Introducción
Entendemos que en esto de pasar tiempo en la capilla, en largos ratos de oración personal y en silencio, Manuel es, más bien, un culo inquieto. ¡Qué sí! Que está muy bien eso de que hay que compartir tiempo de oración con la pareja; que verse envueltos en ese silencio de la capilla, ayuda, pero de vez en cuando siente la necesidad de salir a tomar el aire.
Manuel parece entender que el tiempo de calidad para la pareja se reduce al tiempo de capilla, dado que da la sensación de que Ana no se mueve del banco, Aunque tampoco se aclara demasiado lo que ésta hace. Al menos sabemos que de vez en cuando Manuel escribe algún poema donde plasma sus oraciones y sentimientos del momento

Rezar y salir al patio
Queda claro que en ninguna de esas ocasiones en que Manuel se levanta y sale al patio tiene la ocurrencia de proponerle a Ana que le acompañe. De hecho, casi da la sensación de que éste se siente en parte culpable, porque no tiene el mismo aguante que ella, pero sí sabe de la importancia y relevancia de este rezar juntos.
Sabemos que Ana está en actitud seria, callada, centrada en la oración, – es lo que toca en este momento, – pero tampoco hace demasiado por retener a Manuel a su lado, aunque no sepa dónde va ni lo que tardará en regresar. Tampoco es el único y parece que este movimiento de gente es la tónica general.
A Manuel, cuando le ven salir solo, tardan poco en mandarle para dentro, que su tiempo y su descanso han de estar al lado de Ana, quien se supone es su pareja, porque los demás sí salen acompañados. Entienden este tiempo de descanso, como tiempo compartido.
Pero es que Ana está seria. Manuel ya ha cometido una torpeza durante el desayuno, con ese comentario inoportuno sobre eso de que han pasado la noche juntos, cuando en realidad se trata de la convivencia de novio, de pasar el fin de semana en el centro de espiritualidad con otras parejas. Lo de salir al patio para Manuel es un signo de debilidad, de dar ocasión a que Ana se quede tranquila.

Salgamos juntos
La realidad, por lo que se cuenta en la versión de Ana, es que ésta también sale al patio en alguna que otra ocasión, pero no llega a coincidir con Manuel. No se produce ese encuentro entre ellos.
Podemos entender que Ana sale de la capilla en busca de Manuel cuando entiende que éste tarda en volver. Cuando él regresa a la capilla, siente una profunda culpa. Este sentimiento lo impulsa a redoblar su esfuerzo por dar la sensación de que rezan juntos. Él desea quedarse junto a Ana. Quiere que compartan ese nuevo rato de oración hasta que, de nuevo, se siente agotado.
Eché en falta un poco más de complicidad y entendimiento entre nosotros, que no se esforzase tanto en demostrarme que se tomaba la convivencia tan en serio como para haberse olvidado de que estábamos allí para compartirla, tanto dentro como fuera de la capilla.

¿Qué se puede hacer fuera de la capilla?
Él parecía empeñado en que nuestro esfuerzo y compartir debía centrarse en la oración, aunque a mí no me hubiera importado que saliéramos al patio a sentarnos en los escalones de la entrada y dedicar diez o quince minutos a compartir impresiones, como pudimos hacer con los demás.
Fuera de la capilla, en el patio, como ya sabemos, la gente se dedica a hablar. El silencio de la oración se rompe. Se trata de una convivencia de novios. Sin embargo, tampoco se encuentran unos aislados de los otros. Es momento de compartir impresiones, en cierto modo de organizar pequeñas e improvisadas reuniones de grupo.
Manuel se siente un poco perdido. Cuando sale, busca consejo. También quiere expresar sus temores y todo eso que reprime por no estropear de nuevo su relación con Ana. La gente le manda de nuevo para dentro. No tiene sentido que se agobie.
Cuando es Ana quien sale al patio. Aparte de que busque a Manuel, tiene más confianza con la gente y conoce el lugar. Ella se centra en lo que le gustaría. A ella no hace falta que le aconsejen que regrese a la capilla, porque es evidente que sus descansos van a ser cortos. A ella le hace perder la concentración el cariño que siente por su chico. Sin embargo, éste la ha dejado sola en la capilla.
Lo que a Ana le apetecería es que su relación de pareja se pareciera más a la de los demás, a cómo ella entiende que se ha de vivir esa relación en ese tipo de ambiente y situación. Cambiaría el banco de la capilla por los escalones de la entrada. El silencio de la oración, por compartir impresiones con la persona amada.
Oración silenciosa
Da la sensación de que la única manera de pasar más de quince minutos juntos es quedándose en la capilla. Allí, el silencio evita que Manuel haga otro comentario inapropiado. Además, Ana no se siente defraudada por sus torpezas. Sin embargo, ese compartir banco tampoco resulta suficiente, si, pasado un rato, Manuel se levanta y se marcha.
Al servicio no pueden ir juntos. Tampoco pueden subir a los dormitorios. Cada uno está en una planta diferente del edificio. Ana ya ha dejado claro, a su manera, que le molesta que Manuel se tome excesivas libertades en ese sentido. Su relación de pareja ha de estar donde estén los demás, parecerse a la de los demás.
Manuel tiene la idea de que Ana no se mueve de la capilla. Ana piensa que Manuel aprovecha esas salidas para cuestiones personales. Por lo cual parece complicado que se pongan de acuerdo para salir juntos al patio. Cuando Manuel regresa a la capilla, lo hace con intención de retomar su tiempo de oración. No lo hace para que Ana rompa el suyo.

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