Jess peed here too

ESPERANDO A MI DADDY

Introducción (Reeditado)

Continúo comentando y resumiendo sobre lo que se relata de mi primer viaje lejos del internado.

Jessica, adolescente. Fotomontaje

24 de junio, 1995. Terminal de aeropuerto

En la entrada anterior «Volando sin rumbo«, hacía referencia a final del viaje y aterrizaje en este aeropuerto, en este país desconocido. Un aeropuerto que no se parece en nada a lo que quisiera que fuera «el Aeropuerto Internacional de Toledo» (International Airport of Toledo) y terminaba con las palabras de Ana,

Donde le gustaría estar a Jessica, Aeropuerto Internacional de Toledo. Fotomontaje.
Se supone que hasta ahora no quiere saber nada de Toledo, ni siquiera en fotografía

Ana: Vamos a bajar, de manera que, si tienes ganas de ir al baño, será mejor que te esperes hasta que lleguemos a la terminal. – Me avisa.

24 de junio, 1995

Después de bajar del avión, hemos tenido que pasar por la aduana, pero es un trámite del que me he desentendido. Ando un tanto despistada pendiente de cuanto hay a mi alrededor, y, en cierto modo, me da igual lo que ocurra.

Ana se conforma con que no me pierda de vista su vista, porque se teme que intente mostrar algún signo de rebeldía y no es momento de montar un escándalo. Nadie me ha secuestrado y tampoco hay necesidad de que se empapele todo el país con mi cara porque me haya perdido.

En nuestro paseo por la terminal aún me da tiempo a fijarme en los carteles y a confirmar que no hay ningún vuelo procedente de Toledo. Sobra decir que Ana me deja con la incertidumbre de si tendré la misma suerte en la zona de embarque, sobre si habrá algún avión que tenga como destino Toledo. En tal caso confirmar o desmentir si hemos venido en busca de Daddy o vamos en camino. Sin embargo Ana no me dará pocas facilidades, aunque, si quiero saber dónde estamos, habré de descubrirlo por mi cuenta.

Lo que está claro es que no hay ninguno procedente de Toledo. Al menos en los carteles no lo anuncian. Quizá sea porque hemos llegado a una hora muy temprana y los aviones de Toledo tienen otro horario. Tal vez, los hayan cancelado o lleguen con retraso. ¡Vete tú a saber!

Si lo quieres averiguar, habrás de hacerlo por tu cuenta y riesgo, porque yo estoy castigada. Me han traído por las malas y eso tiene consecuencias.

Dudas

No hay tiempo para entretenerse porque las prisas aprietan. Hemos de pasar por servicio de chicas antes de que pasen a recogernos.

Ana tiene amigos en todas partes, incluso en este país cuyo nombre ignoro. Se supone que los amigos saben llegar hasta este terminal, hasta este aeropuerto con conexiones con el resto del mundo. Porque no tengo claro que todos los aviones pasen por aquí, por eso de que todos los caminos llevan a Roma.

En cierto modo se entiende que éste es mi castigo o la consecuencia de no haber hecho las maletas para que me mandasen del internado al otro internado. Se supone que a mí se me da un trato diferente, especial. ¿Acaso ese otro internado se encuentra por aquí? ¿Acaso ese trato diferenciado implica que no seguiré los pasos de las demás y a mí me mandan mucho más lejos? ¿Acaso se me considera una chica tan problemática que Ana no se fía de dejarme sola en vacaciones? ¡Con lo simpática que soy!

Hay obras en el internado, pero a mí no me hubiera importado quedarme sola, mientras no me molesten. Les hubiera hecho compañía a los albañiles. Al menos nadie diría que no tendría quien estuviera pendiente de mí. Pero Ana me «agarró» por las orejas, – casi de manera literal – y me subió en el avión sin posibilidad de que protestara ni me negase. Tan solo se me permite hablar para referirme a lo mucho que disfruto del viaje, de estas dos semanas de vacaciones.

In the ladie’s

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Ana: [Desde el otro lado de la puerta] Terminas ¿o haces un túnel para escapar? – Me pregunta con cierta impaciencia y mucha complicidad. – Nos esperan y será mejor que no nos pasemos las dos semanas en la terminal. – Me advierte.

24 de junio 1995. Terminal

¿Qué hace la gente cuando está en un aeropuerto y quiere dejar un buen recuerdo? Escribir mensajes en las paredes y hay una tal «Yuly, de Boston», que ha pasado por allí antes que yo y ha querido dejar un aviso, por si alguien la busca o la conoce.

Escrito en la pared de uno de los reservados del aseo de chicas

¿Debería hacer yo lo mismo? Lo malo es que Ana se ha quedado con el bolígrafo porque se supone que aquí no me hace falta. Quizá yo debiera dejar un mensaje similar, por si Daddy entrase aquí. Aunque, como se trata de un chico, es poco probable que lo vea.

«Jess, from North Medford» no es una chica tan popular. Lo cierto es que no sé quién será esa tal Yuly, pero supongo que eso de ser de Boston aquí se tiene que valorar bastante, al menos eso es lo que ella pretende dar a entender con su mensaje.

Nota de autor

Ahora mismo, en este momento de la novela, a nadie le importa ni sabe nada de esta chica.

