Introducción
Sábado, 27 de septiembre 2003

Dado que habíamos ido al piso a comer, y tras nuestra conversación me había ofrecido a ocuparme de la comida, tras aquella primera exploración por el piso, decidí irme a la cocina.

Sería yo quien me escondiera en el cuarto de baño, con la diferencia de que el piso no tenía las dimensiones del chalé y más que esconderme de su vista, pondría cuatro paredes entre nosotros para preservar mi intimidad y demostrarle un mínimo de respeto.
Hora de ducharse
Después de haber pasado la mañana en el campo, en la parcela que sus padres tienen a las afueras de la ciudad, Manuel ha vuelto a «la civilización». Con el aliciente de que le ha traído Ana en su coche, sin poner reparos a su aspecto de trabajador del campo, ya que lo de vestir con traje y corbata impolutos o llevar los zapatos lustrosos para trabajar en el campo resultaría un sin sentido, aparte que no esperaba recibir visitas y menos aún la suya.

Es decir, que una vez que están en el piso llega el momento de asearse, de estar un poco más presentable, volver a ser el chico de quien Ana asegura haberse enamorado como una loca y quien se supone ha de dar motivos a los padres de ésta para que mejoren la no muy afortunada impresión que se han formado de él y que con ese aspecto de trabajador del campo no mejora en absoluto.
Con una buena ducha y un cambio de vestuario este chico con pretensiones de «Cenicienta», tampoco es que se vaya a convertir en un príncipe azul de cuento por el encantamiento y la magia de una hada madrina, pero al menos será un chico al que no importe mirar dos veces con ojos de enamorada e incluso una tercera, porque la cuarta ya resulte un tanto descarada y la quinta deje a cualquiera en evidencia.

En la cocina no molesto
Como ya sabemos, Ana no ha reprimido la curiosidad de hacer un rápido recorrido por el piso. Es su primera visita y tiene la tranquilidad de que no hay nadie, más que ellos y Manuel no le ha puesto reparos en ese sentido. El permiso y la confianza van implícitos en la invitación a pasar y quedarse a comer.
Ana siente curiosidad por descubrir un poco más esas facetas de Manuel que aún desconoce, aparte de saciar ese morbo por conocer el lugar donde éste se ha sentido libre para escribirle todas esas cartas de amor que en los últimos meses ella ha recibido en su buzón. Las escritas con anterioridad tampoco estaban mal, pero se las escribía a una chica que aun no le correspondía y le solía responder con frialdad e intención de que la olvidase, no la incluyera en sus expectativas románticas

Como ya ha recorrido el piso, sabe cuál es el dormitorio de Manuel, que no le ha causado la mejor de las impresiones debido al desorden, justificado por el hecho de que no esperaba visitas y estos días se encuentra solo en casa. Se entiende que Ana también ha localizado el cuarto de baño y deducido que va a resultar un poco comprometido y comprometedor que ejerza de novia curiosa e inoportuna.
En el piso de Ana, eran los padres quienes de algún modo montaron guardia en el pasillo, la mañana que Manuel despertó allí y ella necesitó intimidad y privacidad para asearse, de tal manera que en esta ocasión le corresponde a ella mostrarse respetuosa y discreta en ese sentido, consciente de que nadie más controla la situación. Sin que haya ningún mal impulso por su parte. El respeto que se exige ha de ser el mismo que se da y demuestra.


Ana entiende que el mejor sitio para estar en esos momentos, donde su presencia puede resultar menos comprometida y comprometedora para Manuel es la cocina, mientras se entretiene con los preparativos de la comida, dado que se quedan a comer en el piso, ya que en principio Ana ha venido preparada para un día de campo, pero se ha encontrado con que Manuel tenía previsto regresar al piso.
Lo cierto es que por estar explorando el piso, por eso de buscarse cualquier distracción para que su presencia no sea una incomodidad, porque la situación no es cómoda para ninguno de los dos, por todo lo que implica, por la novedad, se ha desentendido por completo de Manuel, tanto o más que éste de ella, porque ahora su atención está en su aseo personal.
Una ducha comprometida
¡Cómo te lo cuento! Manuel está dándose una ducha y Ana se encuentra en el piso. Tampoco llevan tanto tiempo de novios como para entender que esta situación se pueda considerar «normal» dentro de una pareja, teniendo como único precedente el despertar en casa de Ana, aunque entonces los padres de ella estaba allí y ella tenía la mente en terminar de asearse y en la pena de que debía acompañar a Manuel a la estación de autobuses.
Está claro que Manuel no hará nada que le deje en evidencia ni ella tiene intención de darle más importancia a esta situación. Lo absurdo sería que ella tuviera que esperar en la calle, cuando basta con que Manuel tome las oportunas medidas para preservar su intimidad y tenga en cuenta que no está solo en el piso, que quizá no basta con que simplemente se encierre.
Se trata de que se asee, pero sobre todo y ante todo que se respete a sí mismo y no de motivos ni ocasión para que Ana se llegue a incomodar ni escandalizar. La situación ya es lo bastante tensa y cada detalle importa para afianzar su relación. Ana es una chica seria, formal y responsable, que busca presumir de novio delante de familiares, amigos y conocidos, sin tener que ponerse roja como un tomate por la vergüenza e impresión que le causan ciertas situaciones.
Atrapada en la cocina
De tal manera que mientras Ana está en la cocina entretenida con los preparativos de la comida, intentando sentirse como en su propia casa, en su cocina, a pesar de que se sienta un tanto perdida y desubicada, Manuel se encuentra aseándose con la inquietud de que la primera impresión cuando se reencuentren mejore bastante las primeras valoraciones.

