Introducción
Llegamos al gran momento de Ana de estos días, para lo que se supone se ha estado preparando a conciencia porque es consciente de que éste será un momento importante, acaparará toda la atención y toda las miradas.
A ella le corresponde dar la última charla, a explicar la Vigilia Pascual y que eso sirva de cierre y de culmen de todo lo que ha sido el día hasta ese momento y sirva de anticipo para las celebraciones de esa noche.
Ella, que, según Manuel, es una chica que allá donde va brilla con luz propia, ahora tiene la ocasión de demostrarle que no se ha confundido en sus apreciaciones, que sí es merecedora de toda la confianza que la gente ha puesto en ella.
La charla
La gente se sienta en círculo para que todos tenga ocasión de escuchar a Ana, Lo que en ambas versiones de la novela se destaca, que ninguno de los dos busca la confrontación, pero Ana tiene la clara atención de acaparar la atención de Manuel, de que este le escuche con atención, dado que, sobre todo quiere y espera hablar para él.
Mientras Ana habla sus recuerdos le llevan a aquella tarde de febrero en la que ambos se quedaron solos, de manera que es como si allí, mientras ella habla sobre la Vigilia, quienes están a su alrededor también se desvanecieran, de tal manera que vuelven a quedarse solos Manuel y ella.
A su memoria vuelven los recuerdos de aquella conversación entre ellos, como entonces no tuvo reparo en llamarle «tonto», en dejar su dignidad por los suelos y cuanto ya no quedaba nada de éste por recoger, de utilidad, proponerle que la acompañase porque ella se sentía perdida y desvalida, ya que sus amigas se habían olvidado de pasar a recogerla.
Aquel «tonto» al que entonces vapuleó como sólo una chica sabe hacerlo, es el mismo por el que ya no puede esconder sus verdaderos sentimientos y sobre quien ha puesto todas sus ilusiones y expectativas. Ella quiere vivir y compartir con él todo eso que esta contando y comparte en su charla, pero no solo durante la Vigilia, sino el resto de su vida

Mientras Ana habla
Mientras Ana habla los demás la escuchan con una actitud de sorpresa e incredulidad y asombro. Sí, está hablando de la Vigilia Pascual, de la Resurrección, pero en el trasfondo de sus palabras, de lo que se interpreta, es que quien habla es una chica que ya no pone frenos ni límites al amor que fluye en su corazón.
Si alguien tuviera que apostar, sin duda alguna lo apostaría todo y con absoluta convicción, a que Ana está enamorada o tan ilusionada con vivir la Vigilia esa noche que parece que nada más le importa. Se la ve y se la siente pletórica de felicidad, con una brillo en los ojos que nada ni nadie puede ocultar, con una sonrisa que enamora hasta las piedras.

¡Qué sí! En serio, de verdad. la chica que cada vez que acude al comedor y se empeña en ocupar la silla del rincón, esa misma que se muestra fría e indiferente, se hace la desentendida, cada vez que Manuel hace el menor intento por acercarse, ahora es como una antorcha de amor, como una luz, que irradia amor más allá de donde alcanza la vista, de los sentidos.
Los chicos, las chicas, hasta los gusanos que se esconden bajo las piedras perciben ese irrefrenable romanticismo en sus palabras, esa pasión e ilusión que le recorre por todo el cuerpo. Se dan cuenta de que tiene una actitud más alegre y animosa ante la vida, porque se siente llena de vida, de amor. «¡Está enamorada!» Afortunado aquel que sea objeto de este amor infinito.
La primera pregunta es lógica
Cuando ella termina con su explicación y llega el momento de las preguntas de las aclaraciones, cuando Ana parece tomar consciencia de que no está allí a solas con Manuel, los demás no se cohíben a la hora de exponer lo que han percibido todos de manera más que evidente.
Lo que querían que contara era sobre mi situación sentimental, el estado de mi corazón, porque les daba la impresión de que estaba enamorada,
Ana. Silencio en tus labios. Sábado,
Y aunque en las ocasiones que ha estado en Toledo y le han hecho esta pregunta, Ana ha dado la callada por respuesta, porque no era un tema que le incumbrira a nadie, salvo a ella misma. En esta ocasión no tiene reparo en responder, aunque su respuesta resulta un tanto esquiva.
En cierto modo, creo que, sin que esa fuera mi pretensión, me puse demasiado seria y exigente. Me olvidé de que Manuel escuchaba y que quizá de mis palabras se deducía que él estaba lejos de toda opción. Pero mi frialdad no era para él. Aquellas palabras, aunque sinceras, no eran más que una respuesta ante una acusación o insinuación que me había molestado.
Ana. Silencio en tus labios. Sábado, 19 de abril, 2003
Se reprime a la hora de poner nombre al chico que acapara todos sus sentimientos porque se siente cohibida y avergonzada por tener que hacer esa confesión pública y admitir lo que ya no puede negar, porque no se puede engañar a sí misma ni a los demás, ni aún menos dar a entender que el afortunado ya tiene el camino libre para conquistarla.
Se limita a responder que es así cómo espera que su amor sea correspondido, que el chico que la conquiste mantenga esa llama del amor como si se tratase de la Vigilia Pascual, de la Resurrección, porque ella espera entregarse de igual modo, dándolo todo, en una felicidad sin límites.
¡Manuel, calladito está más guapo!
Manuel se mantiene en silencio, calla. Es consciente de que cualquier comentario o impertinencia por su parte es ese sentido será respondido de mala manera.
Llega a abrir la boca, a decir algo inadecuado y todo ese amor que Ana de manera sutil ha confesado procesar se hubiera convertido en rabia, dado que Ana se hubiera sentido burlada, ofendida, por parte de aquel en ha depositado toda su confianza y de quien ahora espera respeto y comprensión, que sepa esperar el momento para no avergonzar ni dejar en evidencia a ninguno de los dos.

El momento de hablar será «el camino de Emaús», el paseo de regreso al pueblo, si el infalible plan de Ana no le falla en el último momento. Si falla, tal vez antes de la Vigilia haya tiempo de darse una segunda y última oportunidad.

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