Introducción
Por lo que se cuenta en la versión de Ana, a ésta, en cuanto entró en la casa donde estos días se alojan las chicas, la sometieron a un tercer grado con intención de sonsacarle información sobre lo que le había susurrado a Manuel en el oído, algo que las demás habían observado por la ventana, con la inquietud de no saber cómo reaccionar ante la presencia y actitud de Manuel en esos momentos y circunstancias.
¡Qué sí! Que entre las chicas, la confidente ya estaba al tanto de los planes y expectativas de Ana al respecto. es conocedora de sus secretos y sentimientos, pero aún falta que Ana les confirme que todo lo que se ha organizado para que Manuel y Ana al final pudieran hacer juntos «el camino de Emaús» ha salido mejor de lo esperado y no peor de lo que se temían.
Ana les cuenta su experiencia, pero sobre ese último detalle en concreto se muestra un tanto reservada. No confirma ni desmiente nada. De sus palabras se puede deducir que está ilusionada, que el paseo con Manuel no le ha robado la alegría pascual ni el sentido de fraternidad, ni tan siquiera el anhelo de pasar otros cinco minutos con Manuel, contagiada por el ánimo de las demás en cuanto al resultado de la experiencia del «Emaus».
En la casa de los chicos
Cuando Manuel llega a casa de los chicos, aún sin terminar de asimilar de todo lo sucedido frente a la casa de las chicas, la osadía e impulsividad de Ana a la hora de ser tan sincera y directa con sus sentimiento, a diferencia de la actitud de las chicas con Ana, a el nadie le pregunta. Ningún de los chicos ha estado presente, casi puede decirse que ninguno sabe nada.
Dado que mi cara lo decía todo, no me preguntaron. Quienes eran conscientes de mi torpeza veían una pérdida de tiempo cualquier alusión y los demás se sentían tan llenos de felicidad fraternal que no veían posible que alguien hubiera pasado por una experiencia tan poco afortunada. La vida era maravillosa, si se compartía con un hermano o hermana.
Ni tan siquiera parece que tenga nada que decir ese chico con el que Ana inició el camino y al final fue rescatado por su novia, en ese intercambio de pareja, para que Manuel y Ana se pudieran quedar solos y hablar en privado, aclarar todo eso que tuvieran que hablar. Ni tan siquiera sabe si han mantenido o no esa conversación, porque tiempo han tenido para ello.

¿Habla de los demás o habla de sí mismo?
Sin embargo, Manuel se fija en que para los demás el paseo ha resultado ser una experiencia personal, fraternal y espiritual maravillosa, insuperable, que les ha permitido conectar con quienes han sido sus acompañantes, casi el mejor momento de aquello días de Pascua, antes de la Vigilia de Resurrección. hasta el extremo de que hubieran querido que el pueblo se encontrase un poco más lejos para así alargar el paseo.
En todo caso, sabemos que su apreciación no difiere con las impresiones de Ana, que con independencia de su experiencia y vivencia familiar, tienen la sensación de que el paseo les ha cambiado, ahora se sienten llenos de algo tan inexorable que no se sienten capaces de abarcarlo, de explicarlo. Para ellos dos es algo que ven reflejados en los demás porque se sienten pletóricos de felicidad.
El paseo se les había hecho muy corto, tanto como si hubieran recorrido en coche la distancia que había desde la casa de las chicas hasta aquella. Había sido la guinda del pastel para la Pascua, que alguno había creído no vivía con suficiente intensidad, pero a quienes se les habían abierto los ojos de golpe.
¡Hay que pensar en cenar!
Manuel no tiene mucho tiempo para distracciones ni divagaciones porque su grupo es el encargado de servir la cena y no sería muy correcto que fuera él quien les fallase en el último momento. Es la última cena, casi la última comida relevante y sobre todo el paso previo a la Vigilia Pascual, de manera que conviene tomárselo con la debida seriedad y formalidad.
El caso es que Manuel reconoce que prefiere callar, aunque en el fondo siente el impulso de gritarlo, de contárselo a todo el mundo, de encontrar a alguien que le saque de esa incertidumbre, de eso que brota en su corazón y que no es capaz de controlar. ¡Ana le ha dicho que le quiere!

Si lo habla con los chicos, aparte de que no es un tema que les afecte, tal vez tampoco se lo tomen demasiado en serio. ya lleva varios días comportándose de manera errática y alguno pudiera pensar que se ha engañado a sí mismo, entusiasmado de más por el hecho de haberse dado ese paseo con Ana, que ahora lo que necesita es volver a poner los pies y sus pensamientos en la realidad.
¿Hablarlo con el sacerdote? Sería una opción, pero no hay tiempo. Ahora lo prioritario es que se asee, porque llega a la casa después de pasar el dia en el campo y piense en la cena y en la Vigilia. No puede perder tiempo en intentar localizar al sacerdote, por una cuestión tan personal, que en todo caso requeriría una conversación calmada y tranquila, casi tan larga como ha sido «el Emaús».
Es más, Ana le ha dicho que lo hablarán luego, por lo cual no tiene más alternativa que intentar contener sus nervios, su impaciencia, y espera a que ese «luego» sea «ahora». Sin embargo, ¡cómo le gustaría que ese «luego» no supusiera tener que armarse de paciencia!
De momento ese «luego» más próximo es el momento cena, queda que le aclaren cómo se va a organizar esta vez, ya que los precedente no parece que le sean muy favorables. Su grupo es el que sirve, por lo cual la probabilidad de compartir mesa con Ana parece descartada y si después es la Vigilia, no habrá tiempo para que hablen.

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