Introducción
Lo que sabemos es que en mitad del tiempo de oración en la iglesia, posterior a la Vigilia, Ana y dos de las chicas del grupo se han marchado, unas porque tienen algo que hacer y Ana, en cierto modo, obligada por éstas, ya que su nerviosismo, estaba incomodando a los demás. Ella es una chica que suele quedarse tranquila en el banco, pero esta noche no hacia más que girarse para mirar hacia atrás, sin que los demás encontrasen una justificación.
Sí, se han llevado a Ana de la iglesia, a la misma Ana que la mañana del viernes fue capaz de pasar inadvertida para la gente del pueblo que acudió a preparar los pasos para la procesión del Vía Crucis, hasta que la llegada de Manuel la alteró, porque en esos momentos no había nadie que pudiera ser más escandaloso, desde su punto de vista y apreciación.
¿Rato de oración infinito?
Como ya he comentado en alguna que otra ocasión, la versión de Manuel es la primera y quizá esté llena de fallos y exageraciones que en la versión de Ana sí he subsanado, como el hecho de establecer un tiempo para este rato de oración, que bien pensado no debió ser tan largo, sino el suficiente para que las encargadas tuvieran tiempo de dar gracias por la Resurrección y de preparar el chocolate caliente.
La primera que salió a la calle fue Ana, después de casi una hora de silenciosa oración. Se fue sin decirle nada a nadie y pasó inadvertida. Parecía que ya había dado bastantes gracias por todo o que sencillamente se hubiera cansado de estar en el banco, e incluso habría quien pensara que, a pesar de la Vigilia, había algo que todavía le inquietaba y que no compartía con el resto, prefería llevárselo a otra parte.
En cualquier caso, lo que pretendía dar a entender con esto es el hecho de que Manuel no es demasiado consciente de lo que sucede, tan solo se percata de que Ana se marcha, sin que él haga nada por retenerla.
Ana se marcha sin decirle nada, sin darle ninguna explicación. Lo que se intuye que es por no ponerlo en evidencia, dado que él es el causante de su nerviosismo al no haber ido a sentarse a su lado, ya que, de puro prudente es tonto. Les falta esa complicidad tácita de novios

La atención de Manuel está en Ana y no en las dos amigas que la acompañan, porque esa sí es una puntualización que hago constar en la versión de Ana, porque no tiene demasiado sentido que quien se supone es la dirigente se marche sin más y menos aún en este punto de la novela y de su historia de amor.
La cuestión es dejar evidencia de esta falta de comunicación entre ellos e idea del hecho de que Ana no deja en ningún momento de ser una chica discreta, a diferencia de Manuel, quien en ocasiones se muestra demasiado impulsivo o poco comedido en su manera de actuar. Se entiende que en esta ocasión Ana le ha visto concentrado y prefiere no molestarlo.
La oscuridad en la plaza
Cuando salí fuera me encontré con que Ana no estaba en la plaza, lo cual me preocupó, dado que no me pareció que aquello tuviera mucho sentido. No podía seguir con aquella actitud previa a la Vigilia como si nada hubiera cambiado en su corazón, ya no sólo por mí, sino también por los demás.
Cuando Manuel sale de la iglesia se muestra un poco inquieto y contrariado al no encontrar a Ana por ninguna parte, en la plaza. Son las dudas del corazón y tal vez un cierto sentido de proteccionismo hacia ésta por ser más de media noche y no saber a dónde ha ido, dónde se ha metido.
Lo intrigante es que Manuel no tiene claro a qué se refería Ana las tres ocasiones que le ha dicho «Te quiero, tonto. Luego hablamos«. Falta por precisar de «luego» que Ana parece retrasar de manera consciente porque cuando éste le ha intentando preguntar ella se ha alejado de su lado.
- Cuando se despidieron frente a la casa donde se alojan las chicas y ella entró en la casa con prisas
- Cuando han terminado de cenar y ella se marchó sin decirle nada, después de una cena silenciosa
- Cuando le vino a avisar que la Vigilia comenzaba en la plaza y no debía quedarse en la iglesia, dado que no le acompañó.

Se supone que ellos la conocen
Quienes no sabían nada y les preocupaba preguntaron primero a sus amigas, a las que todavía seguían allí, sin que éstas estuvieran demasiado enteradas del tema y como último recurso recurrieron a mí como persona más enterada. Suponían que Ana me habría dicho algo porque la habían visto hablando conmigo.
Parece que la inquietud de Ana es compartida por todos, o al menos es lo que éste pretende dar a entender en su versión, igual que Ana hace responsables a las chicas del hecho de que la cena fuera por parejas de «Emaús», cuando es más fácil intuir que se trata de algo propio de ellos, que de este modo intentan expresar lo que uno y otro llevan en el corazón en uno u otro momento.
Frente a la preocupación de los demás Manuel vuelve a mostrarse tranquilo, confiado. Asume que es a él a quien le preguntar por si supiera algo que incluso las chicas que aún siguen allí desconocen y para lo que no tienen una explicación clara.
A diferencia de lo que sucede entre Ana y sus dos amigas, a Manuel se le somete a un interrogatorio de tercer grado, para sonsacarle más información de la debida, porque él se siente tan confundido y contrariado como los demás. Si cabe un poco más porque siente la necesidad de hablar con Ana pero ésta se le muestra esquiva.
Al calor del chocolate
Habremos de esperar al reencuentro, cuando todo el grupo acuda al comedor a disfrutar de esa taza de chocolate caliente para saber si empiezan a resolverse las dudas e incertidumbres creadas.

Origen

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