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Introducción
En la última entrada (Duelo a muerte) nos adentrábamos en este barrio de la ciudad, en los alrededores del alcázar persiguiendo a los protagonistas de la leyenda del Cristo de la Calavera y alguno puedo pensar que poco más se puede descubrir y comentar de esta parte de la ciudad, pero la realidad es que hay que adentrarse, patearse cada calle cada rincón para averiguarlo.
En vez de adentrarnos callejear, salgamos un momento para ubicarnos un poco y que no nos sintamos muy perdidos, vayamos al parque del corralillo de san Miguel, sobre el parking, no porque vayamos amontarnos en los coches ni contemplar las vista que hay del la vega del río Tajo, que también nos podríamos entretener un momento, pero no es el caso. Dirijamos la mirada y nuestra atención hacía los edificios.

Entre la Catedral y la iglesia de San Miguel, existen varias calles y lugares que demuestran la presencia de la Orden del Temple
Cuando uno se adentra por las tortuosas callejuelas que van desde la iglesia de San Miguel, en la parte alta del norte del casco histórico de Toledo, hasta la Catedral, casi se puede imaginar cómo vivían los caballeros de la Orden del Temple en la Edad Media. E incluso, si el paseo por este laberinto de callejones llenos de misterio es nocturno, siguiendo las huellas del misterio que encierra este barrio, el transeúnte podría encontrarse con algún templario deambulando pertrechado con su hábito y la cruz roja latina en el pecho.
Sin embargo, es la iglesia de San Miguel el Alto la que conserva más simbología templaria. Posee en su suelo algunas lápidas y ya desde el siglo XII fue lugar de enterramiento. Dentro de sus muros se conserva un capitel gótico con el escudo de la Orden del Temple, que también aparece grabado en una de las campanas.
Iglesia de San Miguel el Alto.
A la espaldas del Alcázar, justo al lado de los dos aparcamientos existentes en dicha zona, se halla una pequeña capilla que se ha dado en llamar San Miguel el Alto por su situación dentro de la ciudad imperial.
Por fuera, aparte de la torre, parece poca cosa. La fachada principal, como es típico en el arte mudéjar toledano, es casi inexistente.
La iglesia de San Miguel el Alto está situada en una de las zonas más elevadas de la ciudad, próxima al Alcázar, siendo una de las antiguas parroquias latinas existente en Toledo. Al parecer, en sus inicios, estuvo en relación con la Orden del Temple, sirviendo como capilla u oratorio de la hospedería que, según se cree, tuvieron los caballeros de esta Orden en las inmediaciones del templo.
Es una de las parroquias latinas de Toledo, es decir, aquellas fundadas tras la reconquista de la ciudad en 1085 por Alfonso VI (a diferencia de las mozárabes, que eran aquellas cuya existencia se mantuvo durante el periodo de dominación islámica y que provenían de la época visigoda) es esta peculiar iglesia de San Miguel el Alto.
A comienzos del S. XVII la iglesia sufrió una remodelación, realizada por Baltasar Hernández y Miguel de Salazar, transformándose la cabecera y los alzados de las naves que dio como resultado un aspecto clasicista.
La iglesia es de planta rectangular, de la que sobresale su capilla mayor. Consta de tres naves de anchura semejante, con techumbres de madera de origen mudéjar, y son jaharrados todos los alzados interiores. Tiene crucero de amplios brazos, sobre cuyo tramo central se levanta una cúpula sobre pechinas, sin tambor ni linterna.

Tanto el crucero como la capilla mayor se cubren por bóvedas de medio cañón con lunetos. Los soportes fundamentales son pilastras de sección cuadrangular, sin decoración alguna, a excepción de unas columnas toscanas conservadas en la nave central, fruto su pasado mudéjar. El entablamento tiene un friso liso y una cornisa de considerable vuelo. Cuenta con dos accesos desde el exterior y tiene un coro en alto a los pies, dispuesto sobre el correspondiente arco rebajado.
El exterior presenta paramentos de muros lisos donde se emplea el típico aparejo mudéjar consistente en alternar el mampuesto con hiladas de ladrillo, reforzando las esquinas y los vanos con el empleo solo de ladrillo.

De la anterior edificación se conservada su torre mudéjar de carácter exento. Data de finales del S. XIII o inicios del XIV, siendo de planta cuadrangular; queda estructurada mediante un machón central, al que rodean las escaleras, sostenidas por bóvedas en saledizo de tradición islámica. Al exterior mantiene en sus partes bajas un diseño liso de mampostería encintada, mientras que en las altas aparecen arcos entrecruzados enmarcados y lobulados apoyados sobre cerámica vidriada.
Un plus: Son impresionantes las vistas de Toledo y de la Catedral desde el campanario.


Presenta una singularidad, su cobertizo, sobre el que se asienta su capilla mayor.







Fijándonos en los detalles de los muros, seguimos nuestro avance por esta callejuela estrecha y tortuosa













Desde 1842, año en que la iglesia dejó de tener culto, comenzó a sufrir un progresivo abandono y deterioro. En 1888 fueron repintadas las techumbres de sus naves y en 1936 fueron causados daños notables en su interior. Tras una restauración acometida en los años cincuenta, ha vuelto a ser utilizada como iglesia, en calidad de filial de la parroquia de San Justo.
la Casa del Duende
En la misma calle de San Miguel, enfrente de la entrada principal de la iglesia, se halla la llamada “Casa del Duende”, en la que, según la leyenda, se reunían adivinos, hechiceros y brujas, y quizás también cabalistas hebreos y alquimistas árabes.
En ella se encuentran las Cuevas de San Miguel, que dicen que se extienden hasta los subterráneos de la iglesia y de las casas contiguas, y quizás hasta el río.

Sus laberínticas galerías parecen talladas por la mano del hombre en el duro gneis. No hay restos que faciliten su datación.

Quizás fueron un templo prehistórico, usado después como parte del sistema hidráulico romano. Se dice que pudieron alojar unas catacumbas cristianas y también unas mazmorras en las que habría estado confinada Santa Leocadia, patrona de Toledo. Tal vez fueron empleadas en la Edad Media como lugar de reunión y posteriormente fueron cegadas y más tarde recuperadas como almacén y bodega.
Hay en las cuevas tinajas para el vino, en una de las cuales, a mediados del siglo XX, el pintor Guerrero Malagón pintó la cara de su hija Carmencita.

La tinaja se encuentra en la “Cueva del Candil”, así llamada porque en la década de los 70 allí se reunía una sociedad llamada del Candil, un grupo de intelectuales y artistas entre los que se hallaba dicho pintor.
Por supuesto, existen leyendas que aseguran que en estas cuevas los templarios llevaban a cabo ritos de iniciación y guardaban tesoros traídos de Tierra Santa (quizás la Mesa de Salomón) y que aquí se han encontrado cadáveres y que por sus alrededores vagan cortejos de ánimas. Las cuevas serían un lugar de meditación mística al que el caballero bajaba a morir y renacer, a establecer sintonía con Dios.
José Amador de los Ríos en el siglo XIX estudió la manzana aledaña a la iglesia. Llegó a la conclusión de que aquel gran solar había sido la Casa-palacio del Temple.
Web de referencia
Buscando Montsalvatge: TOLEDO. Iglesia de San Miguel el Alto
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