Introducción
Sábado, 25 de octubre, 2003. (17:30)

El evangelio de la Crucifixión con los dos ladrones tal vez desentonara un poco.
Su idea era expresar no tanto las discrepancias entre los ladrones o la conversión de uno de ellos en el último momento, sino la promesa del paraíso para ese mismo día, la vocación a la santidad de su matrimonio.

Aunque me llamó la atención que se centrase en la diferente actitud de los dos ladrones, lo que en principio resultaba incoherente con lo que allí se estaba celebrando, una boda, no un juicio ni la ejecución de una sentencia de muerte,
Extraña lectura de Evangelio
Hay lecturas mucho más amables, referente a la relación de los esposos que el pasaje de la Crucifixión centrado en los dos ladrones, cuando se supone que el matrimonio ha de ser vida y no muerte; ha de ser entrega mutua y no enfrentamiento; ha de ser un amor entre el hombre y la mujer.
Sin pretender hacer ningún tipo de reinterpretación bíblica del pasaje ni aún menos resultar ofensivo o inoportuno por hacer una mención tan explícita a éste, la intención de la novela, de utilizarlo en esta historia/novela, está en la de fijarse en la actitud de los dos ladrones, en situar el momento de la novela con el momento que se relata.
Se trata de un contraste entre la humildad y actitud de escucha de uno, frente a la frustración y ceguera del corazón del otro. Se trata, en el fondo, de establecer un cierto paralelismo con las actitudes del corazón de nuestros protagonistas.
En este momento de la novela se ha generado una pequeña tensión entre ellos. Da la sensación de que se ha perdido la complicidad, ese sentir que, por mucha gente que haya en la iglesia, en el mundo, existen sólo el uno para el otro.
Ana se encuentra en el coro, con sus amigos, como queriendo evidenciar que no estaba del todo convencida de que Manuel fuera a acudir a la boda y ha hecho sus propios planes, porque Manuel es «Don Excusas» para todo lo que suponga moverse de Toledo. Aparte que, de algún modo, sabemos que ella es una chica implicada con las actividades de la parroquia, con su grupo, de manera que no quiere quedarse al margen, ha de liderar.

Manuel ha a acudido un tanto obligado por las circunstancias y se siente fuera de lugar. Si está aquí, sobre todo, es por Ana, por demostrarle hasta qué punto pone en valor esta relación que está naciendo entre ellos, pero se ha enfrentado de nuevo al juicio de los padres y encontrado con que Ana no lo tiene como su prioridad, que no consigue llegar a un punto de entendimiento.


El mal ladrón
Si me quieres, tienes que hacer esto por mí.
El mal ladrón, la mala actitud en esta relación ha sido ese individualismo exigente por parte de ambos, como esperando la complacencia del otro y a la par la frustración que causa no conseguir cumplir esos anhelos románticos.
Manuel anda poco acertado con sus detalles, con sus palabras, es el metepatas de siempre, cuando lo que Ana busca y espera de él son palabras que le saquen una sonrisa, le hagan sentirse especial.
Ana anda atareada con todo, centrada en la boda y con pocas ganas para tonterías, para encontrar tiempo para ellos, porque al principio sí se mostró un poco más abierta. Como si temiera que Manuel se fuera a poner demasiado cariñoso, cuando ella no está con ánimos para muchas confianzas. Mejor que se comporte, que no haga el tonto.
Si Ana se muestra tan seria y fría a cualquiera se le quitan las ganas de moverse de Toledo, hacer planes de pareja, porque, si el fin de semana ya de por sí, con el tema de la boda, se quedará corto, no ayuda en nada que ésta tenga otras prioridades, que quien se casa es Carlos. Debería tenerse en cuenta que ellos dos tampoco tienen tantas ocasiones ni oportunidades para verse.
Si Manuel demuestra en exceso su naturalidad, su manera de ser, Ana que lo tiene todo organizado y previsto se va a sentire un tanto superada. se trata de acudir a una boda y ello requiere unos preparativos, un tiempo personal. Aparte que esta situación genera un cierto nerviosismo y los reclamos de un tercero que pretende llamar la atención no ayudan demasiado.
El buen ladrón
Si te quiero, ¿qué puedo hacer por ti?
Deberían haber encontrado cinco minutos para hablar, más allá de su paseo desde la estación de autobuses hasta el piso de Ana, dado que es fácil comprender que ambos debían sentirse nerviosos, desubicados. Ha sido la primera vez que se han puesto de acuerdo en algo, que ninguno le ha fallado al otro.
No importaba tanto cómo le hubiera ido el viaje a Manuel, ni siquiera que Ana le contase que había tenido un día de nervios, complicado por tener que ir a esperarlo. Se trataba de haber intentado profundizar un poco más en sus verdaderos sentimientos, en buscar esa complicidad, en reconocerse el uno al otro que estaban nerviosos.