De hecho, sí, Jessica se ha de fijar en este mensaje porque es el único que está escrito en inglés y, además, es de alguien procedente de Boston, como ella. Es decir, que, si no han venido en el mismo avión, han debido estar cerca, día más o menos cercano en el tiempo.

A mí, como escritor de la novela, me pareció un detalle oportuno y curioso, que justo en este momento se empiece a alterar un poco más la vida de Jessica y que aun estando lejos de su ambiente, se sienta un poco más cerca de casa.

Aunque no sepa adónde la han traído, al menos tiene claro que no se han ido tan lejos que nadie sepa cómo llegar, dónde se encuentran, al menos hay una chica, una tal «Yuly, de Boston» que algo de idea tiene. Es más, incluso puede que sepa dónde está el internado y, si se le presiona un poco, hasta puede que sepa dónde está Toledo.

Pero ¿Cuántas chicas que se hagan llamar «Yuly» viven en Boston? ¿Pensará ésta regresar? Lo único que sabemos es que ha estado en ese reservado, pero sin que haya puesto fecha ni ningún otro dato que la identifique. ¿Qué hace una chica de Boston allí? ¿A qué ha venido?

Nota de autor

Jess: ¡Ya salgo! – Le repito antes de que insista y me ponga en evidencia ante todo el mundo.

24 de junio 1995. Terminal

Mientras terminamos en el aseo de las chicas Ana aprovecha para comentarme cómo es la casa de sus amigos, cómo les conoció.

¡Vaya lío! Porque sobre dónde estamos no aclara nada, pero parece importante que me haga una idea de cómo es el sitio al que me lleva, por eso de que iremos a una casa en el campo, no a un hotel ni a encerrarnos en un piso. Venimos de vacaciones y se supone que yo tendré ocasión de divertirme, de salir a pasear por el campo, bañarme en una piscina comunitaria y montar en bicicleta.

Resulta que el Papa, sí, el mismísimo Papa, el que vive en la Ciudad del Vaticano, la que está Roma, se dedica a organizar viajes para los jóvenes de todo el mundo y es así cómo Ana ha conocido a estos amigos.

Ahora resulta que Ana es una chica viajera y muy bien relacionada. ¡Es amiga del Papa! ¿Tendrá su número de teléfono? ¿Acaso es ella quien le organiza los viajes? Esas actividades que de vez en cuando hay en la parroquia, a las que acudo a regañadientes, se organizan también a nivel de todo el mundo.

Pero, bueno, las conversaciones sobre los asuntos del Papa, la parroquia o la vida privada de Ana se terminan en cuanto ambas salimos de aseo, porque hemos de ir al encuentro de sus amigos, a quienes habré conquistar con mi encanto personal. Eso del «I don’t speak Spanish!» que resulta tan encantador después de repetirlo de manera insistente para que me dejen tranquila, y esas cosas típicas que me hacen parecer una adolescente tan simpática.

Aunque ahora resulta que estos amigos no pronuncian bien el nombre de Ana, la llaman por su nombre en inglés. Los amigos de Ana hablan en español, pero para mi tranquilidad también hablan y entienden el inglés

«Welcome to my country.»

Sonia: Welcome, Jessica. I am nice to meet you. He is Carlos. He is my husband. My name is Sonia Martín. Welcome to my country.

24 de junio 1995. Terminal

¿Pero cuál es «her country»? Me da la bienvenida en inglés de manera que me sienta bien acogida, que sepa allí entenderán hable en el idioma que hable, aunque con Ana lo hagan en español.

De hecho, para ellos no es ninguna sorpresa que Ana haya querido hacerles esta primera visita acompañada por la chica más simpática y sociable del todo el internado, del área de influencia de Boston y, si se tercia, del todo el continente americano y parte del extranjero. Porque, además, dan a entender que Ana ha venido con un objetivo del que sus amigos son conocedores.

¡Es decir, que a los amigos sí se lo puede contar, pero a mí no! ¿Y a nosotros? ¡Vosotros sois amigos de Ana?

La gente de este país habla en español, pero ¿en qué países de mundo se habla en español? Porque, si yo estoy castigada averiguarlo por mi cuenta y lo único que claro es que ha sido un largo viaje en avión desde Boston con trasbordo en el aeropuerto de Philadelphia. Lo que es casi seguro es que no hemos regresado a internado ¿Cómo averiguar dónde estámos?

¿Por esos carteles, que con las prisas no me has dado tiempo a leer con suficiente atención? ¿Por la matrícula de los coches?

¿Qué se le ha perdido a Ana tan lejos?

Lo peor de todo es que el país nos ha recibido con lluvia. Según el parte meteorológico del 24 de junio de 1995 y lo que se ve por los cristales. Parece que nos da la bienvenida con tristeza y melancolía, como me siento yo en esos momentos, ya que cuando salimos de Boston lucía el sol y la gente hablaba en inglés americano. Sin embargo, ha bastado con que tomásemos dos aviones para encontrarnos en lugar completamente diferente.

De remate, resulta que, para llegar hasta la casa de los amigos de Ana, hemos de ir en coche. Será por lo menos una hora y media más de trayecto. Si me descuido, me hacen una visita turística por el país para que recabe información, ya que, de lo contrario, eso de estar castigada no tiene mucho sentido.

No sé si en este país serán caníbales, pero me creeré eso de que peligra mi integridad como haga alguna tontería.

24 de junio 1995. Terminal