Introducción
La primera pareja ya ha iniciado el camino de Emaús. Ana ha hecho la primera designación y se ha de escoger a los componentes de la segunda pareja por el mismo sistema: el sacerdote nombra a uno de los presentes y éste es quien designa al componente de dicha pareja, quien escoge acompañante.

El sistema es sencillo, si se entiende. Ana ha sido quien ha dado ejemplo y ha escogido con criterio a uno de los chico de su parroquia que se conoce el camino y que se ha marchado con otro de los chicos, se entiende que de su confianza, un buen amigo, descartando la opción de que fuera alguna de las chicas. Ha sido su elección y no hay necesidad de darle más vueltas. Está perfecto, es el camino de Emaús y se busca ese acompañamiento y vivencia espiritual.

Las parejas del Emaús
¿Quién es el afortunado que ha de escoger? Se sobreentiende que para esta primera designación si hay una lista, un orden preestablecido, que es lo único que de algún modo se quiere controlar, pero a partir de ahí todo es cuestión de la improvisación, del impulso y se espera que sea del sentido común y de responsabilidad, que no se trata de escoger a los miembros de cada pareja porque sí.

Al principio eran 11 chicas y 7 chicos, aparte del sacerdote, quien en principio se queda un poco al margen y se unirá a la pareja que considere.
Como se han marchado ya dos chicos, las opciones se reducen, sin que haya restricciones en cuanto al orden en que han de salir ni al tipo de emparejamientos que se puedan hacer, tan solo que se mantenga una cierta distancia de separación entre una pareja y otra.
Se trata de «El camino de Emaús» y no de resolverle la vida sentimental a nadie, ni aunque pudiera haber un interés previo. Se trata de aprovechar ese paseo de hora y media para compartir de una manera un poco más privada cómo vive cada uno la Pascua e incluso para comentar inquietudes y que se mantenga una conversación lo más fluida y abierta posible, sin dejar de lado el momento que se está viviendo.
Desde ese planteamiento y con esa expectativa, el siguiente designado para que nombre al primer miembro de la siguiente pareja es Manuel, quien se supone que ha estado atento a las explicaciones y aclaraciones que se han dado al respecto, quien sabe que una vez pase por esa tesitura se puede quedar sentado hasta que alguien le escoja como acompañante o le dé la opcion de ser él quien elija con quién quiere darse ese paseo.

Esto no es lo de siempre
El caso es que esta manera de establecer las parejas para el Camino de Emaús no es como en años anteriores, en las Pascuas en la que Manuel ha participado con anterioridad, donde directamente le decían con quién tenía que ir y lo aceptaba con resignación. E incluso le llegaban a preguntar previamente por si hubiera algún problema, pero una vez ya le habían asignado acompañante y se confiaba que él podía asumir el rol de responsable.
Además, este año ha acudido a la Pascua un poco engañado, o al menos sin que la chica por la que se ha mostrado interesado le haya puesto impedimentos, con el añadido de que es Ana. la dirigente de la convivencia, porque ésta sí sabía de antemano que éste acudiría, pero él se la ha encontrado allí por sorpresa, por no preguntar.
Es más, esa misma chica, que con todo el mundo se ha mostrado de lo más simpática y afable, a él, tras el saludo del primer día, casi le ha tratado como si no existiera, pero ahora no le quita la vista de encima y parece dedicarle cada sonrisa que aflora de su cara.
Esta chica, que dos meses antes le comparó con una cáscara de plátano tirada en el suelo, que le dió a entender que no tenía ningún interés romántico por él, ahora ha dado evidencias de estar enamorada, de tener un nuevo y gran amor de su vida idealizado, aunque éste no parezca que se encuentre allí presente, no haya aparecido por la Pascua en los cuatro días que ya llevan en el pueblo y de seguro no es su exnovio, porque Carlos ya tiene novia.

Por otra parte Manuel siente que ahora toda la atención y todas las miradas están puestas en él, en saber de su elección, aunque no haya de explicarse ni justificarlo de ningún modo. Tan solo ha de dar un nombre, el de esa persona con quien no le apetezca hacer «el Camino de Emaús» o piense que puede encontrar mejor compañía entre los presentes.

El nombre que nadie se espera
En medio de esa tensión, confusión y un poco por salir de aquella tesitura, de sus labios sale un nombre que causa un efecto de sorpresa, decepción y contrariedad, pero que a él le resulta liberador, porque siente y piensa que es lo que se espera, aunque sea justo el único nombre que por unas razones y otras nadie hubiera querido escuchar ni hubiera pronunciado.
Ana, que con anterioridad ha tenido la oportunidad de mandarle a «paseo», de verse libre de la incomodidad de su presencia, porque siente que Manuel ésta demasiado pendiente de ella, ha optado por dejar que se quede, hasta cierto punto por mostrarse indiferente y no dejarle en evidencia, aunque le haya clavado la mirada.
Manuel siente que ahora es él quien ha de corresponder, dado que en realidad a él si se le ha pasado por la cabeza la idea de que hagan juntos ese «camino de Emaús», pero ni siquiera se ha molestado en preguntarle y da por sentado que recibiría una negativa por respuesta. De tal manera que aflora ese sentido de madurez, de ser capaz de renegar de sus propios impulsos y sentimientos y ser el mismo quien libere a Ana de verse en esa tesitura.
Ana se marcha
Ana se marcha y escoge de acompañante al novio de su amiga, no sin antes echarle una última mirada a Manuel, de esas que dan a entender que la ha defraudado como nunca nadie lo ha hecho.
Una mirada tal que para Manuel es como si le dieran una patada en el culo y con ello le ahorrasen hacer el de Emaús, porque va volando directo al pueblo, incluso a su casa, porque no hay otra manera de desahogarse.
Una mirada tan directa, tan intensa y profunda que Manuel se da cuenta tarde de que se ha equivocado, que lo mínimo hubiera sido que obviara mencionar a Ana y diera a entender que no estaba obsesionada con ella.

Se marcha en compañía de un chico, de quien es evidente no espera nada más allá de ese paseo y es fácil suponer que esto no le traerá problemas con su amiga. Lo que está claro es que es una indirecta para Manuel, por darle celos y en cierto modo corresponderle a ese desplante, a ese rechazo.
Recuerda:
A la Pascua no se viene a hacer el tonto

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