A rondar a las chicas

Introducción

Llega el despertar del domingo, después de haber trasnochado mucho y dormido poco. No sabemos a qué hora de acostaron, pero entendemos que tarde, por la Vigilia, el rato de oración en la iglesia y la fiesta posterior. Sin embargo, no se pueden quedar mucho más metidos en el saco porque han de recoger; juntarse con los de la otra convivencia para comer; tener una asamblea final y regresar cada uno a su casa.

La novela, la historia, sigue mucho más, aún está en sus inicios, pero lo que es la convivencia por la Pascua llega a su fin y, por lo que sabemos, el lunes será hora de retomar la rutina y afrontar todo eso que ha surgido durante estos días y que cada cual habrá de hacer vida en su casa.

Manuel vs Carlos

Es de destacar que en la versión de Manuel, en la novela original, primigenia, no se hace ni hice ninguna mención a la primera reacción de Manuel al reencontrare con Carlos por la mañana, ni del hecho de que por parte de Carlos haya ninguna incomodidad por verse cara a cara el uno con el otro.

  • Carlos en el ex novio de Ana, en la actualidad un buen amigo de ésta y con una relación propia bien asentada.
  • Carlos es el chico por el que Ana se desentendió de Manuel durante la fiesta, porque tenían una conversación pendiente
  • Por lo que Ana cuenta en su versión, Carlos ha recibido de buen agrado la noticia de que ésta haya encontrado la felicidad.
  • Manuel, al despertar no sabe del motivo de la conversión de Carlos con Ana.
  • Se puede entender que Manuel se sienta un tanto contrariado.

Sin embargo, si en la novela no hice mención a ésto en el despertar, tampoco le daré más vueltas ahora. Toda esa contrariedad se evidenciará un poco más tarde.

Los chicos son los más madrugadores

Los chicos nos despertamos a las nueve, no tanto por cuestiones de horario o falta de sueño como por la tradición o costumbre de otras convivencias, debíamos rondar y despertar a las chicas. Era nuestro último día y después de todo lo que habíamos vivido, alguna licencia en ese sentido se nos permitía en ese espíritu de fraternidad.

Manuel. Silencio en tus labios. Domingo, 20 de abril, 2003 (7)

El último día, en el último despertar, se dejan a un lado las formalidades y llega el momento de saltarse un poco las normas, la separación entre los alojamientos, aunque sin dejar a un lado la mentalidad con la que están allí ni esa coherencia de vida que se les supone.

Se puede ser un poco atrevidos e ir a rondar a las chicas, despertarlas, o al menos esperar que sean un poco menos recelosas a la hora de permitir que entren en la casa.

De manera que, aunque haya alguno que vaya medio dormido y sin muchas ganas, los ocho chicos salen del saco de dormir, se visten como pueden y se encaminan hacia la casa de las chicas, confiados en que éstas no rompan lo que se puede considerar una tradición, a pesar de que sorprenderles vaya a ser más una utopía que un objetivo.

Aseándose en el baño // Copilot designer

Los ocho chicos, unos con sus guitarras y los otros intentando cantar con su mejor voz o intención se plantan delante de la casa de las chicas, con menos vergüenza que ganas, se hacen notar para que al menos éstas se asomen por la ventana, si es que no les abren la puerta y permiten la entrada, por eso de mantener su privacidad matutina.

Sí, delante de la puerta de las chicas, justo en el lugar donde la tarde anterior Ana tuvo a valentía de sincerarse con Manuel con respecto a sus sentimientos y a donde ahora regresa con intención de reencontrarse con ella para comprobar si aquello fue un espejismo o iba tan en serio como éste lo entendió.

las mañanitas- Vicente Fernández

Sonó el despertador de las chicas

Cuando los cánticos llegaron a nuestros oídos, con voces no muy afinadas, todas nos alborotamos un poco. Algunas de las chicas ya habían salido del saco, se aseaban, porque ya era la hora y había que ir a rezar laudes antes del desayuno, mientras que otras nos sentíamos mucho más perezosas y dormidas.

Ana. Silencio en tus labios. Domingo, 20 de abril, 2003 (7)

Las chicas, con la tranquilidad de que ellas no han de moverse de la casa, que van a ser las agasajadas con los cantos de los chicos, se toman este despertar de domingo con un poco más de tranquilidad, cada una según considera más oportuno dado el caso.

Las hay que son más madrugadoras y prefieren que las encuentren ya vestidas, que se toman esta visita con cierta inquietud y sin excesiva tranquilidad eso de que los chicos vengan a invadir su espacio, su alojamiento. Porque, si ya se arma bastante atasco en el pasillo y en el baño a la hora de asearse, que haya chicos deambulando por la casa no ayuda demasiado.

