¡Tener hijas para esto!

Introducción

Agosto 2003

En cierto modo, mi padre quiso que su beneplácito a mi relación con Manuel dependiera de la cuantía y procedencia del dinero. Si le convencía, tendría su aprobación para que me tomara aquella relación con la suficiente seriedad y me dejase de hacer el tonto, porque para mi padre no tenía otra calificación lo sucedido hasta entonces.

Ana

Beneplácito paterno

Como sabemos y entendemos después de las últimas reflexiones de la novela, Ana le ha puesto «ojitos de niña buena» a su padre y éste parece que empieza a no ser tan firme en sus objeciones a la relación de Ana con Manuel, que ahora algún mérito está dispuesto a reconocerle al muchacho. Uno siempre es mejor que nada.

D. José, el padre de Ana // Copilot designer

La ventaja de Ana es que su padre haría lo que fuera con tal de verla feliz, por lo que a lo largo de estos primeros días de agosto, ésta ha sabido jugar su mejor baza, no la de hija enferma, porque ello sería preocuparlo demasiado y el malestar de Ana no se hubiera curado con reposo ni con una visita al médico. Se trataba de una pena del corazón.

Ana es una chica, una hija, una mujer, trabajadora, seria y responsable, de la que un padre se puede sentir orgulloso y más aún si éste, además, es su jefe y tiene ocasión de comprobar en el día a día del trabajo y de la vida en casa como ésta se enfuerza por agradarlo, pero también como esa pena del corazón se resiste a desvanecerse de su corazón.

Antes de la visita

Lo que ha visto el padre a lo largo de estos meses, desde que Ana regresó de la convivencia de la Pascua, allá por el mes de abril, es que la actitud de ésta ha cambiado. Hay cuestiones en las que un padre se fija, de las que se da cuenta de manera intuitiva, dado que la ha visto crecer.

Tras aquella convivencia, en las primeras semanas, Ana se mostraba como una chica feliz, radiante, ilusionada, aunque quizá algo inquieta y preocupada, con ganas de vivir, de hacer cosas. Hasta cierto punto demasiado pendiente de un teléfono que no sonaba y de un buzón de correos que no recibía ese sinnúmero de cartas que ésta esperaba recibir a diario.

Después a mediados de mayo, la actitud de Ana cambió por completo. La chica más alegre y feliz del mundo se mostraba como apagada, introvertida, como si alguien le hubiera robado la sonrisa, con la diferencia de que ahora su teléfono incluso sonaba a destiempo, pero ella lo dejaba sonar, si el número no le resultaba lo bastante motivador.

Esa chica que esperaba con ilusión ese último fin de semana de mayo, por ir a Toledo desde el viernes por la tarde hasta el domingo, demostraba más interés por quedarse en casa, por encontrar cualquier excusa para no moverse de la ciudad, ni aún cuando alguna amiga suya se ofreciera a acompañarla en esa visita de fin de semana a Toledo.

Ana (imágen oficios para la web) // Copilot designer

Durante el mes de junio, como si de una montaña rusa de emociones de tratase y todo lo que sube baja y lo que baja sube. Ana parecía haber vuelto a recuperar el ánimo para quedar con las amigas, para hacer planes, para tener libre ese último fin de semana de mes. No le importa hacer horas extra con tal de asegurarse de tener ese fin de semana libre.

La tarde en que se suponía estaba todo listo y disponible para irse con las amigas a Toledo, que parecía que la ciudad se iba a quedar vacía porque quien más o quien menos había hecho planes para pasar el fin de semana en Toledo, Ana se tuvo que quedar en casa guardando reposo. El sobreesfuerzo y las emociones de los días previos afectaron a su salud.

Se tuvo que quedar en casa, enferma, nada demasiado grave, pero por mucho que le pesara, lo mejor era que descansara, que la ciudad Toledo no se iba a mover ni un milímetro de donde estaba y fuera lo que fuera tan importante que fuera a suceder ese fin de semana, lo que a Ana no le iba a faltar era gente quea l vuelta se lo contase todo, hasta el más mínimo detalle.

Durante las primeras semanas de julio, por eso de que Ana no terminaba de sentirse bien del todo, son las amigas quienes vienen de visita cuando no es el teléfono que no para de sonar, las amigas que llaman para hablar de cuestiones y confidencias de chicas.