Se trataba de no avasallar a Manuel con inquietudes y preocupaciones, por muy lógicas y justificadas que pudieran estar, que se ha acudido a la boda es porque entre su ropa dispone de un vestuario apropiado para ello, valorando más el hecho de que se haya esforzado por acudir que el ir más o menos elegante o acertado.
Se trataba de que Manuel se hubiera interesado un poco más por el estado de ánimo de Ana, por entender sus dudas e inquietudes, su incertidumbre, por si al final no acudía, que no era suficiente con confirmárselo y reiterárselo por teléfono. Se trataba de que en esas conversaciones telefónicas hubieran adoptado una mayor actitud de escucha.

Se trataba de evitar situaciones por sorpresa explicadas en el último momento, aunque Manuel ya era consciente de que se enfrentaría de nuevo al juicio y la presión por parte de los padres de Ana; pero ello no tenía que ser una alternativa al hecho de que ella no dispusiera de tiempo para él.
Se trataba de que Manuel entienda y empatice con el hecho de saber y sentir que su presencia y estancia en el piso, en la vida de Ana, genera una cierta inquietud y tal vez debería ser un poco más comedido y reflexivo en su manera de actuar, sin pretender acaparar más protagonismo del debido y asumir el hecho de que la confianza hay que ganársela.
Se trataba de ser un poco más atento y detallista, de buscar una mayor complicidad con Ana cuando ésta se lo reclamaba y no sentirse juzgado por todo ni en todo momento, mostrándose más relajado y comunicativo, porque metió la pata con su comentario sobre el vestido y guardó silencio cuando se reencontró con Ana después de que ésta hubiera estado en la peluquería o una vez se hubo vestido para la boda.
Se trataba de que Ana, en vez de tomarse a mal esos silencios por parte de Manuel, hubiera sido lo bastante sutil como para sonsacarle esos halagos que ella esperaba escuchar de sus labios, en vez de provocar que éste se sintiera atemorizado y cohibido.
El Paraiso
Tan solo con que los dos juntos, o de manera individual, se hubieran molestado en tener una mayor actitud de escucha, relajado, en vez de provocar ese desencuentro entre ellos y asumido la situación con un poco más de empatía, este sábado hubiera sido algo más que una pesadilla, un «quiero y no puedo».
Porque Ana supo reaccionar con rapidez ante la ocurrencia del padre de que Manuel se convirtiera en socio capitalista de la empresa familiar, ante lo cual éste se vio un tanto sorprendido y superado. Sin embargo, fue Ana quien sin pensárselo demasiado le rescató de dicha tesitura al ser ella quien aportase ese euro simbólico.
Porque Manuel supo reaccionar cuando el padre de Ana les indicó que en ese estado de tensión entre ellos se debían plantear no acudir a la ceremonia quedarse en el piso para resolver sus problemas. Sin embargo, Manuel le tendió el brazo a Ana para que salieran juntos del piso.
Está claro que, cuando se olvidan de sus individualismos y piensan en el otro, todo fluye con naturalidad, sin reproches, solo sabiendo que están ahí el uno para el otro cuando es necesario.

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