cabecera de "Silencio en tus labios" Ana

Con la comida se juega

Introducción

Mañana del domingo, 27 de julio, 2003.

Desayunamos juntos. Si en ocasiones anteriores me había mostrado un poco más sería con la comida, entonces me reprimí mucho menos, quise recordar y revivir nuestros juegos de la Pascua y que compartiéramos las galletas e incluso el café, sin que me cohibiera el hecho de que tuviéramos testigos y aquello pareciera un tanto infantil o inapropiado.

Ana

Ana está feliz, de eso no cabe ninguna duda y no es capaz de reprimir tanta felicidad. Las veinticuatro horas que se supone que tiene para estar con Manuel, porque este no regresará a Toledo hasta el lunes por la mañana, le saben a poco y pretende exprimirlas al máximo. No por asustarlo, sino para que éste se quede con ganas de más y haga lo imposible por acortar el tiempo que volverán a estar separados.

Los chicos no subieron a despertar a las chicas en este último día de la convivencia. Se acobardaron o mostraron demasiado comedidos. A Ana le hubiera gustado que Manuel hubiera tenido ocasión de darle los buenos días, pero se quedó con las ganas.

El saludo ha sido a los pies de la escalera antes de entrar en la capilla y en cuanto sus miradas se han cruzado Ana ha hecho valer que es su chico, que no va a dejar que se le escape. Con moderación y prudencia, pero ha de conseguir que fluya la complicidad entre ellos, dar muestras de que para ella esta convivencia de novios compartida entre los dos le deja con buenas sensaciones de cara al futuro.

En la capilla han rezado juntos, se ha avivado esa complicidad buscando la manera de encajar, de sentarse el uno al lado del otro de manera que se sintieran a gusto. Además, no ha tenido reparo en dejar que fuera Manuel quien manejase el diurnal, a pesar de que se haya mostrado un poco torpe y falto de práctica.

Jugando con la comida

Sin embargo, si tenemos que ser coherentes con la historia y con el personaje de Ana, si hay algo que le caracteriza, que pone de manifiesto su manera de expresar ese cariño y esa complicidad incondicional, es su juego con la comida.

Lo hizo en la convivencia de la Pascua, con el chocolate tras la Vigilia Pascual, en el desayuno y en la comida del domingo. Quedó patente en el hecho de que Manuel, debido a este juego se quedaba con hambre, que en cuanto se descuidaba lo más mínimo, Ana le quitaba la comida con todo el descaro y la discreción que el momento le permitían.

Manuel (imagen oficiosa para la web)// Copilot designer

En lo que llevan de convivencia de novios Ana no ha hecho gala de esta faceta de su personalidad.

El viernes por la noche, para cenar, más que quitarle la comida, Ana había traído cena para los dos, en previsión de que a Manuel fuera un detalle que se le hubiera pasado por alto en ese plan por reconquistarla, sin saber cuál sería su respuesta y sin tener en cuenta que ella también se había apuntado a la convivencia.

Durante el sábado, debido a un exceso de seriedad y a la tensión creada, Ana se ha reprimido. Ha considerado que lo importante era mantener la compostura, la seriedad. Dejando a un lado eso de tomarse la vida como si fuera un juego, lo que terminó por provocar una cierta confusión que no ha tenido consecuencia negativas, porque frente a esa frialdad ha primado el amor, la complicidad entre ellos.

Ana con aspecto desenfadado // Copilot designer

El desayuno

Como esta mañana Ana se ha despertado necesitada y buscando esa complicidad y cercanía con Manuel, ese deseo de llamar su atención, pretende que el momento del desayuno vuelva a ser otro momento divertido entre ellos, obviando el hecho de que sus pequeñas travesuras no pasen por alto para los demás.

Desayunado juntos // Copilot designer

Había visto confirmado que lo nuestro tenía futuro hasta el punto de no reprimirnos a la hora de tener gestos de complicidad y sutilezas tan típicas suyas, como fue coger una de mis galletas, mojarla en mi taza y comérsela con total tranquilidad, para después coger una de sus galletas, mojarla en su taza y ofrecérmela para que me la comiera y así saldó esa deuda. 

Manuel

Más que un descarado robo de galletas, se produce un intercambio traspasando un poco la línea de lo permitido, ya que no se trata de que Ana le quite una galleta a Manuel, sino que, además, se permite la osadía de introducirla en su taza antes de llevársela a la boca y repetir el mismo proceso con una de sus galletas y su propia taza para entregársela a Manuel y compensarle.

Busca esa complicidad, ese compartir, al igual que en la capilla han compartido el banco y el diurnal. Ana busca conocer un poco más la personalidad de Manuel en los pequeños detalles y corresponder a su curiosidad de igual modo.

¿Cómo le gusta a Manuel el café o la leche por las mañanas? ¿Cuánto azúcar le pone? ¿Podrán alguna vez tomar los dos lo mismo o tienen gustos muy diferentes en ese sentido?

¿Tiene Manuel curiosidad por conocer los gustos de Ana? ¿hace falta que se lo explique con detalle? ¿Acaso no se ha fijado mientras ella se lo preparaba?

Es una manera sutil de esperar que haya mucho más desayunos juntos, de buscar esa complicidad e intimidad entre ellos, conscientes de que están entre amigos.

Pero es que esa noche, si no hay cambios de última hora, Manuel cenará y dormirá en casa de Ana, teniendo a los padres de ésta como observadores y jueces de cómo sea la relación entre ellos. Por la mañana, desayunarán juntos. Es decir que Ana se quiere asegurar de que Manuel se sienta motivado a repetir la experiencia y no se lamente de aceptar su hospitalidad.

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