Introducción
Lo que me sorprendió fue que me propusiera que fuera yo quien condujera. Era su coche, su ciudad y era ella quien conocía el camino, pero no le importaba ese riesgo, era un voto de confianza, de complicidad. La evidencia de que aún no estaba mentalizada de que yo no era Carlos y para mí todas aquellas circunstancias me superaban por mucho que me esforzase en estar a la altura. Como me insistió, me convenció. Así se descargaba responsabilidades y era algo que compartía conmigo, consciente de que yo era capaz de manejar aquel coche sin problemas. Sólo debía vencer mis recelos.
El coche de Ana
Hasta ahora, siempre que se ha hecho mención al coche de Ana, ésta ha sido la conductora, para ir a Toledo, para acudir a la convivencia de la Pascua…. Ésta es la primera vez que se menciona su coche y que Ana delega la conducción en Manuel, sin opción a que éste rehuse tal ofrecimiento.

Se han reconciliado apenas una hora u hora y media antes y Ana demuestra plena confianza en Manuel, sobre todo en el hecho de que frente a los prejuicios que los demás puedan tener sobre quien no es el chico perfecto, ella parece tener la absoluta convicción de que los demás se equivocan. Ella le ve con otros ojos, parece conocerlo mejor que nadie. Y sí, Manuel sabe y puede conducir.
En realidad, no sabemos qué tipo de coche marca y modelo es el coche de Ana, hasta ahora en la novela no se han dado detalles en ese sentido, como tampoco demasiadas indicaciones ni descripción de la ciudad, por lo cual, si nos aventuramos a ponernos en la piel de Manuel la idea como tal no parece que suene demasiado bien. Hay riesgo de que se pierdan o de que tengan un percance por una mala maniobra con el coche.
La excusa e intención de este paseo es coche es hacer un recorrido turístico y rapido por la ciudad, para que Manuel tenga ocasión de conocer un poco más y mejor la vida y esa faceta privada de Ana, que mientras él conduce, ella le va dando explicaciones e indicaciones
Como no ha bebido
Lo que sí sabemos es que Manuel no ha bebido, que lleva, al menos desde su paso por el Centro de Espiritualidad, por donde entendemos ha pasado antes de acudir al encuentro de Ana, para tomar posesión de la habitación y dejar la mochila, sin tan siquiera ir tan siquiera al cuarto de baño, que este no es un detalle que haya estado incluido en la visita a casa de Ana.

Adentrarse por ese piso sonaba la peor de las temeridades, sobre todo, si nos tomamos en serio la personalidad de la madre de Ana y el hecho de que Ana se ha perdido por ese pasillo para cambiarse de ropa, buscando un poco de privacidad ¿Acaso Manuel se debería tomar alguna confianza? Es más fácil suponer que la madre se ha asegurado de que éste no se movía del salón.
Tampoco le han ofrecido ni un mísero vaso de agua, teniendo en cuenta que estamos a finales del mes de julio, que hace calor, que aunque no sea por saciar la sed, que al menos pudiera echar un trago de agua para calmar los nervios y la tensión del momento, dado que el susto de verse a solas y cara a cara con la madre de Ana le ha tenido que dejar la garganta seca
La salud de Ana

Sabemos que hace un mes Ana tuvo una de sus recaídas, que por eso no pudo acudir al encuentro mensual de junio con el que el grupo cierra el calendario de actividades del curso, por lo que tal vez se podría argumentar por ese lado el interés de ésta en que sea Manuel quien conduzca, más allá de otras subjetividades románticas o intenciones.
Sin embargo, durante la convivencia de la Pascua también tuvo un amago de recaída, pero ello no le impidió conducir su coche, al cabo de dos días, para regresar con la amigas a casa.
Cuando, además, sabemos que es un asunto del que Ana no suele hablar demasiado, porque tampoco quiero mostrarse demasiado débil ni necesitada de los demás.
Sin embargo, ahora es Manuel quien ha bajado su mochila, sin que se nos haya dicho lo lejos que está estacionado el coche, aunque entendemos que dado que el edificio se encuentra en una de las principales vías de la ciudad, tampoco ha de ser fácil eso de aparcar justo delante de la puerta.
En cualquier caso, Manuel parece haberla visto con buen aspecto, después de tres meses sin verse, sin que en la novela se destaque que haya salido a colación el tema de la enfermedad en su primeras conversaciones.
De todos modos, los padres tampoco han demostrado ninguna inquietud en ese sentido, más allá de este intento por que se quedasen a cenar, porque si sabemos, por lo que Ana comenta en la novela, que éstos se suelen mostrar un tanto preocupados cada vez que Ana ha tenido que tomar el coche para ir a Toledo.
El centro de espiritualidad se encuentra a las afueras de la ciudad, tampoco parece demasiada distancia como para que Ana no pueda conducir, pero mejor sí la llevan
Origen
- Manuel. Silencio en tus labios, 25 de julio 2003 (5)
- Ana. Silencio en tus labios. 25 de julio, 2003 (5)
- 6- Hija casadera busca marido – Tras el último verso

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