Tras el desayuno hubo tiempo para recoger, para dejar libres las habitaciones y de ese modo ir pensando que la convivencia iba llegando a su fin. Era mejor no dejar esta tarea para el último momento porque al final se trataba de seguir todos juntos, de pensar que debido a la procedencia de cada cual habría quien se marcharía antes, sin que aquello se convirtiera en una huida furtiva.
Es decir, que si el día anterior, tras el desayuno, todo el mundo tuvo que regresar a la capilla, esta vez han de volver a separarse, las chicas han de subir hasta la segunda planta y los chicos se quedan en la primera. Sin mezclarse, sin esperar detalles de caballerosidad por el hecho de que las mochilas de las chicas sean más voluminosas o pesadas. Cada cual es responsable de lo suyo
No subas
Tras el desayuno, como temía que él fuera más rápido a la hora de recoger su mochila, le dejé las llaves del coche, para que no tuviera que esperarme a la hora de guardar su mochila en el maletero.
Parece que Ana convierte este momento en una carrera, en ver quién de los dos recoge antes y se preocupa por ayudar al otro. O que, conocedora de la impulsividad de Manuel, por eso de demostrar que ahora están juntos, se reprimirá a la hora de subir y ayudarla a bajar la mochila.
El viernes, cuando estuvieron en casa de Ana, ésta no lo dudo a la hora de hacerle entrega de su mochila para que fuera él quien cargara con ésta hasta el coche aparcado en la calle, aunque no frente al portal. Después, cuando llegaron al centro de espiritualidad, no tuvo reparo en que fuese Manuel quien llevara la mochila hasta su habitación.
La diferencia no está en el hecho en que ahora su relación parece estar un poco más afianzada y en consecuencia Manuel tiene menos que demostrar en ese sentido, sino, más bien, en que éste se ha de ocupar de su propia mochila y conviene que se centre que no pretenda abarcar por encima de sus posibilidades ni correr más que nadie para ser detallista en exceso.
Manuel (imagen oficiosa para la web)// Copilot designer
La complicidad
Ahora ya pueden afirmar un poco más en serio eso de que son pareja, que a diferencia de lo sucedido el último día de la convivencia en la Pascua, ahora hay mucha más sintonía entre los dos, están mucho más centrados en su relación. Ana ya no tiene que estar pendiente de resolver asuntos del pasado con nadie ni Manuel tiene motivos para dudar ni para sentirse excluido de su vida.
No hay reparo en que los demás ven cómo es su relación, la confianza y complicidad que hay entre ambos. Todos pueden ver cómo Ana le deja las llaves de su coche a Manuel para que éste lleve su mochila y la deje en el maletero. Así queda más constancia de que éste se quedará esa tarde y sobre todo que no se confundirá de coche ni de chica.
Ana con aspecto desenfadado // Copilot designer
Es la evidencia de su buen aprovechamiento del fin de semana, que a pesar de que haya habido algún que otro desencuentro, la relación de pareja se ha afianzado. Manuel se queda un día más, porque de hecho todos sabe que él está allí ese fin de semana porque buscaba reconciliarse con Ana y avanzar en su relación, de manera que marcharse sin más sería un contrasentido.
Si tras la convivencia de la Pascua, el coche de Ana se llenó con sus amigas y las mochilas de éstas. Ahora, todo el espacio que ésta no ocupe queda a disposición de Manuel. El viernes por la noche llegaron juntos y el domingo por la tarde se marcharán juntos. No se necesita más para confirmar que ahora son pareja, que ambos están dispuestos a luchar por tener un futuro en común.
Ana y su coche
Con toda confianza, Ana le entrega las llaves de su coche a Manuel para que éste lleve su mochila. No le pide que la espere para que vayan juntos, dado que se trata de su coche, de su responsabilidad. Ella se desentiende. demuestra una confianza absoluta en que deja sus llaves en buenas manos y que no se ha de preocupar por nada.
El viernes por la tarde ya dejó que fuera Manuel quien condujese, aunque ella fuera de copiloto y de guia, consciente de que para Manuel sería la primera vez que condujese ese coche y por esa ciudad. Esta vez le deja las llaves y confía en que sabrá manejarse solo. Tan solo tiene que llevar su mochila y meterla en el maletero.
¿Cuán protectora y reservada es Ana con sus pertenencias? Se trata de su coche. Se trata de tener ese momento de confianza absoluta en presencia de sus amigos, de quienes la conocen y saben de su manera de proceder ante este tipo cuestiones. Se puede entender que Ana es una chica bastante prudente y reservada, que no es de la que tiene este tipo de confianzas con cualquiera.
Esa mañana, durante el rezo de los laudes, Ana ha consentido en que fuera Manuel quien manejase el libro, aunque ella estuviera a su lado para guiarle, consciente de que se podía sentir un tanto perdido buscando las distintas oraciones y lecturas del día. Sin embargo, ahora se trata de su coche y de confiar en que no habrá ningún problema.
Te ayudo con la mochila
Una vez que guardó su mochila, más que subir a mi habitación para ayudarme con la mía, porque le causó un cierto reparo entrar en el pasillo de las chicas, me esperó en la entrada y cuando bajé, se cargó la mochila y me acompañó hasta el coche.
Manuel corresponde al voto de confianza de Ana reprimiendo su impulsividad del momento, ya que siendo el primero de los dos en recoger y llevar la mochila al coche, en vez de subir a buscarla, prefiere esperarla en la entrada, que sea ésta quien baje. Momento en el cual le falta tiempo para poner en evidencia esa caballerosidad y cargar con la mochila de Ana.
¿Qué ambiente hay en la planta de las chicas mientras éstas recogen? Se entiende que han de estar algo nerviosas, que no quieren que haya nadie que cuya presencia les pueda incomodar, por lo cual Manuel se da por aludido en ese sentido, aún en el supuesto de que se trate de cargar con la mochila de Ana y ésta le agradeciera el detalle, Manuel prefiere esperarla en la entrada.
Sabemos que a primera hora de la mañana a los chicos les ha dado reparo en subir a despertar a las chicas, aunque se tratase del último día y se entienda que es una costumbre de todas las convivencias, un momento de complicidad. Tampoco podemos olvidar que por las noches, antes de irse a dormir Ana ha bromeado con la idea de que su madre se quedaba en el descansillo de la escalera, zapatilla en mano, velando para que Manuel no subiera a la planta de las chicas.
Ana no tiene nada que reprocharle en ese sentido, se limita a dejar que cargue con su mochila y van juntos hasta el coche, porque es Manuel quien tiene las llaves y porque de este modo Ana tiene la oportunidad de cerciorarse de que éste no se ha confundido de coche y que no se ha mostrado acaparador con las limitaciones de espacio en el maletero.
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