Introducción
Sábado, 25 de Octubre, 2003. (14:15)

Nos sentamos a la mesa y en vista de que no estábamos demasiado habladores, por no decir que debíamos haber perdido la lengua, fue mi madre quien rompió el silencio y le preguntó qué le había parecido la gestoría y lo que habían hecho a lo largo de la mañana, porque en su caso no era tan evidente.

La comida no fue silenciosa, su madre tuvo interés por saber cómo nos había ido la mañana, deduje que Ana debía sentir la misma curiosidad, aun sin manifestarlo. Fue el padre quien les puso al corriente de lo sucedido,
Sentados a la mesa
Buscar un tema de conversación cuando el ambiente parece estar un poco tenso parece algo complicado. Ana se siente hasta cierto punto defraudada, desencantada con Manuel, quien parece que no deja de meter la pata cada vez que abre la boca para decirle algo y con ello empeora un poco más la situación.
El chico dulce y encantador que tan solo tiene ojos para ella, ese a quien su afición por la poesía no debería tener dificultad en expresar los más bellos sentimientos y pensamientos ante una chica que tan solo espera recibir halagos, no hace más que evidenciar su falta de empatía, de sensibilidad, hasta cierto punto, un punto de egocentrismo.





En medio de este clima de de tensión es la madre quien decide romper el hielo y preguntar algo que tanto a ella como a Ana les inquieta, saber cómo al padre y a Manuel les ha ido la mañana, si se han entendido y sobre todo si esa ocurrencia de que Manuel trabaje en la gestoria tiene alguna consistencia, aunque en principio éste haya rehusado por no comprometer más su relación con Ana.
A Ana, en el fondo lo que le interesa saber es si su padre y Manuel han sido capaces de entenderse después de haber pasado la mañana juntos, si, a pesar de que con ella no parece que éste muy acertado, Manuel ha conseguido mejorar la impresión que el padre se ha formado de él. Porque se trataba de sumar puntos para conseguir esa aceptación definitiva y dejar atrás los lógicos reparos paternales.
La inquietud de la madre, sin restarle importancia a la cuestión del noviazgo, radica más en el riesgo de implicar a un chico de Toledo, que aún no ha demostrado sus cualidades, en lo que es el negocio familiar, el sustento de sus vidas, dado que tampoco es cuestión de ser tan benévolos ni ingenuos. como para permitir que cualquiera se les meta en casa ni en el negocio
Si el quiere por mí, no hay inconveniente

Para sorpresa e incredulidad tanto de Ana como de la madre, el padre da a entender que no tiene reparo en que Manuel tenga un puesto de trabajo en la gestoria, si cambia de opinión y decidiera aceptar la propuesta. Da a entender que no resulta descabellado pensar que se le puede hacer un hueco, que tampoco es que se hayan planteado trasladarse a otro local para que éste pueda tener su propio despacho, pero se le puede poner una mesa donde no estorbe al pasar.
Es decir, que el chico torpe que esta mañana no deja de meter la pata en sus intentos por hablar con Ana, que aún tiene que demostrar algo más que méritos para que la madre lo empiece a tomar en serio, no se sabe muy bien cómo ha conseguido impresionar y convencer de tal manera al padre que ya lo empieza a considerar una pieza fundamental en la empresa familiar.
De hecho, se sobreentiende que con este optimismo del padre, con esta convicción por su parte, da su beneplácito a la relación y a esos futuros planes de boda, que será uno de los primeros que se lamente como Ana lo deje escapar, porque el chico vale su peso en oro o al menos es alguien que ha pasado la criba por la que todos los padres someten a los pretendientes de sus hijas y los empresarios a quienes aspiran a trabajar para ello.
La estupidez masculina es contagiosa
Dado que ni Ana ni Manuel responden ante los argumentos del padre, porque da la sensación de que éste no habla con la lucidez y seriedad que le caracteriza, ya que habla más como un padre complaciente que como un serio hombre de negocios o como un padre responsable a quien de verdad le preocupe el futuro y el bienestar de su hija, la madre no se puede quedar callada.

Ha sido la madre, Victoria, quien ha preguntado e iniciado la conversación, pero confiada más en que el padre no habría perdido la cordura de esa manera. se esperaba un poco menos de complacencia y óptimo por su parte, que sus conclusiones fueran más en el sentido de que a Manuel no se le veían suficientes cualidades o en todo caso, por no dejarlo demasiado mal, mostrarse un poco m´s esquivo a la hora de plantearse esa hipotética contratación.
Se trataba de pensar en lo más conveniente para el negocio y no dejarse tanto influir ni condicionar por los caprichos sentimentales de la niña, por mucho que se argumentara que con la nuera no les estaba yendo mal, porque con su contratación la gestoría había mejorado su imagen social y mejorado la atención a los clientes. Sin embargo, pretender equiparar a Manuel con la nuera carecía de fundamentos, Manuel no estaba a la altura.
Igual de ilógico resultaba pensar que Manuel estuviera en disposición de suplir el vacío dejado por Carlos durante el tiempo que duró su relación con Ana y éste estuvo trabajando en la gestoría, dado que se trata de dos chicos con personalidades y cualidades diferentes. Es absurdo plantearse que Ana no haya cambiado sus gustos a la hora de buscarse un novio, cuando es evidente que lo ha hecho.
Desde un sentido un poco más práctico y familiar, en vista de como se ha iniciado el fin de semana y de las tensiones latentes dentro de la pareja, al expectativa de encontrarse con Manuel a diario no resultaba muy tranquilizador. La madre entiende que lo último que Ana necesita es tranquilidad, estar centrada en el trabajo y no estar todos los días enfrentándose a conflictos de pareja porque Manuel haya dicho o dejado de decir, esto aquello y lo demás allá.
La madre está dispuesta a apoyar a Ana y aceptar el hecho de que ésta quiera seguir con esa relación, pero mejor a distancia y sin que la familia ni el negocio se vean directamente perjudicados ni por lo bueno ni por lo malo.

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