Introducción
¿Te has enterado? ¿Lo has visto con tus propios ojos? ¿Hace falta que te lo cuente?
Pues resulta que cuando Ana, que es la portadora de las llaves de la casa ha abierto la puerta, las chicas que hemos terminado el Camino de Emaús hemos entrado en la casa y los chicos se han dirigido haca su alojamiento, dado que hemos de asearnos para la cena tras haber pasado en el campo.
Pero no entramos todas las chicas ni se fueron todos los chicos. Ana se quedó en la puerta como esperando ver cómo Manuel se marchaba con los demás. sin embargo, algo ha debido pasar durante su «Camino de Emaús» porque éste se ha quedado plantado en mitad de la calle.
¡Cómo te digo! No parecía que se fuera a mover de ahí, y la verdad es que todas nos hemos quedado un poco inquietas. ¡Ya sabes! Se trata de Manuel, pero este comportamiento resulta un tanto extraño. Por lo cual las chicas que hemos entrado en la casa nos hemos asomado por la ventana a esperar a que se fuera.
Entonces, Ana, en plan serio, como dirigente de la convivencia y responsable del alojamiento se ha dirigido directa hacia él, con paso firme, le ha susurrado algo al oído y ha entrado en la casa. Todas nos hemos fijado en la expresión de su cara.
Lo que le ha dicho a Manuel ha debido ser efectivo porque con la mismas éste he marchado hacia el alojamiento de los chicos. Apenas nos ha dado tiempo a fijarnos en su cara, por lo que ninguna de las chicas se atreve a asegurar nada.
Cuando entré en la casa, el gesto en la cara de las demás era un poema, reflejo de mi propia incredulidad ante lo que acababa de suceder. En seguida me di cuenta de que a ninguna le había pasado por alto lo sucedido en la calle y les picaba la curiosidad por enterarse de primera mano e incluso si lo sucedido tenía alguna relación con el Emaús. Era la primera vez en toda la Pascua que me habían visto tener un trato tan directo con Manuel y les había llamado la atención.

La curiosidad mató al gato
Sin embargo, no hice comentarios muy abiertos, opté por la discreción. Se trataba de una cuestión personal entre Manuel y yo. No había nada más que comentar al respecto, mientras todo siguiera en el aire. Además, no era ningún secreto para mis amigas que esa noche, después de la Vigilia, Carlos se presentaría allí para hablar conmigo, de modo que lo de Manuel resultaba poco relevante.
Se trata de sus amigas, de aquellas con quien ha compartido su plan A, B y cuántos hubieran sido necesarios para conseguir que Manuel y ella hicieran juntos el Camino de Emaús. Entre estas chicas está aquella que al final se resolvió todo el entuerto provocado por la impulsividad de Manuel, la que propició el cambio de pareja

Sin embargo, aunque estas chicas o entre éstas se encuentre una de sus confidentes, Ana por el silencio en lo referente a lo sucedido en la calle, a su confesión de amor, a la confirmación de que al final, dado que Manuel no le ha dicho, ella ha tenido que tomar la iniciativa, porque no soportaba más la tensión y el silencio creado entre ambos.
De hecho, tal y como Ana reconoce, en esos momentos más que preocuparse por lo sucedido, por Manuel, su inquietud reside más en la pronta llegada de Carlos, en la conversación que ha de mantener con éste y que ahora tendrá un matiz diferente. Ella ahora tiene a alguien en su corazón y no se trata tan solo de un pretendiente o de un chico impertinente que le haya hecho insinuaciones románticas. Ha sido ella misma quien se ha abierto al amor.

En caso de que me hubieran preguntado sobre lo que tenía que hablar con Carlos, les hubiera contestado que le dejaría clara nuestra ruptura. Que ya no éramos novios era algo sabido por todos, de igual modo el hecho de que éste ya saliera con otra chica y yo no tenía cabida en su vida. Lo cierto era que se trataba de un asunto personal ajeno a esas cuestiones sentimentales.
¿El Emaús? Bien, a como todas
Sin embargo, el silencio de Ana no es absoluto porque entiende que entre amigas no hay necesidad de guardar demasiados secretos y ella siente la misma curiosidad que el resto por saber cómo les ha ido en su experiencia y vivencia del «Camino de Emaús», incluso para aquellas que lo han hecho juntas y se han mantenido al margen de los problemas de Ana.
Ana no evita compartir sus impresiones,en reconocer lo que para las demás es evidente, que ella emprendió el camino en compañía de un chico y lo ha terminado con otro, que el primero se vio un tanto sorprendido cuando ésta lo escogió y el segundo había cometido la torpeza de rechazarla, cuando todo el mundo intuía que Ana era su primera y casi única opción, aunque éste no se confiase demasiado en que ella le correspondiera.
Entre las chicas no era tanto secreto que Ana se había ilusionado con la idea de hacer ese camino con Manuel, pero que también era una expectativa que le causaba una cierta incertidumbre y más después de lo dicho por éste.

Ana reconoce que ha habido esa tensión, que entre ellos se ha creado un silencio imposible de romper. Por supuesto el Emaús ha estado lejos de desarrollarse cómo a ella le hubiera gustado. Sin embargo, aunque no lo quiera reconocer de manera muy abierta, por no hablar más de la cuenta, a las chicas les dice que ha sido una grata experiencia, que hasta se le ha quedado corto.
¿Cena por parejas?
El caso es, que al igual que todas, tenía sobrados motivos para ilusionarme tanto con la última cena como con la Vigilia. De hecho, me gustó la sugerencia que me plantearon algunas de las chicas sobre que la cena fuera por parejas, como una continuidad del “Emaús”, lo que no rompía con el sentido de tal paseo. Ante tal propuesta sería difícil que los chicos pusieran objeciones.

Normalmente las cenas suelen ser por libre o por grupo, según lo haya requerido el desarrollo de la convivencia, de la Pascua, pero en esta ocasión, le proponen a Ana una alternativa, que en principio no tendría por qué alterar el clima de oración y fraternidad en que se supone viven esos días.
En la versión de Ana esta ocurrencia se le atribuye a las demás, que ella tan solo lo recibe como dirigente, como la chica que al final ha de tomar una decisión al respecto porque ello altera la organización, el ritmo de la convivencia.
Cenar por parejas supone, en cierto modo, romper con lo que ha sido la gestión del servicio de comedor, realizado por turno y por grupos, de manera que en cierto modo los encargados han de cenar, si no después que el resto, al menos a otro ritmo, pendientes de las necesidades y requerimientos de los demás.
Pero, sobre todo, este cambio para Ana tendrá una trascendencia fundamental, dado que hasta ahora ella se ha reservado su sitio, su silla, en el rincón, para mantener las distancias con Manuel, por lo que, si ahora la cena es en base a cómo se han formado las parejas para «el Emaús», ya intuye quién va a dar saltos de alegría porque finalmente tendrá una silla libre a su lado.
Origen

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