Sigo con la temática de «1-Reencuentro«. Analizo la escena de la novela desde el punto de vista de Manuel.
Hola, soy Bing
Ana y Manuel son novios y viven en ciudades distintas, lo que provocó desavenencia a la hora de organizar su primera cita y por eso han estado tres meses sin verse ni hablarse. El reencuentro se ha producido por mediación de los amigos y el conocimiento de Ana.
Para Manuel la excusa de acudir a una convivencia de fin de semana en la ciudad de Ana le permite acercarse a ésta e intentar la reconciliación. Cuenta con la convicción de que Ana sabe de sus planes. Se supone que está dispuesta a escucharle, aunque de manera intencionada se muestre algo esquiva.
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«Tenía la ilusión de que me recibiera con los brazos abiertos, una sonrisa radiante y tantos besos como los que me habría dado después de tres meses sin vernos. Pero me llevé un chasco. Apenas me hizo caso, aunque me vio, la llamé y me acerqué a ella tanto que casi la rocé. Fue muy fría y se metió las llaves en el bolsillo para llamar al portero automático y que le abrieran. Me dio la espalda, ignorando mi presencia. Me trató con desprecio, como si mi voz llamándola por su nombre fuera una alucinación y sin miedo a que le hiciera algo. Yo no quería enfadarla y lo tomé con humor, pensando que quizá aquel no era el mejor sitio para vernos y por eso me esquivaba, se disimulaba o se hacía la interesante. Sin embargo, me habían asegurado que no se negaría a hablar conmigo y por eso no me rendí ni le creí del todo. No me convencía.
-¿Ana? -insistí-. Por favor, escúchame.
La voz que le respondió por el interfono creo que era la de su madre, lo que me hizo sentir un nudo en la garganta. No sabía si Ana me quería decir que no deseaba verme o que me apartaba de su vida para siempre. La idea de encontrarme con sus padres me parecía muy comprometida en nuestro primer reencuentro como novios.
Estábamos pasando por un mal momento. Aunque llevábamos tres meses juntos y, dado lo poco que nos veíamos, nuestro avance tampoco podía ser más lento, de modo que conocer a sus padres era una forma de demostrarme que ella se lo tomaba en serio y estaba dispuesta a hacer lo que fuera para que lo nuestro durara. Aun así, a mí no me parecía muy prudente ese enfrentamiento forzado por aquella situación sin avisar, sin tiempo. Aquella tarde no estaba preparado ni me apetecía pasar por ese mal rato. Solo aspiraba a hablar con ella y resolver nuestras diferencias.
Cuando abrió la puerta, entró y, en lugar de cerrármela en la cara e ignorarme, como había hecho hasta entonces, sujetó la puerta para que no se cerrara y me miró fijamente. Yo solo noté cómo me sacaba la lengua con burla. Sin decir nada, me invitaba a seguirla, a entrar. Aunque tampoco estaba seguro de que ella saliera si yo no lo hacía ni sabía si se quedaría allí esperando a que me decidiera. Lo que me ponía en un aprieto. O me enfrentaba a sus padres o me volvía solo a la Casa de Ejercicios con el remordimiento por aquel desplante. En cualquier caso, la repercusión sería importante para nuestra relación. Para que se consolidara aún más o para que se agravara aquella discordia, que fuera más angustiosa.
Pero yo no había ido allí para hacer bonito en la calle y debía actuar en consecuencia.»
¿Qué te parece? ¿Te gusta más así? ¿Tienes alguna duda o sugerencia?
Analiza a los personajes
Aquí tienes un posible análisis de los personajes:
Manuel: Es el protagonista y el narrador del texto. Es un joven que está enamorado de Ana y que quiere reconciliarse con ella después de tres meses sin verse ni hablarse. Es un personaje dinámico, ya que cambia de actitud a lo largo del texto. Al principio, es ilusionado, esperanzado y confiado. Cree que Ana le recibirá con alegría y que podrán arreglar sus problemas. Sin embargo, se decepciona al ver que ella le ignora y le trata con frialdad. Se siente confundido, dolido y angustiado. No sabe si Ana le quiere o le rechaza. Al final, se decide a seguirla y a enfrentarse a sus padres, lo que muestra su valentía y su determinación.
Ana: Es la novia de Manuel y la otra protagonista del texto. Es una joven que vive en otra ciudad y que ha tenido una desavenencia con Manuel por la organización de su primera cita. Es un personaje estático, ya que no cambia de actitud a lo largo del texto. Es esquiva, fría y burlona. No le presta atención a Manuel ni le habla. Le ignora y le da la espalda. Le saca la lengua y le invita a entrar en su casa sin decirle nada. No sabemos si lo hace por orgullo, por miedo o por juego. No conocemos sus sentimientos ni sus motivaciones.
