Introducción
A Manuel le habían dicho, asegurado, que se vería con Ana en su parroquia, en la misa de las ocho de la tarde. Sin embargo, como ya sabemos, todas las ilusiones y expectativas ante ese posible reencuentro, ante esa cita, se han quedado en nada porque Ana no se ha presentado. Todas las molestias y gestiones se han quedado en nada.
En realidad, él no ha hecho ninguna gestión, más que recurrir a la mediación de las amigas de Ana para tener la confirmación de que ésta querría volver a verlo, hablar con él. Todo lo demás ha dejado que fueran Ana y las amigas quienes lo organizasen. Él tan solo se ha dejado llevar por los acontecimientos, por lo que le han indicado en cada momento.
Al final parece que su fin de semana en la ciudad de Ana se limitará a asistir a la convivencia de novios en el centro de espiritualidad y a lamentarse porque, salvo que ésta cambie de idea en el último momento, se entiende que lo suyo es una historia que se puede dar por terminada. Si ella no quiere saber nada, tampoco hay motivo para insistir.

Frente al portal
Terminada la misa, en vista de que Ana no da señales de vida, que es absurdo esperarla, la parej de novios y Manuel deciden regresar. No hay razón para alargar la espera ni la agonía de aquel sin sentido. Manuel entiende que a Ana ya le resulta indiferente dónde vaya o lo que haga. Aquel «sí» era para que asistiera a la convivencia de novios con total tranquilidad, que ella no se daría por afectada.

Sin embargo, de regreso al centro de espiritualidad, a la casa de Ejercicios, el coche tiene que pasar por delante del portal de Ana, por esa avenida transversal de la ciudad. Son esta pareja de amigos, que residen ciudad y, por lo tanto, conocen a Ana, la que le hace esa indicación a Manuel, para compensar un poco que en esos momentos se sienta defraudado y desencantado con ésta por el plantón, en realidad, consigo mismo. «Ahí vive Ana«

El hecho de que pasen por delante del portal, que de algún modo se detengan para que Manuel pueda echar un vistazo al edificio y saciar su curiosidad, es lo que propicia que tengan tiempo y ocasión de observar la avenida, a la gente que va y viene es tarde de viernes.
¿Le dejan allí abandonado y tirado a su suerte?
No es Manuel, sino quien conduce, el que se percata de que entre la gente que hay por la calle, mezclada entre los viandantes, a lo lejos, entre quienes vienen en dirección hacia ellos, hacia el portal, se encuentra Ana, quien parece caminar relajada y ajena a la presencia de éstos. Está en su barrio, en su avenida, y ya no son horas de pensar que la puedan estar esperando en la puerta de la parroquia.
El coche se detuvo y me dejaron justo allí, frente al portal, (….) fue porque me dejaban en buena compañía, dado que, por casualidad, el conductor distinguió a Ana entre la multitud, a lo lejos, venía hacia su casa, como si, con premeditación, hubiera alterado sus costumbres y tuviera la tranquilidad de pensar que aquella tarde no habría sorpresas o que simplemente aprovechaba las vacaciones para romper con la rutina,
Ante la presencia de Ana, y sin que Manuel haya de insistir demasiado en ello, porque su primer impulso está claro y no es el de marcharse, la pareja no le pone demasiados reparos. Él ha ido hasta allí para reencontrarse con Ana y ahora se le presenta la oportunidad de cumplir su expectativa. ¡Que, si es necesario, se baja del coche en marcha!
No, no le dejan tirado a su suerte, porque quien viene hacia ellos, como si no les hubiera visto, es Ana, quien parece ajena y distraída a su presencia. Cualquier cosa la distrae, la frena, le llama más la atención que lo que suceda frente al portal de su casa. Ella viene dando un tranquilo paseo después de haber alterado sus costumbres, al haber acudido a una iglesia diferente para asistir a misa de ocho.
¡Que sí, que es Ana!
A Manuel tan solo le han dicho cuál es el portal, pero Ana se conoce cada rincón de la avenida, cada escaparate, la cara de sus vecinos. Y esta tarde parece que se toma con calma su regreso a casa. Parece como si sintiera curiosidad por saber los cambios o novedades que ha habido en los escaparates desde la última vez que pasó por allí y se fijó, en la última hora.

