Toledo se deja de mala gana. Es triste marcharse pensando que jamás se va a regresar, que no volverá uno a ver el lugar que de extraño modo despertó nuestra simpatía”.
Podrían parecer algunas líneas escritas en el diario de viaje de cualquier turista actual, pero, sin embargo, salieron de la pluma del autor de cuentos tan conocidos como “El traje nuevo del emperador”, “La Sirenita”, “El patito feo”… Hans Christian Andersen visitó durante varios días Toledo en 1862.

De Thora Hallager (1821-1884) – http://museum.odense.dk/viden-om/hc-andersen/publikationer/jeg-sad-i-dag-for-photographen.aspx, Dominio público,
Un 2 de abril de 1805 nació Hans Christian Andersen. Escritor y poeta danés de conocidos cuentos e incansable viajero, también estuvo en Toledo en 1862. Impresionado por la ciudad del Tajo, dedicó un capítulo entero a describir su experiencia toledana en el libro “Viaje por España”. Y dejó escrita una curiosa leyenda sobre la “Campana Gorda” de la Catedral…
Un viaje relámpago a Toledo, “lugar que de extraño modo despertó nuestra simpatía”, marca el punto de retorno del Viaje a España.
Dicen que en Toledo Andersen se pudo resfriar… Era diciembre de 1862. Una intensa ola de frío cubría de nieve el centro peninsular y el viaje desde Madrid en tren, pasando por Aranjuez no hubo de durar los 28 minutos actuales que el AVE tarda en llegar hasta la pequeña estación de trenes (la actual no se construyó hasta 1916)

Andersen era un apasionado viajero. Ya contaba con 57 años cuando visitó España. Dos veces había planeado Andersen visitar este país, en 1846, estando en la frontera renunció a entrar por el intenso calor que no soportaba, y en 1860, cuando la noticia de una epidemia de cólera le indujo a posponer su viaje. Era hipocondríaco y enfermizo, víctima de un constante dolor de muelas y con miedo a estar próximo a alguna muerte horrible. Como curiosidad, viajaba con una larga cuerda por si tenía que escapar de algún incendio…
La pasión por nuestro país le venía desde niño, cuando presenció la llegada a su tierra de ciertos soldados españoles aliados de Napoleón, siendo muy apreciados por los lugareños frente a los soldados franceses. Como buen viajero, durante su vida había recorrido otros países, como Alemania, Holanda, Suecia, Inglaterra, Italia… Algo curioso para finales del siglo XIX pues las dificultades y peligros eran numerosos. Comienza su viaje en España por Cataluña descendiendo por el Levante, visitando localidades como Játiva y pasando algunas jornadas en Andalucía.
No duda el autor danés en reflejar los puntos oscuros de la España que conoce en su viaje. En el libro “Un viaje por España” podemos leer todas las notas que registró en cada uno de los parajes y ciudades visitadas. Uno de los capítulos se dedica íntegramente a Toledo.
El viaje de Hans Christian Andersen a Toledo
“Pasado el Puente de Alcántara, al pie de las murallas de la ciudad, dobló el camino, y un nuevo y pintoresco espectáculo fue apareciendo ante nosotros según subíamos. Antiguos conventos, iglesias derruidas, un desierto de piedra, una naturaleza asolada, se extendía a nuestro alrededor.”
… un estrecho callejón entre grises muros conducía hasta arriba por entre cascotes triturados y umbrías casas abandonadas. Junto a una puerta pequeña y baja había una mujercilla con una gran llave en la mano…

Puente de Alcántara y Restos del Artificio de Juanelo, 1862.
Fotografía de Alfonso Begue
La “ruina grandiosa” y la “naturaleza asolada” que menciona el afamado escritor en su libro de viaje se ve reflejada en la imagen que el fotógrafo Jean Laurent inmortalizó en esta fotografía de 1865. Las imágenes de la época muestran un Toledo solitario, ruinoso, desértico, gris y marrón no sólo por la técnica fotográfica de la época sino por la situación por la que atravesaba la ciudad, sumida en un triste abandono. También el mes en el que visitó la ciudad (diciembre) influiría en la presencia de escasas gentes por las calles, una constante mencionada en todo el capítulo dedicado a Toledo.
En Toledo, entró a la ciudad montado en un ómnibus por el Puente de Alcántara, desde el que divisó en el río Tajo molinos en ruinas y los restos del artificio de Juanelo Turriano, como en la siguiente imagen:

También el Alcázar, en ruinas, como consecuencia del incendio sufrido durante la invasión francesa en 1810. (Andersen atribuye erróneamente a los españoles el incendio que los franceses provocaron al abandonar la ciudad el 31/1/1810)
Ascendió a la ciudad a través de la Puerta del Sol, siguiendo probablemente el camino de la siguiente fotografía:

Donde pudo ver:
“algunos árboles, algunos bancos de ladrillo, y una o dos tiendas de aspecto miserable; dos soldados y un sucio vagabundo fueron los dos únicos seres humanos que vimos.”
Andersen también se queja del horrible pavimento (que en algunos casos dataría de 1502), hasta llegar a la fonda que un buen amigo le había recomendado, en la que esperaban dos burros en el vestíbulo y algunas gallinas. Como curiosidad, aunque su alojamiento era muy modesto, las personas lo intentaron hacer lo más confortable posible, y afirma que era “maravillosamente barato”.

