puerta aparece en el dibujo titulado “El pordiosero” que hizo Valeriano para acompañar un texto de Gustavo.

El 31 de marzo de 1855, Gustavo Adolfo Bécquer, quedó impresionado por la Semana Santa de Toledo

Era la primera visita que hacía a esta ciudad, y unos días después publica en «El Museo Universal» de Madrid: «Después del desfile de los penitentes vinieron las andas con unas tallas de regular mérito que representaban el Descendimiento de Cristo de la cruz, luego venían los armados, en número de veintiséis, revestido de corazas y casos, formando una escuadra que rodea y sigue a José de Arimatea y a Nicodemus. Me impresionó más la Semana Santa de Toledo que la de Sevilla». 

Sigue señalando que caía bronco el silencio sobre las deliciosas horas de estas tardes toledanas y que decidió venir ya todos los años a pasar en Toledo tales días. No comprendía nunca las imágenes sonrientes de Sevilla, llenas de ricas exhibiciones; prefería contemplar el Cristo del convento toledano de las Capuchinas.

Y luego pasó a contemplar San Juan de los Reyes y Santa Leocadia, y comenzó su «Cristo de la Calavera» en 1862, y «La rosa de la Pasión», en 1863 y después sus rimas a las estatuas de San Pedro Mártir. Quedó cautivo de Toledo para siempre.

(Fuente: Efemérides Toledanas. Tomo I. Gabriel Mora del Pozo)

Uno de los lugares preferidos por Bécquer es la Plaza de Santo Domingo el Real. Esta plaza era habitualmente recorrida por él e inmortalizada en sus rimas cuando de ella escribió:

Me aproximé a los hierros
que defienden la entrada
y de las dobles rejas en el fondo
la vi confusa y blanca.
Me sentí de un ardiente deseo llena el alma;
como atrae un abismo, aquel misterio
Placa dedicatoria en Plaza de Santo Domingo

Toledo ofrecía además la posibilidad de paseos por el campo cercano, cosa muy necesaria para Valeriano y para Gustavo que amaban los espacios puros y además favorecía la salud de los niños, (Alfredo 11, Julia 9, Gregorio 7 y Jorge 4), que tenían cuadernitos en los que dibujaban. Esto nos dice Julia Bécquer a propósito de la vida que llevaban en Toledo:

“En Toledo hacían una vida muy tranquila y tenían ancho campo para sus dibujos, uno, y el otro para fondo de sus ensueños, pues las leyendas las había compuesto cuando estuvo solo de soltero. Los días festivos nos íbamos con la comida a sus preciosos alrededores…
De la vuelta de una de estas giras hizo mi padre un dibujito en uno de los pequeños álbumes que nos compraban para dibujar en casa y cuando salíamos al campo”.

Gustavo Adolfo Bécquer

Los períodos en los que Bécquer estuvo en Toledo, vivó, junto a su hermano Valeriano, en la calle de San Ildefonso, en el corazón del casco histórico toledano, en una casa en cuyo patio, aún se conserva el laurel plantado por el genial escritor romántico.

Fachada de la casa y laurel que plantaron los hermanos Bécquer en la calle San Ildefonso, 8 en Toledo.

La casa tenía un jardín, sitio que a Gustavo, por ser aficionado a la jardinería, gustaba mucho. De este jardín Gustavo hizo un dibujo y lo pegó en el “Libro de los gorriones”. En el jardín de la casa de la calle San Ildefonso había un pozo con un brocal. El 27 de febrero de 1870, en “La Ilustración de Madrid” se publicó un dibujo de Valeriano Bécquer con un texto descriptivo de Gustavo Adolfo.

El brocal fue donado por su propietario, D. Francisco Hernández, al Museo Provincial de Toledo. En 1874 ya denuncia su desaparición del Museo Provincial don Rodrigo Amador de los Ríos, manifestando su temor a que se encuentre en algún museo extranjero. Efectivamente el Museo de South Kensington (germen del Victoria and Albert Museum, donde ahora se encuentra el brocal) lo había adquirido en 1871. Es un brocal cilíndrico de 0,77 m de altura por 0,62 de diámetro, datado en el siglo XIV. Lo describe Gustavo Adolfo de la siguiente manera “… es de tierra roja cocida y bañada, y su adorno lo forman dos grecas, por entre las cuales corre rodeándolo una magnifica inscripción en caracteres cúficos ornamentales. La inscripción y la greca son verdes y se destacan por el color y el alto relieve que presentan, sobre el fondo blanco mate del brocal.” Rodrigo Amador de los Ríos traduce la inscripción como PARA VIRTUD DEL AGUA Y SU PUREZA. J.F. Riaño la traduce como EL PODER, LA EXCELENCIA Y LA PAZ y el museo sólo dice que “la inscripción contiene las bendiciones apropiadas para el agua que está a punto de ser bebida”.

Algunos estudiosos, como Jesús Cobo, aventuran que la joven que aparece en el dibujo era Alejandra González Esteban, la amante toledana de Gustavo Adolfo Bécquer. Que tuvo una amante es cierto, una chica muy joven que, por lo que cuenta Julia Bécquer, sobrina de Gustavo, “era una hermosa mujer, una mujer de clase baja”, y se supone que era la encargada de las tareas de casa. Según Montesinos la rima XII, que ocupa el último lugar en el “Libro de los gorriones”, está escrita para Alejandra.

