Introducción
Entendemos que todo el mundo, sus amigos se han dado cuenta de que algo le sucede a Ana, que de algún modo «el Emaús» le ha cambiado, en particular el modo en que se despidió de Manuel y sobre lo que se muestra un tanto reservada más discreta de lo habitual.
Lo que las amigas saben de su interés por Manuel, es que ella organizó «el Emaús» con la complicidad de éstas para un rato de tranquilidad, quedarse a solas y hablar de esa tensión no resuelta entre los dos, aunque no es un secreto que la conversación, al final, se quedó en un silencioso paseo.
La cena ha sido por parejas, sin que Ana pusiera ningún reparo en ese sentido, consciente de que se la emparejaría con Manuel, pero se han encontrado con una Anae, en apariencia más callada y apática, cuando en un momento así debería mostrarse con la chica más feliz del mundo, porque se supone que por fin no tenía nada que esconder de sus sentimientos.
Ella fue la última en llegar al comedor y ha sido la primera en marcharse, llegó sola y se ha marchado sola. Se entretuvo en asearse para la cena y ahora se toma su tiempo para prepararse para la Vigilia, porque es su grupo es el responsable y dado que se han pasado el día en el campo, han de encontrar tiempo para organizarse.

Manuel anda inquieto
Ante los demás ahora se muestra extrañamente relajado, pero, como se suele decir en estos caso, lleva la procesión por dentro, un ánimo contrariado y confuso porque Ana ha hecho que se desvanezcan todos los impedimentos entre los dos, pero también le ha dejado con esa incertidumbre, con esa falta de concreción.
Le ha dicho que le quiere, se lo ha dicho al oído y como algo que queda entre los dos, sobre lo que no sabe si tiene o no que hablar con los demás antes que con ella. Se encuentra con que no sabe cómo reaccionar ante las inesperadas palabras de Ana. No era así cómo este esperaba que se iniciara esta relación.
Por lo cual, lo que los demás ven es que, a diferencia de lo que ha sido el trato entre ellos hasta ahora, Ana ya no le rehuye, ya no se muestra fría ni indiferente. Más bien, cercana. Le ha susurrado al oído, cuando lo habitual es que mantenga las distancias, se muestre recelosa a esa proximidad, prudente para que éste no se tome confianzas de más.

Sin embargo, ante la actitud de Ana, Manuel se muestra cohibido, acobardado, aunque él tampoco destaca por ser un chico demasiado comunicativo ni hablador, que si abre la boca en más de una ocasión es para no reprimir su impulsividad ni sus torpezas. Desde que Ana le susurra al oído se le ve mucho más prudente en ese sentido, consciente de la gravedad de ciertos comentarios dichos en el momento menos indicado.
Coinciden antes de la Vigilia
Este reencuentro tras la cena será en la iglesia, donde Ana está con su grupo preparando la Vigilia y a donde Manuel acude en busca de consuelo y paz interior. Entiende que es el único lugar en todo el pueblo donde puede estar tranquilo y, en cierto modo, es su manera de buscar esa cercanía con Ana.
Ya sabemos que para Ana no es indiferente la llegada de Manuel y se percata de cuándo éste entra en la iglesia, como sucedió el viernes por la mañana, cuando su oración se vio interrumpida, como ahora se se supone está centrada en los preparativos de la Vigilia, pero su atención, su mirada se centre en aquel que entra por la puerta.
Ana:
Poco después de la llegada de la gente de mi grupo, de que empezásemos a establecer cómo y quién participaría en la celebración, me sorprendió que entrara Manuel, no con intención de buscarme ni porque quisiera el mejor sitio. Le noté bastante inquieto, como si buscase una paz interior que no era capaz de hallar en ninguna otra parte. Se dio cuenta que me encontraba allí y le sentí algo indeciso. No tuvo claro si hacía bien entrando, aunque al final lo hiciera.
Entendemos que los demás también se percatarán de que Ana se muestra distraída, descentrada, que la causa y el causante se este repentino nerviosismo tiene nombre y cara.
Manuel:
El caso fue que ante aquella coincidencia pensé que quizá hubiera buscado el sitio menos indicado para mis oraciones de última hora. Ella estaba concentrada en los preparativos y mi presencia le pondría nerviosa o daría una impresión equivocada de mis intenciones.
Manuel. Silencio en tus labios, Sábado 19 de abril, 2003 (5)
La tercera vez
Se lo ha dicho:
- a las puerta del alojamiento de los chicos, mientras las chicas, les observaban desde la ventana
- en el comedor, cuando este se ha sentado a cenar, a su lado, en presencia de todo el grupo.
Y por tercera vez, Ana no reprimirá el impulso de acercarse a Manuel, con total tranquilidad, con la excusa de que la ceremonia de la Vigilia comenzar´en la plaza, en torno a la hoguera, de manera que no conviene que nadie se quede en interior de la iglesia, que nadie considere que por llegar antes tiene el sitio reservado.
Con cierta discreción, pero total determinación, al igual de los demás de su grupo Ana se ocupa de avisar a la gente que ya está en la iglesia. Ella se encamina directa hacia Manuel. No deja que nadie se le adelante, le prive de ese capricho. Manuel es suyo.

¿Tantas ganas tiene de echarle a la calle? ¿Un último desahogo antes de la Vigilia? Él la rechazó como compañera para «el Emaús», aunque es extraño que se muestre tan intratable con Manuel, dado que suele ser una chica mucho más afable y discreta. Sin embargo, se tiene a Ana por una chica seria y responsable, por lo que nadie desconfía ni les para los pies.
Esta vez no se lo dice al oído, sino directamente a la cara, para mirarle a los ojos, para que éste lo entienda como una reafirmación en su confidencia, porque entiende que éste no se lo termina de creer del todo.
«Te quiero, tonto. Luego hablamos»
No pensé que nadie me escuchara. Además, necesitaba mirarle a los ojos mientras esas palabras salían de mis labios, tener algo más que una simple sensación intuitiva para estar segura de que correspondía a mis sentimientos.
Había tirado la piedra y escondido la mano. Les cantaba a los demás eso de “¡Pío, pío, que yo no he sido!”. Aunque, debido a su discreción, nadie pensaría que había sido capaz de algo así y que tampoco tenía remordimientos por ello, mientras que yo me daba cabezazos contra la pared.
Manuel. Silencio en tus labios, Sábado 19 de abril, 2003 (5)
Manuel sale de la iglesia sin decir nada, sin dejarla en evidencia.
Tal y cómo sucediera a las puertas del alojamiento de las chicas:
- Quien se ha acercado a él para pedirle que salga a la plaza es la chica responsable de la convivencia que intenta corregirlo, La Vigilia comienza en la plaza
- También es la chica de quien está enamorado que le hace saber que se ha percatado de que él está ahí y busca un momento de complicidad y cariño entre los dos

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