Nada importante. No hay que preocuparse. Ana tiene un brillo especial en la mirada, una mezcla entre felicidad, preocupación y la evidencia de que andaba tramando algo. Cosas de chicas ¡No preguntes!

Lo mejor de todo, para que un padre no se haya de preocupar, es que Ana se vuelve a reincorporar al trabajo con normalidad, tan solo que se le aconseja que se lo tome con un poco más de calma. Nada de hacer horas extras pasadas las seis de la tarde. Mejor que aproveche para relajarse, para quedar con las amigas, para ir a misa o para darse un paseo por el barrio.

No hay problema en que se apunte a una convivencia de novios, más cuando es en la ciudad y ya estuvo el año pasado. Son actividades organizadas por la parroquia. Pero sobre todo es un motivo para estar tranquilos para dejar constancia de que Ana ha recuperado su vitalidad, sus ganas de reunirse con la gente y no quedarse encerrada en casa.

Hay un chico en casa

La tarde del último viernes de mes, cuando se supone que Ana ya no cenaría en casa, porque se iba a la convivencia, cuando el padre llega a casa se encuentra con que la madre está en el salón hablando con un chico, con uno al que no ha visto antes. Un chico de Toledo que ha ido a recoger a Ana para acompañarla a la convivencia de novios.

Manuel (imagen oficiosa para la web) // Copilot designer

Pues sí, al parecer Ana tenía novio de nuevo, muy distinto al anterior, Carlos, quizá demasiado, ya que es más fácil encontrar las diferencias que los parecidos, que es evidente que, si Ana se encuentra con ellos por la calle, no tendría la menor duda de quién de los dos es su novio actual y no porque a Carlos ya le tenga muy visto y éste otro sea la novedad.

Aparte de que a los padres no les cause muy buena impresión y la lista de motivos sea lo bastante larga como para no obviarla, les desagrada un poco que se trate casi de una imposición por parte de Ana, de un capricho tonto que no ha tenido tiempo de consultar ni con ellos ni con la almohada.

Se accede a que se quede una noche, tras la convivencia, más por querer actuar como padres responsable, por dejar constancia de que les preocupa el bienestar de Ana y que éste chico no se piense que se va aprovechar de la ingenuidad e inocencia de Ana, que por complacerla a ella. Ellos son padres y han de cumplir como tales, pensando en su bienestar, aunque ya no sea una niña.

Tras la visita

Durante estas primeras semanas de agosto, los padres han pasado de ser su mejor apoyo, sus confidentes, a los enemigos a batir. Todo por causa de ese chico de Toledo, del que al principio parecía que tampoco tendrías noticia de nuevo. El teléfono de Ana volvía a no sonar, y no porque estuviera estropeado ni desconectado, y el buzón seguía tan vacío o lleno como de costumbre.

Pero resulta que Ana aún no ha terminado de saldar su deuda con Carlos por el tema de la cuenta vivienda, pero que ésta y es fácil suponer que Carlos también, quieren zanjar ese asunto de manera definitiva. Ya no son novios. Tan solo ha quedado una buena amistad y es lógico que cada uno quiera seguir con su vida.

«¿Qué te parece si le pido a Manuel que invierta en la cuenta vivienda? Con lo que él aporte me será más fácil saldar la deuda con Carlos. De verdad, Manuel no es mal chico, aunque os haya parecido que sí. tan solo tenéis que daros a oportunidad de conocerlo mejor

Ese nombre, esa mención que se suponía debía ser tabú, vuelve a resurgir en las conversaciones padre-hija. Alguien a quien se esperaba fuera a ser fácil de olvidar con el tiempo, en cuanto Ana se mentalizase de que hay mil y un chicos mejores y sin moverse de la ciudad.

No es un chico particularmente guapo, ni con demasiada personalidad, ni que inspire la suficiente confianza. De hecho, incluso Ana reconoce que tampoco es el chico que vaya a resolver su problemas, que sería mucho más feliz sin él. Sin embargo, este chico de Toledo tiene un carisma que le hace diferente y antes de que se vaya con otra, Ana prefiere tenerlo bien amarrado.

Manuel (imagen oficiosa para la web) // Copilot designer

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