Porque son niña tus ojos
verdes como el mar, te quejas…

El amor siempre acompañó a Gustavo, un amor lleno de niebla y de misterio y de nombres de mujer sin pronunciar. Uno de estos nombres se quedó en un claustro sombrío de Toledo, en la penumbra de la desierta plaza. Bécquer estaba enamorado de una fantasmal novicia: la que aparecía en “Tres fechas” y en la rima que comienza:

¡Cuántas veces al pie de las musgosas…
paredes que la guardan,
oí la esquila que al mediar la noche
a los maitines llama!

Uno de los biógrafos de Gustavo, Sandoval, afirma que esta monja era la única hija de un viejo pintor viudo que tenía su taller junto a la Sinagoga del Tránsito.
Esta muchacha vuelve a aparecer en la rima LX:

Entre el discorde estruendo de la orgía
acarició mi oído,
como nota de música lejana,
el eco de un suspiro.
El eco de un suspiro que conozco,
formado de un aliento que he bebido,
perfume de una flor que oculta crece
en un claustro sombrío.
Mi adorada de un día, cariñosa,
—¿En qué piensas?, me dijo.
—En nada… —En nada ¿y lloras? —Es que tengo
alegre la tristeza y triste el vino.

La última vez que Gustavo visitó Toledo fue a principios de diciembre de 1870, allí estuvo tres días. Parecía que quería despedirse de su amada ciudad, y de Alejandra.

Siguiendo con las efemérides y con Bécquer, también un 31 de marzo, pero en este caso de 1869, los hermanos Bécquer vienen a Toledo en su último viaje. 

Julia Bécquer, sobrina de Gustavo Adolfo, escribe: «En aquellos primeros días de primavera, nos instalamos en Toledo, cerca de la cuesta de Santa Leocadia, mi padre pintando, Gustavo soñando. Escribió entonces «La leyenda del Beso» y el «Libro de los gorriones», en el que vuelve a reunir sus rimas.

(Fuente: Efemérides toledanas. Tomo I. Gabriel Mora del Pozo)

El 22 de diciembre de 1870, coincidiendo con un eclipse total de sol, Gustavo Adolfo Bécquer fallece en Madrid, quizás, víctima de un enfriamiento invernal. En sus últimos instantes de vida, le pidió a su amigo Augusto Ferrán que quemase sus cartas ya que pensaba que serían su deshonra, que cuidara de sus hijos y, además, le pide la publicación de sus versos:

«Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo».

Gustavo Adolfo Bécquer

Leyendas toledanas de Bécquer

El Beso

Tiene como lugar de acción el sepulcro de doña Elvira de Castañeda en la iglesia de San Pedro Mártir

El Cristo de la Calavera

Placa de la leyenda Calle del Cristo de la Calavera

La rosa de Pasión

La última de sus leyendas ambientada en Toledo se llama «la Rosa de Pasión» y tiene como protagonista a la judía Sara, que vivió en la casa de las Cadenas en la calle de las Bulas

La ajorca de oro

Las tres fechas

Santo Domingo el Real Lugar de la 2º y 3º fecha

(Para leer pulsa este enlace)

La firma de Bécquer

De forma casual. Sandra Cerro tenía intención de realizar un estudio grafológico sobre el escritor Gustavo Adolfo Bécquer para lo que contactó con varios biógrafos. Uno de ellos, Javier Bona, le pasó un enlace donde venía una alusión a la iglesia de San Clemente, en cuyo friso de la portada se conserva un grafito de 1857.  Fue la excusa perfecta para autentificar la firma de una de las figuras más relevantes del mundo literario y, de hecho, esta confirmación aparece documentada en la revista científica «Documenta & Instrumenta» de la Universidad Complutense y saldrá también en un libro sobre el autor en Toledo, que se publicará en el mes de abril. Sandra Cerro ha realizado este estudio grafológico y pericial caligráfico en el que ha concluido que efectivamente dichos trazos corresponden al escritor y donde también esboza las principales características de su personalidad.

Portada de San Clemente

La grafóloga se trasladó a Toledo para realizar fotos a la portada de este edificio del Casco histórico. Más tarde, cotejó la firma con otros documentos que sí se sabe que son manuscritos auténticos.  «No se conservan muchos, pero sí los suficientes para realizar la comparación», explica.  La experta se ha servido de ‘El libro de los gorriones’, que está en la Biblioteca Nacional, algunas de las cartas y textos que se conservan en el álbum de Julia Espín y ha examinado los textos incluidos en el cuaderno de Autógrafos juveniles que escribió entre los 14 y los 18 años.

Firma

Por esa época tenía 21 años y  estaba escribiendo, como periodista, la obra ‘Historia de los templos de España’. Empezaron en Toledo y de hecho solo salió esta publicación porque el proyecto se interrumpió. Llegaron de Madrid y cuando pasaban por este punto  fue tal el entusiasmo ante este proyecto que iban a emprender juntos que dejaron esta marca en el convento. «En aquella época, de todas formas, era muy común escribir en monumentos». La firma se puede datar entre julio y agosto de 1857.  Casi 160 años después se ha tenido que someter a una pequeña restauración para que la laca conserve mejor estas dos firmas hechas a lápiz.

La tribuna de Toledo domingo, 20 de marzo de 2016

Rima
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... ¡yo no sé
qué te diera por un beso!

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