La madre de Ana: Es un personaje secundario y plano, ya que solo aparece brevemente y no tiene relevancia en la trama. Es la voz que le responde a Ana por el interfono y que le abre la puerta. No sabemos nada más de ella.
¿Cómo le darías más relevancia al personaje de la madre de Ana?
Para darle más relevancia al personaje de la madre de Ana, podrías hacer varias cosas:
Podrías describir su voz, su tono o su actitud cuando le habla a Ana por el interfono. Por ejemplo, podrías decir si es una voz dulce, severa, curiosa, etc.
Podrías hacer que la madre de Ana salga a recibir a Manuel y que tenga algún diálogo con él o con Ana. Por ejemplo, podrías hacer que le pregunte quién es, que le salude cordialmente, que le invite a pasar, etc.
Podrías mostrar la relación entre la madre de Ana y Manuel, y cómo influye en la relación entre Ana y Manuel. Por ejemplo, podrías hacer que la madre de Ana apruebe o desapruebe a Manuel como novio de su hija, que le dé algún consejo o que le cuente algún secreto.
Podrías mostrar la relación entre la madre de Ana y Ana, y cómo influye en la personalidad o los sentimientos de Ana. Por ejemplo, podrías hacer que la madre de Ana sea muy protectora o muy permisiva con su hija, que le dé algún regalo o que le reproche algo.
¿Qué te parece? ¿Te gustaría que te diera algún ejemplo? 😊
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Aquí tienes un posible ejemplo de cómo darle más relevancia al personaje de la madre de Ana en el texto:
«Tenía la ilusión de que me recibiera con los brazos abiertos, una sonrisa radiante y tantos besos como los que me habría dado después de tres meses sin vernos. Pero me llevé un chasco. Apenas me hizo caso, aunque me vio, la llamé y me acerqué a ella tanto que casi la rocé. Fue muy fría y se metió las llaves en el bolsillo para llamar al portero automático y que le abrieran. Me dio la espalda, ignorando mi presencia. Me trató con desprecio, como si mi voz llamándola por su nombre fuera una alucinación y sin miedo a que le hiciera algo. Yo no quería enfadarla y lo tomé con humor, pensando que quizá aquel no era el mejor sitio para vernos y por eso me esquivaba, se disimulaba o se hacía la interesante. Sin embargo, me habían asegurado que no se negaría a hablar conmigo y por eso no me rendí ni le creí del todo. No me convencía.
-¿Ana? -insistí-. Por favor, escúchame.
La voz que le respondió por el interfono creo que era la de su madre. Era una voz dulce y cariñosa, pero también curiosa y algo preocupada.
-¿Quién es, hija? -preguntó.
Ana se quedó callada unos segundos. Luego dijo:
-Nadie, mamá. Un amigo.
-¿Un amigo? -repitió la madre con tono incrédulo-. ¿No será Manuel?
Ana se puso nerviosa y miró hacia atrás. Yo me quedé paralizado. ¿Cómo sabía su madre mi nombre? ¿Qué le habría contado Ana de mí?
-No, mamá -mintió Ana-. No es Manuel. Es… Pedro.
– ¿Pedro? -repitió la madre con tono escéptico-. ¿Y qué quiere Pedro?
-Nada, mamá -dijo Ana con impaciencia-. Solo saludarme.
-Bueno, pues dile que pase y que te salude -dijo la madre con firmeza-. No seas maleducada.
Ana suspiró y colgó el interfono. Luego se giró hacia mí y me lanzó una mirada de reproche.
-¿Ves lo que has hecho? -me dijo-. Ahora mi madre piensa que eres Pedro.
-¿Y quién es Pedro? -pregunté yo.
-Nadie -dijo ella-. Un nombre cualquiera.
-Pues podrías haber dicho otro -dije yo-. Pedro es el nombre de mi mejor amigo.
-Ya, bueno -dijo ella-. No se me ocurrió otro.
La puerta se abrió y apareció una mujer de mediana edad, con el pelo castaño y los ojos verdes. Era muy parecida a Ana, pero más mayor y más rellenita. Llevaba un delantal sobre un vestido floreado y una sonrisa amable en la cara.
-Hola -dijo-. ¿Tú eres Pedro?
Yo no supe qué decir. Miré a Ana buscando ayuda, pero ella se encogió de hombros.
-Sí -dije al fin-. Soy Pedro.
-Mucho gusto, Pedro -dijo la mujer extendiendo la mano-. Yo soy la madre de Ana.
Le estreché la mano con timidez. Su apretón era cálido y firme.
-Encantado -dije yo.
-Pasa, pasa -dijo ella invitándome a entrar-. No te quedes ahí fuera. Ven a tomar algo con nosotros.
-Gracias -dije yo sin saber qué hacer.
Ana me miró con una mezcla de sorpresa y ternura.
-Vamos, entra -dijo cogiéndome de la mano.»
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