Introducción
Sábado, 25 de Octubre, 2003. (14:00)

Nosotras regresamos al piso antes que ellos, con idea de que la comida estuviera preparada cuando ellos llegasen, aunque lo cierto era que mi madre había sido lo bastante precavida como para haber previsto y preparado aquel fin de semana con antelación,
Preparativos
Ya no sabemos si pensar que Ana que el enfado con Manuel aún sigue tan firme cómo ésta pretende darnos a entender tras haber defendido su amor ante las objeciones de la madre, pero lo que nos queda claro es que intenta que desvincular las relaciones afectivas de las familiares, que la reconciliación o resolución de esta pequeña crisis de pareja no se va a resolver sin más.
La cuestión está en que tras el paso por la peluquería, tras una mañana de relativo relax, dedicadas a embellecerse y cuidar de sí mismas, llega el momento de volver al piso, a la realidad y es donde la madre de Ana demuestra su carácter, su personalidad, que es una mujer previsora que cuida hasta el último detalle y sabe dar un buen recibimiento y atención a las visitas.
No sabemos cómo se organizará la comida cualquier otro día de la semana, pero este sábado, aparte de pensar en la asistencia a la boda, está el hecho de que Manuel se aloja con ellos y aunque éste sea un chico que no causa buenas impresiones a la primera, ni se haya ganado el total agrado de la madre, ésta sí se siente en la obligación o necesidad de estar a la altura de las circunstancias.

De hecho, aunque Ana reconoce una cierta dejadez por su parte, porque asumimos que lo ha confiado todo a la capacidad organizativa y previsora de la madre, tampoco es ajena ni indiferente al hecho de que este chico algo metepatas, aparte de ser un poco bocazas, parte de un sitio donde dormir por las noches, se da la casualidad de que come como cualquier persona normal y tampoco es cuestión de que acuda a la ceremonia con el sonido de tripas de fondo ni llegue muerto de hambre al banquete.
¡Donde no hay, no hay!
Recordemos que Ana y su madre se han pasado la mañana en la peluquería, peina por aquí, corta por allá, alisa este flequillo, riza las puntas… lo que se dice haberse puesto en manos del hada madrina para dejar claro que tienen pensado acudir a un evento social de cierta importancia. Aunque la madre tan solo vaya a acudir a la ceremonia religiosa en la parroquia y no espere tener ningún protagonismo, pero Ana no puede evitar ese sentirse el centro de todas las miradas.


Es decir, que se le puede reconocer cierta tensión, nerviosismo, que ante este cambio de imagen, aún incluso antes de cambiarse, ya deje ojiplático a todos los chicos que se crucen con ella, porque no es posible que tanta belleza se pueda concentrar en una sola chica, que no es decir: «he estado en la peluquería, adivina que me he hecho«, es que salta a primera vista.
En estos casos, lo mínimo que puede esperar una chica de quien se supone es el amor de su vida, de quien se derrite por sus huesos, es que se le escape un halago, una evidencia y reconocimiento de este evidente cambio en su aspecto, que dé muestras de sus primeras impresiones en el sentido que mejor considere y valore, porque en realidad es este primer reconocimiento lo que más se valora y multiplica por mil la autoestima.

La cara con la que me recibió Ana, cuando nos presentamos en el piso a comer, no fue muy diferente a la de por la mañana. Continuaba disgustada conmigo y no se compadeció de mí tras haber consentido que su padre me torturase de aquella manera.
Sin embargo, las primeras palabras de Manuel, aunque sean en actitud de disculpa de reconciliación, de quien da a entender que después de cuatro horas ha tenido tiempo de tomar conciencia de su insensibilidad y de que su actitud no ha sido la más adecuada, no son las que Ana espera

Manuel: ¿Aún no me has perdonado? – Le pregunté en tono conciliador. – Lamento haberte disgustado.

Ana: ¡Tú sigue hablando y verás cómo lo estropeas! – Le advertí fríamente. – Mejor que no me hartes. – Le aconsejé.
Tampoco es que Ana esperase que cautivado ante tanta belleza y aún estando los padres presentes, allí mismo y sin pensarselo dos veces le pidiera matrimonio o dijera algo así como que ¡ante tanta belleza le iba a quitar el protagonismo a la novia!. incluso que siento un poco más comedido, le diera a entender que se iba a sentir el chico más afortunado del mundo por ser quien la acompañase a la boda.
Sin embargo, en este caso, se puso en práctica eso de «quien calla otorga» o más bien «calladito estás más guapo«, aunque obviamente ha sido Ana quien se ha pasado la mañana en la peluquería, mientras que Manuel viene de haber estado en la gestoria con el padre, con el agobio y los sudores de pensar que debía intentar estar a la altura de las expectativas y exigencias, con ese esfuerzo extra por demostrar su interés por encajar en la familia.
Ana también calla
De hecho, Ana también calla y reprime su interés y curiosidad por escuchar de primera mano las impresiones de Manuel tanto por la visita a la gestoria como por la experiencia de haber pasado la mañana con su padre, por mucho que para Manuel sea el asunto más relevante de su vida en esos momento, ya que ha tenido que ser como verse sometido al examen de su vida sin haber estudiado ni tener las preguntas pensadas de antemano.


Es como si con este silencio no quisiera que hubiera una rivalidad por acaparar el protagonismo del momento porque ella está en su casa, con sus padres y éstos son consciente de su nerviosismo, por lo que necesita no perder esa sensación de seguridad por estar con ellos. Más cuando ella misma es consciente de la relevancia que tiene el hecho de que Manuel se encuentre allí y se le exija que demuestre su valía como novio.
Hasta cierto punto, se puede comprender que Ana sienta un cierto temor a preguntar, porque ,en su caso, el paso por la peluquería ha sido para mejorar su imagen personal, resaltando aún más si cabe tanta belleza, pero con Manuel siempre queda esa duda, ese pesimismo latente de que algo haya ido mal y la experiencia no haya tenido el resultado esperado.
Ana conoce a su padre y ya tiene una idea bastante clara de la personalidad de Manuel de sus aptitudes ante la vida, de manera que la experiencia más que un choque de trenes, se puede haber convertido en un combate de boxeo en el que uno de los contrincantes se ha lamentado de que no sonase antes la campana después de recibir el primer golpe.
También puede haberse dado el caso de que, hay quien de manera sorpresiva, ha convertido la visita y la experiencia en un inesperado e impactante truco de magia, de tal manera que haya sabido manejar la situación de tal manera que resultase incluso verosímil hasta la insensatez más gorda que haya llegado a alegar para justificar lo injustificable.
De tal manera que, en principio, Ana prefiere no despejar demasiado pronto la duda de si Manuel ha vuelto al piso con una patada en el culo, lo que le ha evitado tomar el autobús o, por el contrario, se ha ganado el reconocimiento de empleado del mes, aún sin ser trabajador de la gestoria, porque quienes de verdad sí trabajan allí no le llegan a la altura del betún.-

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