Poco tiempo estuvo en su alojamiento. De forma inmediata salió al encuentro de los monumentos de la ciudad, empezando por el Alcázar. Así lo encontró:

Foto: el Alcázar en ruinas que encontró Andersen, ocupado por soldados, cabras y en el que describe la magnificencia de la que gozó en otros tiempos. Aún en ruinas, era un edificio impresionante.
Desde una terraza del Alcázar Andersen contempla el Castillo de “San Cervantes”, erróneamente nombrado (el real es San Servando) y parece ser que alguien le narra que es en ese castillo donde el insigne autor castellano perdió su mano, aunque apunta brevemente “que es falso, pues es totalmente contrario a lo que cuenta la historia”. No sabemos con certeza dónde extraía el insigne escritor sus datos sobre la ciudad, o si algún “cicerone” guiaba al personaje por los estrechos callejones evitando la barrera del idioma, pues Andersen no se expresaba en español. Sí sabemos por diversas referencias que se guiaba en Toledo con un libro editado en Alemán1. Humildad Muñoz2 afirma que “en alguna ocasión Andersen pudo toparse con cierto toledano fantasioso, bienhumorado o, simplemente, ignorante que se entretuvo en contarle estas cosas a las que él dio el suficiente pábulo como para transcribirlas. De una fuente de información más literaria hubiese derivado otro tipo de leyendas más firmemente consolidadas en la tradición toledana.”

Llega hasta el Puente de San Martín, sube a San Juan de los Reyes, describe su jardín y claustro gótico todo ello “amontonado como en inútil almoneda, cubierto por el crespón de luto de las telarañas.”

Foto: Claustro de San Juan de los Reyes hacia 1865. Tres años antes había contemplado esta misma imagen Andersen.
Se adentra en el barrio judío, afirma que una “mujercilla” le abre una casa abandonada con una enorme llave y menciona las dos sinagogas conservadas de las muchas que hubo, y en referencia a las tribulaciones del pueblo de Israel en la ciudad afirma:
“¡De cuántos horrores, llantos de fatigas, de cuántas lágrimas no habrán sido testigo esta tierra!”
Andersen no se olvida de mencionar la conocida tradición toledana: a la vista del Baño de la Cava, menciona su legendaria historia.
“El repique de las campanas de las iglesias de Toledo eran los únicos sonidos que se correspondían con la vida”
Impresionado por el silencio de las calles de Toledo, Andersen se deja llevar por el más puro espíritu romántico, precisamente como haría Gustavo Adolfo Bécquer en esos mismos años, con un misterioso párrafo que anota en su libro y culmina su primer día en la ciudad:
“Extrañamente misteriosa suena en el silencio de la noche el tañido de una peculiar campana; tenía un singular tono profundo, ronco y escalofriante: me acordé de la campana de muerte de los autos de fe; y tenía la sensación de que por debajo de mi ventana se deslizaban silenciosos fantasmas, la procesión del ‘Santo Oficio’.”
“Tuve la sensación de estar contemplando una camilla sobre la que yacía el cadáver de algún hombre célebre”.
Andersen, como muchos literatos viajeros de su época, siente un interés por los cementerios. No visitará el de Toledo, pero convierte a la ciudad en un gran obituario de piedra, en un descomunal panteón.
La Catedral
“¡Qué esplendor y grandiosidad la de allí dentro!”
En el segundo día, Andersen visita la Catedral, un “bosque de piedra”. En ella, la “Campana Gorda”, sobre la que narra algunas tradiciones:

“Dicen que bajo ella se pueden poner quince zapateros, y estirar el hilo de coser zapatos, sin tocarse el uno a otro”.
Pero lo más curioso, y relacionado con el tema que tratamos, es que gracias a Hans Christian Andersen nos ha llegado una curiosa e inédita leyenda toledana, referida a esta enorme campana de la Catedral y que a continuación narramos:
En todo Toledo no hay campana tan grande y extraordinaria como la de la catedral. Dicen que debajo de ella se pueden poner cinco zapateros, y estirar el hilo de coser zapatos, sin tocarse el uno al otro. Cuenta la leyenda que el sonido de las campanas llegó al cielo; San Pedro creyó que venía de su iglesia de Roma, pero cuando vio que no era ese el caso, sino que en Toledo estaba la campana más grande de todas, se enfadó y arrojó una de sus llaves contra la campana, rajándola, como puede verse todavía. Si yo fuese San Pedro y estuviese del humor que estoy ahora, mejor le tiraría la llave a la cabeza de aquel que yo viese que iba a contar por primera vez semejante historia.merece…

Y añade:
“Si yo fuese San Pedro y estuviese del humor que estoy ahora, mejor le tiraría la llave a la cabeza de aquel que yo viese que iba a contar por primera vez semejante historia.”
La Catedral es una gran obra de arte, y dedica una pormenorizada descripción, mencionando ciertas curiosidades como la piedra conservada tras una pequeña reja donde la Virgen puso su pie cuando descendió del Cielo a imponer la casulla a San Ildefonso, como narra la leyenda, “para ojos protestantes como los nuestros, no era más que un común adoquín”, afirma.

Andersen llega a la ciudad del Tajo con cierta negatividad, observando una gran ruina, con poca vida… En poco tiempo la ciudad transforma el espíritu del autor, maravillado por lo que ha visto y vivido: “la vida se desvanecía sumiéndose en el sosegado sueño, propio de los tiempos que se fueron”.
“Toledo se deja de mala gana. Es triste marcharse pensando que jamás se va a regresar, que no volverá uno a ver el lugar que de extraño modo despertó nuestra simpatía ¿Acaso volveré a España?”
Hans Christian Andersen nunca regresó a España.
Murió un 4 de agosto de 1875 en Copenhague, dejándonos una importante obra escrita que ha servido a generaciones posteriores para descubrir la magia de los cuentos.
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