Introducción
Domingo, 26 de octubre de 2003. (13:10)
Don José: Bueno, ¿qué habéis decidido? —nos preguntó, animado.


Ana: ¡Que nos casamos! —le respondí de manera jocosa, aunque no fuera ese el motivo de la pregunta y se suponía que era Manuel quien debía hacerme la proposición en ese sentido.
La situación
Una vez que don José, el padre de Ana, se vuelve a reunir con ellos en la puerta de la parroquia, tras haber ido a comprar el periódico dominical, les plantea una cuestión práctica y sin ninguna doble intención. Es hora de pensar en comer y, dado que la madre se ha ausentado por cuestiones familiares, temas de abuela, se les plantea una difícil disyuntiva.
El padre tan solo quiere saber de lo que nuestra pareja ha hablado y decidido con respecto a la comida, si algo improvisado en el piso, por no complicarse demasiado o salir a comer fuera. Entendiendo que en esta ocasión él se ha ofrecido a invitarles, por tener un detalle con Manuel y dejar constancia de que la aceptación de éste como parte de la familia, como novio de Ana, no se queda solo en palabras o en apariencias.

Sin embargo, Ana no puede reprimir la emoción del momento, lo particular de la situación y aludir a una cuestión que ha estado latente en las conversaciones familiares y de pareja a lo largo de todo el fin de semana. Ella necesita reafirmarse en sus sentimientos y dejar claro ante su padre y ante Manuel allí presente que ella tiene las ideas claras, que se atreve a bromear con este asunto.


Más que pensar en bodas o en aceptar de manera impulsiva proposiciones de matrimonio que por el momento nadie le ha hecho, porque resulta un tanto precipitado y quedan cuestiones relevantes que tratar antes, lo que Ana pretende es una declaración de amor, dejar claro que ha habido un cambio de actitud o de ánimo entre su aparente frialdad inicial y su entusiasmo una vez que la visita está a pocas horas de terminarse.
Ana quiere dejar claro que, a pesar de que el fin de semana no se haya desarrollado con la felicidad que ambos hubieran esperado, debido a los nervios y a la tensión, ella está encantada con la visita y no tiene ningún reparo en reconocerlo, en especial delante de su padre, para convencerle y demostrarle que los sentimientos hacia este chico son de verdad.
Manuel ha estado todo el fin de semana un tanto cohibido y acobardado ante la idea, el hecho de que ha tenido que pasar el fin de semana en casa de Ana, que lo de menos ha sido el motivo, la causa de esta visita. De manera que su temor a meter la pata y quedar en evidencia ha provocado que se comportase como un chico un tanto acobardado.

En cambio, Ana se siente dichosa, feliz. Entiende que la valoración global de esta prueba de fuego no puede ser más positiva. La primera reunión organizada y en serio entre sus padres y su novio no hubiera podido salir mejor. Aparte de queasume que cuenta con el apoyo de los amigos y que la relación sale reforzada. Han tenido ocasión de comportarse como una verdadera pareja de novios y se han dado su primer beso.
¡Qué patente el romanticismo!
Papá: ¡Ya veremos cómo reacciona tu madre ante eso! —me advirtió en tono serio, aunque se había dado cuenta de que bromeaba. – Me refería a dónde queréis comer. – Nos aclaró en tono más afable. – Si os apetece, comemos fuera.


Manuel: A mí me da lo mismo. – Le respondí.
Frente a ese romanticismo desmedido de Ana y la seriedad en la respuesta del padre a las palabras de Ana, quien se las toma como una broma, Manuel se muestra un tanto cohibido y desaprovecha la ocasión que Ana le ha dejado en bandeja para poner de manifiesto ese amor y romanticismo que siente hacia ésta.
A Manuel parece importarle más la posible reacción del padre ante este arranque de romanticismo, por lo cual su respuesta va más en el sentido y referencia al tema de la comida. No se vaya a pensar el padre que pretende abusar de su generosidad, que es un chico interesado, un aprovechado, dadas sus circunstancias personales, por eso de no tener la consideración de novio perfecto.
Manuel no se quiere imponer y, dentro de lo que cabe, intenta mostrarse respetuoso, sin querer poner a nadie en una situación comprometida por su causa. Él es un chico sencillo y sin grandes pretensiones; se conforma con saber que Ana lo quiere y que los padres de ésta, aunque lo acepten, no dejan de tenerlo en el punto de mira.
Ana se hace la ofendida.
Llevan todo el fin de semana con las alusiones a esa posible y futura boda, ante lo cual Manuel se ha mostrado bastante acobardado y callado, como si no fuera algo que le preocupase o, más bien, con el temor de que cualquier comentario que hubiera hecho al respecto, intervención en la conversación, hubiera sido mal entendido. Quien se ha casado este fin de semana es Carlos y, por el momento, en su cabeza no cabe otra boda.

Ana: ¡Osea, que no te quieres casar conmigo! —le recriminé sin perder el buen humor que me embargaba en aquellos momentos. – ¡Vaya un pretendiente me he buscado! – Me lamenté apenada entre risas no reprimidas.
De nuevo, Ana hace gala de conocer los puntos flacos de este chico por el que se siente locamente enamorada, de manera que se toma sus palabras como una cierta jocosidad. Entiende que ese «A mí me da lo mismo» es en referencia a la cuestión de la comida, no al lógico futuro de su relación de pareja. Sin embargo, no se cohibe a la hora de recriminárselo.
El caso es que, como ella no desaprovecha la ocasión de presumir de novio, de dejar sacar la mejor versión de Manuel y obviar todo eso que los demás no valoran con tanto optimismo, propone que sea Manuel quien invite, quien pague, con intención de bromear y ponerlo en una complicada tesitura.
Después de todo, el alojamiento del fin de semana le ha salido gratis y se trata de demostrar y de convencer a los padres de Ana que es un chico que merece la pena tener en consideración. Se le recrimina que no disfrute de una estabilidad laboral y, por lo tanto, que su cuenta bancaria sea como un criadero de telarañas. ante lo cual Ana espera que éste demuestre que se confunden.
El padre, un poco más pragmático, prefiere liberarlo de esa tesitura y ser él quien se ofrezca a pagar, aunque sea porque al menos se asegure de ese modo que puedan disfrutar de una comida en condiciones y que Manuel no se marche de regreso a Toledo con la sensación de que al final le han exprimido hasta el alma. Lo de la hospitalidad, el alojamiento en el piso, no se lo van a cobrar de ninguna manera.

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