Introducción
El rezo de laudes de esa mañana de domingo previa al desayuno puede parecer que para el desarrollo de la historia no tiene importancia, que desvía un poco del sentido romántico de la novela y centra más en esa vivencia espiritual. Sin embargo, considero que para es un momento bastante crucial.

Se mantiene la intriga sobre la identidad del gran amor de Ana para aquellos que aún la desconocen, pero para aquellos que están al tanto de lo que sucede y no esperan más que una confirmación oficial de lo que ya resulta más que evidente este momento del rezo de laudes es un juego de miradas desde la distancia, conscientes de que les observan y se mantiene esa expectación.
Es muy posible que ajustase el desarrollo de la novela, de la historia, a la liturgia del rezo de las horas, este momento, este rezo de laudes, sea innecesario, fuera de tiempo e incluso un añadido, una libertad literaria del autor. Sin embargo, la intención es mantener la intriga que quien lea la novela se sienta partícipe de la tensión generada.
Rezo de Laudes
Al rezo de laudes acuden las once chicas, de manera responsable, todas en grupo. Como si de manera intencionada se hubieran puesto de acuerdo, como si se protegieran entre ellas y, sobre todo, para lograr que Ana se sienta protegida de la curiosidad de los chicos. Van a rezar las laudes, no a provocar que Ana desvele la identidad de su amado.
Por su parte, en la versión de Manuel, se cuenta que, de los ocho chicos, alguno se metió en el saco; se dejó llevar por la flaqueza y el agotamiento. No hay entre ellos ese apoyo de grupo, como si no sintieran que se han de proteger entre ellos. No hay riesgo de que a ninguno se le haga ninguna pregunta demasiado indiscreta. Preocupa que Ana haya encontrado un nuevo amor, pero no es algo que les quite el sueño.
De hecho, incluso puede decirse que la ausencia de esos chicos provoca que lleguemos a pensar que Carlos ha perdido esa capacidad de liderazgo que hasta ahora le habíamos atribuido. Él ya no tiene ninguna responsabilidad dentro de la organización y por lo cual se comporta como uno más, no es el referente que era antes.

Ana sí asume ese papel de liderazgo entre las chicas. De tal manera que su actitud relajada, el hecho de que haya acudido las once, pone de manifiesto su autoridad moral, así como el hecho de que las demás no hagan ni digan nada por ponerla en evidencia. Si ella no quiere hablar del tema o lo ha hecho en confidencia, es algo que se queda como un asunto privado entre las chicas, que no tiene por que afectar a la buena convivencia ni ambiente dentro del grupo

Ella le mira a él
Es Manuel quien se percata de que la única que rompe un poco con esa formalidad es Ana, que sin romper la unidad del grupo de las chicas, sin separase de las demás por acercarse a éste, no puede reprimir echarle una mirada y reafirmarse en sus sentimientos, aunque sea de una manera tácita, reiterando ese «Te quiero, tonto, luego hablamos»

Mi motivación, aparte de que como responsable de la pascua me sintiera obligada, fue que tenía curiosidad por ver a Manuel, saber de su reacción ante lo sucedido en la casa, por si alguno de los chicos le había preguntado o él había hablado más de la cuenta. Incluso me preocupaba que estuviera inquieto por mí, porque aquel asunto le daba demasiado protagonismo, aunque de una manera mucho más agradable. Lo único que aprecié cuando crucé la puerta de la iglesia fue que predominaba la misma tranquilidad de cualquier otro día, con la peculiaridad de que era domingo de Resurrección.
Ya no son palabras al oído
De este cruce de miradas, en la versión de Manuel se insinúa el hecho y la preocupación de que aquellos que conocen de su relación también les observan, les vigilan. En particular Carlos y aquellos que mejor conocen de estas sutilezas de Ana, que son capaces de interpretar sus gestos, mientras que Manuel se siente un tanto perdido.
¡Qué sí! Que ahora Ana le lanza miradas de enamorada, de complicidad, sin ningún recato. Todas esas miradas, esa intención, son para él. Sin embargo, en este lenguaje del amor Manuel se siente un tanto perdido, es un idioma que siente que no conoce todavía. Él está más acostumbrado a que Ana le desvía la mirada, le mire con indiferencia.
Con su silencio, con esto de mantener las distancias y el secretismo, Ana parece querer darle a entender que estos sentimientos hacia él no son algo que le haga llegado de pronto. Parece querer incentivarle y motivarle para que recuerde esos momentos en los que han compartido ese cruce de miradas y ella no se ha reprimido tanto como debería.
En la cena con amigos de diciembre, cuando se tuvieron que enfrentar por primera vez a la insinuación de que serían una buena pareja, se produjo ese cruzo de miradas, en principio por parte de Ana para rechazar esa posibilidad y por parte de Manuel por no saber muy bien cómo reaccionar ante aquello, pero encontrándose con escasa predisposición por parte de Ana y su inquietud.
Entendemos que en aquella cena, como esta mañana, hubo gente que estuvo entonces y que están aquí ahora, las dos parejas de Toledo, en este caso, siendo las chicas un poco más conscientes y cómplices de lo que ocurre, aunque Manuel ahora mismo tan solo tiene ojos para Ana y se desentiende del resto de la chicas.

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