Introducción
Uno ahora se pregunta cuántos y qué tipo de escaparates puede haber en la avenida, en esa distancia desde donde Manuel cree haber reconocido a Ana en la distancia hasta el portal del edificio; qué tipo de distracciones puede encontrar ésta para hacerse la distraída; cuánta distancia les separa y se ha de reducir para que esa pantomima resulte creíble.
Manuel no tiene duda de que esa chica que viene por la calle, sin prisa y queriendo poner a mirada en cualquier parte menos en él, se trata de Ana. Se lo ha confirmado la pareja que le ha dejado allí, que no ha encontrado argumentos para retenerlo en el coche y llevarle de regreso a la Casa de Ejercicios. Él está frente al portal y aquella chica que viene con paso distraído y relajado es Ana.

Mirando escaparates
Ana tampoco tiene la menor duda de que el chico que se ha bajado del coche de sus amigos y se ha plantado delante del portal de su edificio es Manuel. Ahora sí que es la hora de reencontrarse después de tres meses, de dos y medio enfadados por un desencuentro y una comunicación rota. Pero su paso tranquilo es porque prefiere reprimir sus impulsos, no mostrarse demasiado emocionada.
Además, en los escaparates de este lado de la avenida también hay detalles que le llaman la atención y a los que quizá no ha prestado la suficiente atención o se ha cansado de verlos a diario.
A Manuel no se puede decir que le tenga muy visto después de tres meses, pero es que éste se ha presentado en su portal con las manos vacías, aunque se supone que con el corazón rebosante de buenos sentimientos y mejores intenciones y expectativas con respecto a este reencuentro.

Ana necesita mirarle de reojo, deleitarse con su presencia y con la victoria que para ella supone que él se haya presentado allí. Siente el impulso de jugar con el, de buscar esa complicidad iniciada en la convivencia de la Pascua. Mostrar una aparente indiferencia y frialdad, porque necesita observarle, convencerse a sí misma de la intensidad de sus sentimientos.
Ana. Silencio en tus labios. Julio, 2003 (4)
Me sentía muy segura de mí misma e intentaba disimular, reprimía el impulso de lanzarme a sus brazos, porque no se lo merecía ni en el tiempo que llevábamos como pareja habíamos llegado a ese grado de complicidad ni de romanticismo. De hecho, él estaba allí y ni siquiera tenía el detalle de haberme traído una flor o algún detalle como símbolo de nuestra reconciliación. Con su sola presencia le sobraba para sentirse justificado.
¡Qué poco detallista!
Manuel se ha presentado allí con las manos vacías, como si se hubiera dejado arrastrar por la improvisación y el desarrollo de los acontecimientos; como si no le diera la suficiente importancia a este momento, aunque en su interior sea pura tensión y duda, incertidumbre ante la reacción de Ana ante su presencia allí.
¡Qué poco detallista! ¡Qué poco atento! No tiene nada más que su presencia para justificar sus sentimientos, sus intenciones, sus expectativas más optimistas en cuanto al resultado de esta cita, de este reencuentro. Tan solo ha tenido en cuenta que Ana le esperaba en la misa de las ocho en su parroquia, pero hasta una hora después no ha conseguido verla, casi por casualidad, porque ya se marchaban.

Ana intenta no mirarle, tan solo observarlo de reojo. ¡Sí, es él! Le ha visto cuando se bajaba del coche de esos amigos, con la casi certeza de que éste también se ha percatado de su presencia, que ya no le quita el ojo de encima, porque no quiere perderla de vista, porque con esta intensa mirada espera atraer su atención y hacerle saber que él está allí, frente al portal de su edificio.

Dudas a que Manuel se fuese a atrever a llegar tan lejos había muchas, todas. Se le hacían un mundo esas dos horas de coche desde Toledo, aunque, en principio, el plantón de mayo se debiera a que tenía otros compromisos.
- Que organice y se haya apuntado a esa convivencia de novio
- Dirección y discernimiento sentimental y espiritual
- Conseguir por medio de las amigas de Ana el compromiso de verse esa tarde
- Presentarse allí y así, confiado en lo que surja
Ha hecho demasiados esfuerzos y méritos por demostrar que está a la altura de las circunstancias y desmentir esa primera imagen no muy favorable que Ana se atrevió a darle de él. Aunque, en realidad, y en el fondo ese «superhombre» enamorado, no se diferencia tanto del «tonto» con quien Ana mantuvo aquella conversación en febrero.
En realidad, en vez de demostrar iniciativa y medios para resolver esa separación entre los dos, se ha esperado a que tener la ocasión para que le trajesen. No parece que se haya preocupado en exceso por la manera de hacer ese viaje por su cuenta, ya fuera en coche o en transporte público. En cambio, para aquella fallida cita de mayo, Ana incluso se había preocupado por buscarle alojamiento para ese fin de semana.
Manuel no deja de ser un chico que necesita que le rescaten de sí mismo, con la diferencia de que esta vez no tiene tan fácil la alternativa de marcharse a casa, ni tan siquiera buscar refugio en la Casa de Ejercicios, porque es poco probable que sea capaz de llegar por sus medios.

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