Introducción
La noche del viernes al sábado se pasa casi en un suspiro, se acuestan tarde, pero el despertador no perdona por la mañana. El rezo de laudes es a las nueve en punto y no hay tiempo para la pereza ni la vagancia. A las nueve, en la capilla, se volverán a juntar los corazón, se acaba eso de chicos y chicas anden cada cual por su lado.
¿Quién necesita dormir más, si a las nueve, aquellos que se aman, volverán a juntarse?
Sí, sí, a las nueve volverán a juntarse, porque Manuel no se encuentra a dos horas de coche de allí, sino que ha pasado la noche en uno de los dormitorios de la primera planta. Y Ana tampoco se encuentra a dos horas de coche de Toledo, sino que ha estado en uno de los dormitorio de la segunda planta.
Distinto despertar
Aquí no es como en la convivencia de la Pascua en que chicos y chicas duermen en alojamientos separados y cada cual en su sitio se ve obligado a compartir espacio con los demás. Aquí no se organizan reuniones de chicas en el pasillo para ocupar el cuarto de baño por orden y turno de llegada, o de prisas.

Aquí, los dormitorios tiene más comodidades, más privacidad. ¡Qué lujo acudir a las convivencias en el centro de espiritualidad! Nadie te tiene que ver con cara de recién levantado; te puedes olvidar de lo que sucede en el pasillo, porque te puedes asear con toda tranquilidad, sin molestar y sin que nadie te moleste.

Da igual, si a algún chico o chica se le ocurre alguna travesura matutina, de esas que no están permitidas ni son admitidas en este tipo de encuentros. La puerta del dormitorio permanece cerrada. Además, si se escuchan pasos y voces en el pasillo que resulten sospechosos, probablemente sea de los matrimonios, porque entre ellos sí se admiten visitas.
Tal vez a «los maridos» también habría que ponerles restricciones en ese sentido, pero se trata de voces que se escuchan fuera de los dormitorios, de manera que con mantener la puerta cerrada es suficiente. «Los maridos», ya sabe que su presencia en la planta de las chicas causa una cierta incomodidad entre las solteras y «las esposas» no se sienten menos incómodas al ver la falta de delicadeza de su respectivo.
No, Manuel no sube
Tal vez quien más se puede incomodar de todas las chicas de esa planta pueda ser Ana, por eso de ser la más novata, aunque en cuestión de relaciones y acumule la experiencia de su relación anterior, pero allí se encuentra con que el amor de su vida de esos momentos y para el resto de su vida, es un poco particular.

Por lo que a ella le han dicho, de ocasiones en la que Manuel ha estado de convivencia, no es un chico que haya causado problemas en ese sentido, pero es que hasta ahora no ha estado en ninguna en la que pueda decirse que haya acudido con «novia», como mucho condicionado por esas historias suyas que antes se montaba.
¡Cómo se le ocurra subir, la bajada va a ser para marcharse a su casa! Que no hace falta que se espere hasta el domingo por la tarde ni se plantee quedarse un día más. ¡Ese no es el tipo de chicos ni de comportamiento que a Ana le agradan!

Esperemos que durante la noche no se le haya olvidado la advertencia que Ana le hizo al darle las buenas noches, que más que preocuparse por si ésta tiene un ángel de la guarda, ha de pensar que para reprimir esos impulsos de inmadurez o de estupidez, el remedio está claro. Pensar que la madre de Ana monta guardia en el descansillo de la escalera con la zapatilla en la mano.

Tal vez a «los maridos» también habría que insinuárselo por si acaso, así se les quitarán las ganas de subir a la planta de las chicas con el argumento de que acuden a darles los buenos días a su respectiva esposa o porque tienen que comentarles algo.
¡Qué despistados y torpes son los maridos en ocasiones! Deberían conocer a la madre de Ana y se espabilarían todos
Al menos, Manuel ya ha tenido ocasión de conocer a quien Ana espera que se convierta en su suegra, si su relación sigue esa deseada evolución natural. Aunque tampoco es cuestión de generar una mala opinión de esta mujer, que en el fondo es más que una mujer con sentimientos y actitud de madre protectora, a quien Ana, como hija, adora.
En todo caso, se trata de que Manuel se piense lo de alargar su estancia en la ciudad más allá del domingo por la tarde, con el pequeño inconveniente de que habrá de dormir en casa de Ana, por lo que es mejor que no le demos motivos para que se acobarde.
Basta con que se comporte como es debido y respete el tiempo y la planta de las chicas para que éstas se puedan asear y no salgan al pasillo llevándose el susto de su vida por encontrarse a Manuel en mitad del pasillo esperando a que Ana salga.
El punto de encuentro es la capilla, a las nueve de la mañana, para el rezo de laudes.

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