Aquí, en su avenida, no tiene motivos para esconderse de nadie ni reparo para dejarse ver por todo el mundo, ya que quienes le conocen tienen buen concepto de ella. Los habituales, los que son del barrio de toda la vida, la han visto creer. Ana ya se siente en casa, tranquila y relajada.
Sin considerar que sus vecinos sean unos cotillas metomentodo, la mayoría de la gente, si no la conocen por su nombre, la conocen de vista, porque se han cruzado con ella en más de una ocasión: cuando entra y cuando sale del portal, cuando va o regresa del trabajo, acude a la parroquia, sale a hacer algún recado, etc. Incluso cuando ella ha ido o regresado de Toledo. A grandes rasgos, es una chica a la que sus vecinos están acostumbrados a ver por allí de manera habitual.


¿Es un ladrón?
Quien por el contrario es un extraño, alguien que nunca antes ha estado por allí; quien se ha bajado de ese coche y a quien ha dejado frente a ese portal, es un chico al que nadie conoce y reconoce.
Se ha bajado de un coche que circulaba con cierta normalidad por la avenida hasta que han llegado a la altura del portal y se han frenado, detenido, sin que, en principio, parezca haber una razón para ello. No hay ningún semáforo ni paso de peatones, tampoco había ningún peatón cruzando la avenida por delante de ellos, por lugar indebido.
Tal vez algún vecino sí haya reconocido el coche y a dos de sus ocupantes, porque les identifique como gente de la ciudad, les haya podido ver por la parroquia del barrio en alguna ocasión, pero ello no es motivo para que la presencia de quien se ha bajado del coche inspire la suficiente confianza o indiferencia.
Se trata de un chico que parece algo inquieto y que tiene puesta la mirada en la lejanía, en aquellos que viene paseando por la calle. Un chico vestido de manera bastante casual, que, sin llegar a causar una primera mala impresión, consigue generar cierta inquietud. ¿Alguien sabe lo que quiere? ¿lo que busca?

Además, es un chico que se queda detenido ahí, frente a ese portal, que no va ni para aquí ni para allá, que está claro que no pretende pasar inadvertido y se mantiene expectante, como si esperase a alguien, pero no llama al portero automático ni hace la intención de utilizar su teléfono móvil. Parece más propenso a ser confundido con el mobiliario urbano.
El coche se marcha
Una vez que Manuel se ha bajado del coche, éste retoma la marcha con normalidad. No hace intento de buscar donde estacionar para presenciar el desarrollo de los acontecimientos ni esperar a que Manuel haya tenido ocasión de hablar con Ana y recogerlo para llevarlo a la casa de ejercicios.
El coche se marcha y el conductor actúa como si el pedal del freno no le funcionase hasta no haber llegado a su destino. Se alejan de allí entendiendo que su presencia y mediación ya no es necesaria. «El paquete» ha sido entregado en destino y no se admiten devoluciones en caliente.

Lo que sí les funciona es el claxon que hacen sonar una vez que están a la altura de Ana, por si acaso ésta no les hubiera visto o para despedirse una vez que han cumplido con su cometido. A partir de ahora toda la responsabilidad recaerá sobre ella. Que, si pretende hacer de nuevo uso de este servicio especial de paquetería entre amigos, le dan un margen de tiempo para que se lo piense, antes de venir a recoger «el paquete»
Igual que en la Pascua
Esta escena recuerda a lo sucedido en «El camino de Emaús«, aunque se entiende que con una pareja de novios diferente y sin que haya ningún intercambio. Aparte que ahora no están en mitad del campo, si no en medio de la ciudad, en una avenida llena de gente. Esta vez es Ana quien acorta distancias con Manuel y éste la espera con pleno conocimiento
También recuerda al final de aquel camino, entonces frente al alojamiento de las chicas y ahora delante del portal de la casa de Ana. Manuel, en vez de haberse quedado parado y bloqueado en mitad de la avenida, con el consiguiente riesgo de sufrir un atropello, se queda en una zona un poco más discreta, pero de igual modo a la vista de todo el mundo. No se moverá de donde está hasta que nadie se lo indique.
Esta vez su silencioso camino se ha debido a los tres meses que llevan sin verse, a los dos meses y medio que lleva la comunicación rota entre ellos, aunque por parte de Manuel sí haya habido envío de cartas y Ana se haya deleitado con la correspondencia recibida. Lo que no ha dejado de ser un soliloquio sin respuesta.

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