Introducción
Sobre la cena no se hace ninguna mención especial en ninguna de las dos versiones de la novela. No pasa nada relevante ni significativo más allá de lo sucedido en la comida. No hay cambios.
La cena vuelve a ser en mesas largas y por grupos, cada cual sentado junto a su pareja y se entiende que los grupos de forman por afinidades o por la disponibilidad de asientos, porque lo que a esas horas apetece es compartir mesa y conversación con aquellos con quienes se tiene mayor confianza.
Podemos pensar que para Ana vuelve a ser la ocasión para presumir de novio ante sus amistades, aunque después de que todo el mundo les haya visto compartiendo banco en la capilla, el hecho de verles juntos no supone ninguna novedad. Sin embargo, dado que fuera de la capilla esa coincidencia no se ha dado, es la ocasión para reafirmarse en la idea de que todo va bien entre ellos.
En el patio en 15 minutos
Si tras la comida hubo unan cierta relajación a la hora de volver a la capilla, porque entonces hubo un tiempo de largo de oración personal en silencio, dando opción a que quien lo quisiera subiera a su habitación a echarse la siesta, tras la cena esa concesión no fue tal dado que las actividades de la convivencia debían seguir su horario.
En esos quince minutos a Ana le da tiempo a lavarse los dientes y cambiarse de ropa. Es decir, que aprovecha ese tiempo para cambiar su actitud en general y en particular ante Manuel, entendiendo que ha de dejar a un lado esa seriedad y formalidad. Es momento de que salga a relucir la chica enamorada, la que sabe será el centro de atención y en cierto modo se someterá al juicio de todos.

Ana lleva todo el día demasiado seria,
- ya sea por el inoportuno comentario de Manuel durante el desayuno, dado que lo de pasar su primera noche juntos no ha sido algo tan literal ni es un asunto con él que se haya de bromear, ni tan siquiera entre amigos y en un ambiente distendido,
- o porque estando en ese ambiente de oración, Ana se toma muy en serio su compromiso y el hecho de que ha de ser un ejemplo y referente para los demás, por reprimir comportamientos inapropiados por parte de Manuel.
Lo de jugar o actuar como novios ha de ser en el lugar y momento adecuado. Que ella no tiene reparo en compartir banco, diurnal y momentos de complicidad, pero siempre con la debida seriedad, sin que Manuel pretenda sacarle las cosquillas emocionado por la idea de que ella sea su novia.

Ana se retrasa
Si por la mañana Ana fue de las primeras en bajar a la capilla con intención de sorprender a Manuel, ante la expectativa de que sea este quien la espere, aunque al final se retrase, por la noche, debido a que se tiene que cambiar de ropa, es ella de las últimas en bajar al patio.
En esta ocasión Manuel sí baja antes que ella, pero no la espera al pie de la escalera, ni siquiera junto a la puerta, para que salgan juntos. Da la impresión de que se desentiende, que mantiene la misma actitud de todo el día, de ir un poco a su aire para no agobiarla. ¡Qué novio tan poco atento!
Fui de las últimas en salir al patio y me encontré con que él ni quiera me había esperado en la puerta para que saliéramos juntos, parecía haberse desentendido de mí, lo cual me tomé con cierta condescendencia porque supuse que habría bajado con idea de que yo ya estuviera allí y le había dado apuro subir a buscarme, no fuera a pensar que me agobiaba porque me sintiera demasiado controlada.
Sin embargo, aunque Ana se encuentra a todo el mundo sentado, pendiente de la llegada de aquellos que se retrasan, se percata de que Manuel le ha reservado un sitio a su lado. Más o menos todos se han sentado por parejas y debido a esa tardanza Manuel se ha encontrado con la tesitura de tener que guardarle sitio, dando a entender que él no ha acudido solo a la convivencia y que se permite tener ese tipo de detalles y atenciones con su chica.
Ante aquel panorama, Ana tiene claro donde se ha de sentar, de manera que, consciente y culpable por su tardanza, va con paso acelerado a sentarse junto a Manuel, sin que su carrera desde la puerta parezca desesperada, intentando ser el centro de atención, en caso de que las miradas estén puestas en ella.
Se ha cambiado de ropa entendiendo que a esas horas de la noche ya refresca, que como van a estar en el exterior se ha de abrigar un poco más , pero sobre todo porque este cambio de vestuario pretende favorecer ese acercamiento con Manuel, sin mostrarse recelosa ni huidiza ante esa proximidad entre ellos. Es su momento para hacer un poco más público el amor que les une.
Atrapado
Ana se sienta al lado de Manuel, pero, además, se agarra a su brazo, en vez de limitarse a tomarle de la mano o buscar otro tipo de proximidad entre ellos. Ya no están en la capilla y no hay necesidad de mantener la compostura, se puede arrimar, porque, además, va un poco más tapada, no hay riesgo de generar situaciones comprometidas.
Al agarrarse a su brazo, vuelve a tomar el control de la situación, lo hace con un sentido de propiedad, de resaltar que el chico que se encuentra a su lado es su pareja, su novio, por si aún alguien lo duda. Es su manera de expresar sus sentimientos y dejar claro que es ella quien ha tomado la decisión de darse una oportunidad, que no es Manuel quien la persigue.
También es una manera de marcar los límites, de su relación. Al tener ese brazo sujeto obliga a Manuel a que reprima cualquier mal impulso o intención, exceso de libertad por el hecho de que Ana se haya sentado a su lado en actitud cariñosa. Cariñosa sí, pero con la debida moderación que se entienda que tampoco llevan tanto tiempo como pareja como para acaramelarse demasiado, aparte de que ella quiera mantener una relación seria, de respeto mutuo.
Es su chico, su novio, su pareja. No va a dejar que ninguna chica se lo robe ni aun cuando se supone que se trata de Manuel y la fama de éste le precede, aunque entre las presentes tan solo haya tan solo una chica de Toledo que conozca con más detalle esa cuestión y en cualquier caso, todas las que están allí, o la mayoría, al no concretarse si hay alguna chica soltera, se encuentran acompañadas por sus respectivo y sin intención de que haya un intercambio ni infidelidad.
Con las demás no tenía por qué rivalizar, dado que allí casi todas tenían pareja, pero no quise reprimir ese impulso; en parte era una recriminación para él por lo desatendida que me había tenido a lo largo del día.

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