Las hay que se limitan a salir del saco, que no quieren verse sorprendidas ni dejar que los chicos las encuentren desprevenidas, que, de algún modo, se ven condicionadas por las primeras, pero que prefieren no darse prisa por cambiarse, porque los chicos pueden llegar en cualquier momento y la situación se volvería comprometedora. Sin embargo, no les importa tanto que las vean en pijama.

Las chicas en pijama // Copilot designer

Hay un tercer grupo de chicas que, ya sea por pereza, por confiar en que el saco les proporciona la suficiente privacidad y la relativa privacidad de los dormitorios, optan por no moverse. Ya están las demás para frenar la curiosidad de los chicos. Ellas prefieren quedar en un segundo plano. Confiar en que, como mucho, los chicos se quedarán en el pasillo y se desentenderán de ellas una vez comprueben que están ahí en una actitud no muy sociable.

La más prudente es Ana

La más cohibida o condicionada por esta visita es Ana, quien se encuentra con que aún no ha tenido tiempo que confiarles a sus amigas su secreto. En realidad, confirmarles lo que la mayoría sospecha, aunque tampoco es que su vida personal y sentimental sea noticia de dominio público, pero durante esos días Manuel la ha puesto demasiado en evidencia y los acontecimientos de la tarde- noche del sábado han sido muy clarificadores.

Ana (imagen oficiosa para la web) // Copilot designer

No hay chicos para todas

Las once chicas esperan al grupo de los ocho chicos en general. Sin embargo, entre las once chicas se puede hablar de casos particulares, porque las hay que han acudido a la convivencia con sus respectivo novio. Al menos en la novela hay constancia de dos.

Caso aparte y particular es el de Ana, quien espera que entre esos ocho chicos se encuentre aquel por quien se siente enamorada y de quien confía no se haya tomado a mal el plantón de la noche anterior ni se muestre receloso por el hecho de que su ex sea otro de esos chicos y el causante del platón.

Así, casi sin darse cuenta, Ana acaparará la atención de dos chicos, aunque por uno de ellos no se habrá de inquietar lo más mínimo, dado que ya forma parte de su pasado y con quien tiene las ideas claras. Un chico a quien le ha confesado que ya hay otro en su vida y que ahora no es más que un mero espectador de los acontecimientos.

Carlos tan solo se encuentra allí para poner su coche a disposición de la gente, porque no hay para todos. Ya casi de puede decir que para Ana es como si no estuviera, como si fuera uno más.

Carlos (imagen oficiosa para la web) // Copilot designer

Quien a Ana le importa, preocupa y le provoca mariposas en el estómago; quien acaparará todas sus miradas, curiosidad y atención en cuanto le tenga delante, quien no debe fallarle esta mañana, porque duda de volver a ser capaz de conquistarle, es Manuel. Dado que, si éste se ha tomado a mal los acontecimientos de la noche, tampoco cabe esperar que se muestre muy afable por la mañana.

Manuel (Imagen oficiosa para la web) // Copilot designer

En cualquier caso, Ana prefiere escuchar los latidos de su corazón y no hacer caso a esos temores. Ella han solo ha cometido una pequeña torpeza, que, en realidad, no ha sido tal, porque ya tenía prevista esa charla con Carlos y lo que no quiso fue dejar a Manuel en evidencia, aunque entiende que quizá debería haberle dicho algo antes de marcharse o haberle ido a buscar antes de irse a dormir.

Escondida en el saco

Por eso Ana ahora prefiere quedarse en el saco, la prudencia, porque sabe de la importancia de este momento, que ya no puede seguir ocultando lo que siente por Manuel. Sin embargo, por otro lado, el hecho de que tal confesión se haga pública será motivo para que ella se convierta en el centro de todas las miradas, tanto si Manuel aún le corresponde como si la trata con indiferencia.

Metida en el saco es donde se siente más segura, protegida de las miradas, de la vergüenza y de la tensión que le genera esa situación.

Se siente cohibida ante el hecho de que será la primera vez que Manuel la vea en esas condiciones y es lógico que le cause cierto rubor, que necesite demostrar respeto hacia sí misma, sin que parezca que le evita de manera intencionada. Apenas han pasado unas quince horas desde que le confesó lo que sentía por él y aún no hay tanta confianza entre ellos.

Si se siente rechazada, podrá quedarse en el saco y desahogar su pena, su llanto, sin que los demás la miren, aunque sienta el impulso de levantarse y cerrar la puerta del dormitorio para que la dejen sola.

Pero si Manuel la mira con ojos de enamorado, le devuelve la mirada, se sentirá tan cohibida, que sentirá la necesidad de esconderse dentro del saco y reprimir su alegría, ya que, de lo contrario, será un estallido.

Desde la puerta de la casa hasta el dormitorio hay un trecho que los chicos habrán de recorrer sorteando a aquellas chicas que ya se hayan levantado a recibirles, por lo cual desde que les permitan la entrada en la casa hasta que se asomen por la puerta del dormitorio, Ana tiene tiempo para prepararse, sin que parezca que se prepara demasiado para causar esa primera impresión

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