Introducción
Noche del domingo 27 de julio de 2003
Nuestra pareja de enamorados, de protagonistas de esta novela, de esta historia, se han ido a dormir. Están en casa de los padres de ella, en medio de una calma tensa, de manera que, como a alguno se le ocurra respirar durante noche, allí va a haber más que buenas palabras.

Estábamos en mi casa y él parecía haberse mentalizado que, dado que la situación no era demasiado tranquila, al final no había sido tan buena idea que se quedara. Sin embargo, yo estaba encantada, lo consideraba un logro y un paso importante en nuestra relación, que se había ganado un sitio en mi casa, que ya no tenía excusa para no regresar, porque ya tendría donde quedarse.

Sus indiscreciones nos habían costado caras y a mí no me había hecho ninguna gracia verme en una situación tan complicada como aquella por ser demasiado confiado e imprudente al seguirle el juego.
Puerta cerrada
Estamos a finales de julio, de manera que se supone que tiene que hacer calor aunque sea de noche. Esto es el interior de España y desde aquí la playa, el mar, se ve en fotografías. La brisa fresca de la sierra se desvía a consecuencia de los edificios de la ciudad, que no son los árboles los que impiden ver el bosque, precisamente.

Sin embargo, la puerta del dormitorio de Ana se cierra a cal y canto, que ni entre la lujuria ni se escape la decencia, sobre todo que no salga la tontería, porque a Manuel le pueden mandar a Toledo, a su casa, y que no vuelva, pero es que Ana ya está en casa y no está en edad de que se ande comportando como una chiquilla rebelde e imprudente. ¡Ya no es una cría!

La puerta del dormitorio que esta noche ocupa Manuel, el que en su día ocupaba el hermano de Ana, se queda entreabierta, no vaya a ser que alguien sospeche que aparte de ser un invitado impuesto, tiene algo que esconder. Mejor que la puerta se quede entreabierta, aunque nadie se vaya a asomar por ésta. Tampoco hay necesidad. Con que Manuel sea consciente de que primero disparan y después preguntan es suficiente. Los «por si acaso» están a la orden de la noche más que del día.


Esta noche los padres prefieren dormir con un ojo abierto y la puerta del dormitorio, si no abierta de par en par, porque ellos también merecen un poco de intimidad, entreabierta, de manera que escuchen hasta el más leve aleteo de una mosca y sobre todo quede claro que no van a bajar la guardia en toda a noche. ¡Tan solo es una noche, esta noche, menos mal!

Esta noche no va a pasar nada ni aunque tenga que pasar. No pasa. Es más, a Manuel ya se le puede ir quitando de la cabeza la volver a repetir la experiencia, por irrepetible que le haya resultado. Por supuesto a Ana mejor que se le olvide sugerirlo, ya que cuando uno quiere estar en casa y descansar, prefiere evitarse estos sustos y tensiones.
Rumores y cotilleos
Imagínate lo que van a ir por ahí contando «las marujas». Las mujeres a las que gusta eso de comentar sin mucho criterio la vida de los demás, porque quien más y quien menos tiene razones para que se hable mal de uno o simplemente que se hable, con tal de entablar conversación y dejar en evidencia a quien sea. Mucho ir de perfectos, de ser gente ejemplar, y ya ves. ¡Si ya se lo decía yo!

La hija de Victoria, si, ya sabes, Victoria, la de la gestoría. Esa que va ella siempre muy bien arreglada y con aspecto de ser una mujer seria y decente, de las de misa dominical y días de precepto. ¡Ella siempre tan bien puesta y mirando por encima del hombro a todo el mundo.
Pues, resulta que la otra noche la muchacha les metió al novio en casa. Según me han dicho, es un chico de Toledo. ¡Ya ves, de Toledo! ¿Qué se le habrá perdido a ese aquí? ¡Ésta es una ciudad decente! ¡Ya vienen aquí con esos aires de haber sido ciudad imperial! ¡Se creen que toda España es suya!
Lo que te decía. Pues resulta, que la hija de Victoria, la que era novia de Carlos, el hijo de ésta que ahora no sé cómo se llama, que era un buen chaval, pero la muchacha le dejó plantado de buenas a primeras. La muchacha se ha buscado un nuevo novio en Toledo. De no sé qué grupo extraño, algo que ver con la parroquia.
El caso es que la hija de Victoria, ha metido al novio en casa de los padres y, según me cuentan, los padres ya andaban con la mosca detrás de la oreja con este chico. ¡Ni en pintura le querían ver! Pero la hija se lo ha metido en casa, con un buen par de narices, saltándose a la torera la autoridad paterna y el respeto a la decencia.
La hija que parecía tan decente, tan buena muchacha, trabajadora y bien relacionada, pero, como te digo, que fue ella quien dejó plantado a su anterior novio. Se decía que ya estaban casi para casarse. ¡Al final no te puedes fiar de nadie! ¡Menudo disgusto para las dos familias! Con todo organizado y en el último momento, que la muchacha dice que no se casa.
¡Vaya desgracia para el novio, el Carlos ese! Aunque comentan que tardó poco en liarse con otra y ya van por ahí de novios como si nada. He escuchado que ya planean casarse y que esta vez la cosa parece más en serio. Pero, vamos, que no sé a qué vienen tantas prisas. Ya sabes. ¡La juventud de hoy en día! Las prisas vienen cuando vienen. ¡Ya te lo digo yo! Pero, bueno, eso es una opinión mía, que la nueva novia del Carlos sí parece buena chica. Mejor que la hija de la Victoria.
Como te decía. El chico ese de Toledo, con quien la hija de Victoria no sé si lleva de novio un par de días o tres meses, porque la verdad es que no le había visto antes por aquí, ha pasado la noche en casa de los padres. Sin embargo, nadie cuenta nada de lo que ha pasado durante la noche. ¡¿Qué no habrá pasado? !


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