Introducción
Cuando entran en la capilla, se encuentran con que ya está todo el mundo sentado, por lo que tampoco tienen muchas opciones para escoger banco. Ana deja claro que es ella quien escoge y que Manuel se deja llevar porque va tomado de su mano, que, como ya sucediera en el piso, en casa de Ana, se limita a seguirla.
Los primeros bancos están reservados para los guitarristas, pero quizá lo llamativo de este andar por la capilla sea que de nuevo la gente tiene ocasión de verlos a ellos en actitud de novios, que lo sucedido durante la oración de la noche anterior no fue fruto de un espejismo ni de una equivocación. De verdad van juntos.
Son:
- Ana, la dirigente del grupo en la ciudad, la chica sería y responsable que en los dos últimos años ha hecho gala de su soltería.
- y Manuel, el chico de Toledo que en los últimos años ha mantenido una discreta asistencia a las actividades del grupo y que en Toledo tampoco destaca por ser uno de los más activos, de los referentes.

Algunos de los presentes ya tenían constancia de ello o porque estuvieron en la convivencia de la Pascua o porque de algún modo se han visto implicados de manera indirecta en esta historia de amor. Otros tan solo han escuchado rumores y otros, ajenos a toda aquella historia, tan solo se alegran de que gente del grupo parece encauzar su vida hacia la vocación del matrimonio.
La cuestión es que en esta convivencia de novios haya todo tipo de parejas, todos de edades aproximadas, desde los matrimonios que llevan poco tiempo a parejas que están a punto de pasar por el altar, desde parejas que están empezando su relación a quienes de algún modo aún no tiene clara su vocación, pero se mueven con la gente de su edad.
Manejando el diurnal
La diferencia en la oración de unas parejas y otras se pone de manifiesto a la hora de compartir el diurnal, desde aquellas que lo han de pedir prestado, porque ninguno de los dos se lo ha traído, por falta de previsión o de costumbre, a las parejas en que, a pesar del tiempo que llevan juntos, cada uno cuenta con su diurnal y reza de manera individual.

En el caso de nuestra pareja protagonista es la ocasión para empezar a evidenciar las diferencias entre ellos en cuanto a sus hábitos y costumbres, a su compromiso de vida, dado que Ana sí se ha traído su diurnal y demuestra saber manejarlo con cierta soltura, conocedora de las oraciones del día, (sábado 16 del tiempo ordinario) en qué página se encuentra cada uno de los cantos y los salmos, porque no es una lectura corrida.
Manuel, por su parte, evidencia sentirse un poco torpe, poco habituado a estos menesteres y hasta cierto punto, un tanto nervioso y que con su actitud provoca que Ana se sienta defraudada, porque es un un chico que esté a la altura de las circunstancias. Él se ha enamorado de una chica que parece perfecta en todos los sentidos y ella, en cambio, tiene motivos para pensar que todo es mejorable.

Pero Ana está feliz
Ana ya es consciente de que no se ha enamorado del chico perfecto y este tipo deficiencias, aunque se pongan de manifiesto y evidencian que aún queda mucho por pulir en esta relación, a ella no parece preocuparla. Estas torpezas hacen que su chico, si cabe, resulta más encantador, más dulce. No es un chico que se muestre excesivamente seguro ni autosuficiente, más bien, perdido.
Ella ha buscado a un chico para que se quede a su lado, que como tal, le aporte todo lo que le pueda aportar, pero que tampoco se cierre a que sea ella quien influya en su vida y le moldee. Sobre todo, se trata de tener a su lado a un chico con quien sea capaz de llegar a entenderse y le transmita tranquilidad, porque Ana está en un periodo de su vida en que necesita estabilidad y tranquilidad.
Ahora que le tiene ahí, rezando a su lado, que comparten su diurnal, ella tiene ocasión de mirarlo de reojo, observarlo, de comprobar por ella misma si sus sentimientos tiene algún fundamento o tal vez debiera hacer un poco más de caso a los consejos de su madre y poner un poco más de sentido común a sus sentimientos – porque las madres para eso son madres.
Rezando con el diurnal

Lo fundamental es que Manuel y Ana se entienden, hay complicidad mientras rezan y siguen la lectura de los salmos, cánticos y demás oraciones de laudes de esta mañana.
Manuel tan solo se ha de quedar a su lado y dejar que sea ella quien maneje el diurnal. Que Manuel reprima ese impulso de echar mano, porque piense que Ana anda distraída, porque en realidad se trata de que todos lean y recen al mismo ritmo, marcado por quienes dirigen la oración en esos momentos.
No hace falta que Manuel se las quiera dar de listo ni de experto, cuando se trata del diurnal de Ana, aunque todos diurnales puedan ser o parecer iguales.
Éste es el de Ana y ella tiene señalizadas las páginas según su toque personal. La estampita del santo marca una cosa y el cordón de tal color otra distinta. De tal manera que cada apartado se localizan casi sin pensar. ¡Pero, como se descoloquen los separadores o marcadores, se pueden montar un pequeño lío!

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