Introducción
Manuel ha llegado a la casa de los chicos para asearse y eso es lo que hace, dado que, como sabemos, no tiene con quien compartir impresiones y confidencias referentes a lo sucedido con Ana, aparte de que puede resultar una indiscreción hablar de más, en particular después de los no muy buenos precedentes que tiene en ese sentido.

De manera que se ducha, se acicala lo mejor que puede en esas circunstancias con la expectativa de que esa noche es la Vigilia y habrá que guardar una mayor seriedad en el vestir, más que por el hecho de pensar que volverá a reencontrarse con Ana, y se ha de preocupar por causarle una primera buena impresión después de que esta le haya confesado su amor, a pesar de los muchos defectos que Manuel ha puesto de manifiesto.
Sale a la calle.
Cuando sale a la calle para dirigirse hacia la casa donde tienen el comedor, porque su grupo es el encargado de servir la cena esa noche, lo hace casi con la misma discreción con la que llegó, sin que los demás se muestren particularmente habladores, aunque a esas horas se entiende que ya han terminado el Emaús, pero los últimos tampoco parecen estar demasiado al corriente de lo sucedido entre Ana y él.
Cuando llegué al comedor, ya estaban allí las cuatro chicas de mi grupo; habían sido más ágiles que yo a la hora de arreglarse. Por cómo me recibieron, estaba claro que Ana no les había dicho nada.
Esta vez Manuel parece sentirse un poco culpable por el hecho de llegar con algo de retraso con respecto a las chicas de su grupo, sin aludir al chico, dado que el grupo es de 6 personas. En cualquier caso, pone de manifiesto que se ha tomado su aseo personal con cierta calma, quizá más de la debida.
Hemos de tener en cuenta que en la casa de las chicas son once y que los chicos tan solo son siete, por lo que el retraso de Manuel pone de manifiesto la falta de organización por su parte o el hecho de que los chicos no han querido aceptar la hospitalidad de la gente del pueblo a ese respecto, que ha puesto los cuartos de baño a su disposición. Las chicas han sido menos escrupulosas y más decididas.
Cena por parejas
Al parecer, las chicas del grupo en un primer momento no hacen ninguna mención del hecho de que entre las chicas han convencido a Ana para que la cena de esa noche sea como una continuidad del Emaús. También pudiera ser que Manuel, como es su costumbre, haya evitado preguntar y se haya limitado a disponer el comedor siguiendo el ejemplo de éstas y sin cuestionarse nada.
Se puede interpretar además que estas chicas no están demasiado al corriente de lo sucedido entre Manuel y Ana, por lo cual no le dan excesiva importancia a las expectativas que Manuel se haya creado al respecto, que quizá la cena sea ese «luego» al que Ana se refería cuando le dijo que esperaba que hablasen.

¿Las chicas del grupo son discretas o es que Ana no les ha comentado nada?
Es todo tan incierto para Manuel que es comprensible que se sienta en un mar de dudas, que lo único que tiene seguro es que Ana le quiere, porque de sus palabras no se puede sacar otra conclusión, pero aquel no era el lugar ni el momento más indicado para que hablasen y se aclarasen.
Hemos de tener en cuenta que, si Manuel da por ciertas y válidas las palabras y la confesión de Ana, la cena de esa noche tiene que ser diferente a las anteriores. Ella ya no tiene motivos para esconderse, para evitarle ni mostrarse indiferente. Manuel entiende que ella también esperará algún cambio con respecto a ocasiones anteriores, que Ana ya no buscará refugio en la silla del rincón ni en la complicidad de sus amigas para ignorarlo y mostrarse fría e indiferente a sus insinuaciones románticas.
Esta es la cena.
Desde el comienzo de la novela, de esta historia, ya sabemos que Ana y Manuel han tenido ocasión de compartir mesa con anterioridad, ante la mirada atenta de sus amigos de Toledo y con el constante recelo de Ana de que éste se hiciera demasiadas ilusiones al respecto. Pero es que en esta cena, Ana ya no se puede considerar tan solo una chica más, de esas por las que Manuel ha perdido el sentido.
Esa tarde, esa noche, en esa cena, Manuel no espera que la chica que acuda al comedor sea como esas que suelen evitarle, que se muestran inquietas y recelosas ante su presencia, sus miradas. En esa cena, Manuel se siente protagonista de su historia de amor, que desde el momento en que Ana cruce el umbral de la puerta solo tendrá ojos y atención para él.
Será su primera cena como pareja, en la que de algún modo se empezará a formalizar y afianzar su relación. Los demás se fijarán en ellos no por lo mucho que Ana los ignore y evite, sino porque ya no tendrá reparo en ser abierta y sincera con sus sentimientos; ya no tendrá que esconderse bajo esa falsa indiferencia cuando su corazón se ha convertido en un volcán de pasión.

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