cabecera de "Silencio en tus labios" Ana

Es culpa suya

Introducción

Noche del domingo 27 de julio de 2003

Fue mi padre quien nos abrió la puerta del piso y, por su expresión y lo tarde que era, resultaba fácil intuir su preocupación y el alivio al saber que los dos nos presentábamos allí, sobre todo que yo seguía sana y salva.

Ana

El viernes llegaron tarde a la cena de la convivencia de novios ¿Quién conducía? Manuel

El domingo llegan tarde a la cena en casa de los padres de Ana, para preocupación e inquietud de éstos ¿Quién conducía? Manuel.

Conclusión lógica ante esta tardanza: cada vez que Manuel se pone al volante del coche de Ana llegan tarde. Es el coche de Ana, es la ciudad de Ana, pero es Manuel quien conduce.

¿Qué acaba sucediendo? Que llegan tarde.

¿En qué pensaba?

El viernes se podía disculpar porque era la primera vez que Manuel conducía el coche de Ana y que tenía que circular por una ciudad que, en realidad no conoce, aunque se supone que debería haber prestado un poco más de atención al recorrido cuando esa pareja le llevó desde el centro de espiritualidad hasta la parroquia donde Ana suele acudir a misa y después cuando pasaron por delante del portal y le dejaron allí.

Esta tarde de domingo Ana ha sido quien ha conducido desde el centro espiritualidad hasta el centro comercial, pasando primero por la gasolinera a echar gasolina. Han ido de un extremo a otro de la ciudad para refugiarse en el cine y ver una película mientras hacían tiempo hasta la hora de cenar.

Tras la película, ha sido Manuel quien al percatarse de que Ana estaba inquieta, y por tener un detalle de novio con ella, le propuso que hablaran, que se tomase una tila, mientras él se tomaba un granizado.

Después se ha hecho el valiente, el chico responsable y al entender que ella no tenía los nervios para conducir, quien ha querido ponerse al volante.

Manuel (imagen oficiosa para la web)// Copilot designer

No es culpa de Ana

No es culpa de Ana, si el viernes, por querer alargar lo posible aquel paseo en coche por la ciudad, si por aprovechar la ocasión para que Manuel conociera un poco más de su vida, en vez de indicarle que para llegar hasta el centro de espiritualidad, en vez de seguir todo recto, le indicase que al llegar a la altura de tal calle girase a la derecha, porque por ahí se iba a su lugar de trabajo o al parque donde suele reunirse con las amigas.

No es culpa de Ana que Manuel confiase en ella y no cuestionara en ningún momento las indicaciones que ésta le iba dando y que, en vez de tardar cinco minutos en llegar a su destino, se diera la circunstancia que por la ruta que llevaban se encontrasen con los lugares más significativos de la vida de Ana y ésta tuviera mil y un detalles o anécdotas que comentarle.

Ana con aspecto desenfadado // Copilot designer

Tampoco es culpa de Ana, que este domingo por la tarde, aunque dejasen la convivencia de novios nada más comer, porque ésta no tenía ánimos para seguir allí, después de esa tensa conversación con sus padres, en vez de dirigirse directamente a su casa, porque iban con tiempo más que de sobra, ella sintiera el impulso de poner tierra por medio, de escaparse antes que afrontar el hecho de que sus padres no aprueban esa relación.

Tampoco es culpa de Ana que quisiera hacer todo lo posible e imposible por retener a Manuel a su lado y que, cuando éste se diera cuenta de la hora y de lo tarde que era, ya no se plantease que, ante la actitud y los reparos de los padres de Ana, era preferible que éste se marchara a casa. Porque no es ella quien fija los horarios de los autobuses ni de los trenes que van en dirección a Toledo, ni que no haya una manera directa de llegar.

No es culpa de Ana que, a pesar de los reparos y las objeciones de sus padres, ella quiera luchar por esa historia de amor y aún piense que no está todo perdido, que Manuel se merece una segunda oportunidad, aunque la primera impresión sea difícil de mejorar y ella sea consciente de sus padres no van a ceder. Aunque, si no les queda otro remedio, como ella ya tiene edad para tomar su propias decisiones, se tragarán su orgullo.

Tampoco la vamos a culpar porque, a pesar de las objeciones y reparos que sus padres le puedan poner a esa relación, ella quiera contar con su beneplácito, con su aprobación y demostrarles que quizás han juzgado demasiado de prisa a quien para ella es el gran amor de su vida, aunque en muchos aspectos coincide con el parecer de éstos. Pero ella le juzga con el corazón y ahí los defectos se desvanecen.

Tampoco es culpa suya que Ana haya recurrido al recurso y a la imagen de su madre con la zapatilla en la mano para que Manuel se comporte como un chico digno de su corazón, que la respete, pero ella, que conoce el verdadero sentido y lo que duele dicha recriminación, demostración de autoridad y llamada de atención, prefiere obviarlo.

Imagen de la madre de Ana con la zapatilla en la mano // Copilot designer

La culpa es de Manuel

La culpa, sin duda alguna, es de Manuel,

Porque cuando Ana el viernes por la tarde le dio las llaves de su coche para que fuera él quien condujese, por mucho que ello le contrariase, dado que no conoce la ciudad ni el coche, terminó por ceder a dicha petición, ya que, como hubieran discutido, Ana se hubiera vuelto a su casa, sin ánimos para acudir a la convivencia, ni volver a cruzarse con él.

Se hubiera encontrado perdido en mitad de ninguna parte y sin tener muy claro cómo llegar por sus propios medios o por el transporte público a su destino, dado que ni siquiera estaba seguro de la dirección y a esas horas de la noche hubiera tenido que molestar a todo el mundo para que le orientasen. A todo el mundo menos a Ana.

Es culpa de Manuel porque cuando Ana le propuso que se quedase un día más, el accedió como prueba de su amor y porque tampoco tenía ninguna urgencia para regresar a Toledo.

¿Por qué no tiene prisa por regresar a casa? Culpa suya que no tenga una agenda y una vida mucho más ocupada, mejor organizada, que no le impida pasar un día más con el amor de su vida, que entienda que los amores a distancia también necesiten de esa cercanía y ya que está en la ciudad, que ha dio hasta allí para enmendar errores del pasado, conviene que aproveche.

Es culpa suya que cuando Ana le ha pedido que abandonen la convivencia, él no ha tenido reparo en marcharse con ella, porque ya le ha dicho que se quedaba y descartaba la posibilidad de regresar a Toledo con esa pareja que le ha traído.

Es culpa suya confiar en que, si Ana le ha ofrecido la hospitalidad de la casa de sus padres para pasar esa noche, él ha accedido, a pesar de los lógicos reparos que tal invitación le puede provocar. Aunque, de otro modo, parece que no tiene mucho sentido que se quede, porque se trata de pasar tiempo juntos, aunque entendido en el buen sentido, porque los padres de Ana no se van a marchar del piso para que se queden solos.

Es culpa suya que se confíe en que Ana sabe de las rutas y horarios de los trenes y autobuses que van a Toledo porque ésta ya ha ido y vuelto en varias ocasiones, sin ningún problema, aunque también ha ido en su propio coche

Era patente que, tanto éste como la madre, habían estado preocupados por nuestra tardanza y la imposibilidad de localizarnos. Ana llevaba el móvil desconectado y mi número lo desconocían.

Manuel

Origen