La cocina de este piso, para lo que se puede esperar está bastante bien. Se trata de una cocina de aspecto moderno, se evidencia que los padres de Manuel, dentro de sus posibilidades, se preocupan por hacer del piso un lugar acogedor y actualizado, que aunque se trata de Toledo y de un edificio con algunos años, está claro que ya ha sufrido alguna que otra reforma para modernizarlo.
Por tener, tiene hasta una puerta cerrada que Ana ha preferido no intentar abrir, aunque haya estado tentada a ello, pero ha supuesto que se trataba de la despensa, y tampoco es muy conveniente que ella se muestre como una chica demasiado curiosa y menos cuando no es Manuel quien la acompaña y guía en ese sentido, bastante es que haya curioseado en los armarios y cajones de la cocina en busca de lo que ha necesitado para preparar la comida.

Está bien eso de que el piso disponga de una pequeña despensa, sobre todo porque después de haber explorado todo el piso, sin ser demasiado exhaustiva, se ha percatado de que allí ha vivido o vive una familia numerosa, por lo cual siempre es bueno tener un sitio donde guardar todo lo que se necesite para el piso, utiles de limpieza, toallas, mantas, herramientas,… etc.
Por otro lado, para intuir lo que en estos momentos hace Manuel basta con escuchar el ruido que hace el calentador, que se encuentra en la cocina. Que si Manuel abre el grifo del agua caliente, el calentador se enciende. Y cuando cierra el grifo el calentador se apaga. Y si el calentador se mantiene encendido durante un rato es la evidencia de que Manuel se está duchando y si se mantiene apagado durante mucho tiempo es que ya ha salido de la ducha.
Sería divertido descubrir eso de que a Manuel le gusta eso de cantar en la ducha, sino para comprobar hasta qué punto se llega a escuchar a través de las paredes, al menos para que esa no tan melódica voz, permitiera que Ana se sintiera acompañada y le tuviera localizado. Sin embargo, tendría que cantar muy alto para hacerse oír porque el cuarto de baño se encuentra en el extremo opuesto del pasillo.
¡La comida ya está!
Ninguno de los dos está acostumbrado a este tipo de situaciones, sus convivencia se han limitado a las organizadas por el grupo. La mayor familiaridad fue durante la Pascua, porque en la convivencia de novios estaba todo más organizado y no dependía tanto de ellos. Por supuesto, en casa de Ana la autoridad y el control lo asumieron sus padres.
Aquí están los dos solos y desde que han entrado en el piso se han desentendido el uno del otro, Ana no ha querido que Manuel se incomodase demasiado por su presencia y éste se ha visto un tanto cohibido y superado ante el hecho de que hubiera una chica en el piso, por lo que se ha desentendido confiado en que ella se apañaría sola.

Si aquella mañana le sorprendí cuando me presenté en la verja del chalé, en el piso la sorprendida fui yo cuando se abrió lo que había supuesto que sería la puerta de la despensa y apareció Manuel recién salido de la ducha, aunque, para mi tranquilidad, ya estaba debidamente vestido.
Para contrariedad de Ana, tras la puerta que ésta ha considerado era la despensa de la cocina, porque debido las dimensiones y distribución del piso por lógica tenía que ser una habitación de tamaño bastante reducido, cuando esa puerta se abre desde el interior quien aparece es Manuel, no menos cohibido ni contrariado que Ana por la situación.
Quien no sale por esa puerta es Manuel tapado con una simple toalla de Ana e intención de ir a su dormitorio a vestirse, lo que hubiera sido una situación mucho más comprometedora, sino que, para tranquilidad de ambos, sale ya vestido, presentable y listo para disfrutar de esa comida casera juntos
Origen

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